Seduciendo a un extraño

Título original: Perfect Stranger
Dirección: James Foley
Guión: Todd Komarniki
Fotografía: Anastas Michos
Música: Antonio Pinto
Origen: USA – 2007
Calificación: Apta para mayores de 13 años
Intérpretes: Bruce Willis, Halle Berry, Giovanni Ribisi, Gary Dourdan,
Jason Antoon

El irregular director James Foley -alguna vez realizó Glengarry Glen
Ross (1992), un interesante drama sobre la competencia feroz en el trabajo
y luego perdió la receta- definió a Seduciendo a un extraño como un
“thriller sensual”. Subgénero que propone una sucesión de sofocones y
escalofríos, al estilo de Atracción Fatal (Adrian Lyne; 1987) o Bajos
Instintos (Paul Verhoeven; 1002). Pero tales precedentes quedan muy
lejanos, ya que la mayor parte del esfuerzo fue puesto en realzar la figura
de la protagonista casi excluyente, Halle Berry.
La actriz encarna a Rowena Price, una exitosa periodista que investiga
casos escabrosos encubriendo su identidad. Hasta que se involucra en la
resolución del asesinato de una amiga de infancia. Para ello, se pone tras
la pista del principal sospechoso, Harrison Hill (Bruce Willis), un
influyente publicista muy afecto a engañar a su esposa con cuanta bella se
le cruza, en cuyas oficinas Rowena comenzará a trabajar en sus oficinas,
confiando en la ayuda de su amigo Miles (Gary Ribisi), casualmente un genio
informático, y por supuesto de sus armas de seducción.
Un sucesivo juego de apariencias sobre el supuesto de que todos
tenemos, en mayor o menor grado, una doble vida. Pero con un guión que
busca mantener al espectador pendiente de quién es “el malo de verdad”, con
no pocas pistas engañosas. E irritando particularmente con flashbacks
sicologistas; con la inclusión de “chateos hot en la red” que en vez de
subir la temperatura de la pantalla sólo ralentan la acción, y con un final
descolgado.
Las interpretaciones tampoco ayudan a disimular esos problemas. Berry
luce tan bella como debe hacerlo en cada uno de sus numerosos roles de
“comehombres”, pero nada más. Willis mantiene su sonrisa socarrona de Duro
de Matar (John McTiernan; 1988) -la nueva secuela está por estrenarse-,
hasta en los momentos en que resulta contraproducente. Y Gary Ribisi
-promesa de los noventa- se hace el “loquito” por enésima vez.
Aburrido, aburrido, aburrido.