Osvaldo Bayer en Bahía Blanca
La ética triunfa en la historia
El escritor y periodista Osvaldo Bayer estuvo nuevamente en Bahía Blanca el
vienes 21 de noviembre para cerrar el XI Congreso de la Solar. Como doctor
Honoris Causa de la Universidad Nacional del Sur, fue el anfitrión de los
homenajes al filósofo chileno y colaborador del presidente Salvador
Allende, Sergio Vuskovic Rojo, y su par argentino Arturo Roig.
Antes, presentó en el Departamento de Humanidades su libro “Entredichos”,
una compilación de Fabián D’Aloisio y Bruno Nápoli, de siete polémicas que
Bayer mantuvo durante últimos 30 años con intelectuales de la talla de
Ernesto Sábato, Roberto Baschetti y Günter Lorez, entre otros.
El exilio setentista quebró en dos la vida del joven libertario de 86 años
que hoy alterna
entre Alemania y Argentina. Es conocido “El tugurio”, su domicilio porteño,
un hogar con lo necesario y paredes forradas con libros.
Pero deben ser pocos sus momentos allí si tenemos en cuenta que como
intelectual que es, más allá de “tener todas las libertades para escribir
lo que quiera, tiene el deber cuando ve una injusticia en una sociedad de
salir a la calle y formar en la primera fila de la protesta, acompañar
realmente a los que sufren y no encerrarse en su torre de marfil”.
Y aquí, si algo sobran, son injusticias. Y Bayer sale a la calle, a los
pueblos más pequeños del país, vuelve siempre a su Patagonia Trágica que
“sigue rebelde”. Esta obligación, dijo a EcoDias, ya la “demostró
claramente esa querida figura de Rodolfo Walsh, que va aumentando en
importancia. Últimamente hemos inaugurado plazas y monumentos en nombre de
él. La sociedad está reconociendo a este verdadero héroe de la dignidad
humana”.
En cambio, ese reconocimiento nunca se hizo esperar para los asesinos del
pueblo que aún hoy tienen sus calles, sus plazas y monumentos inmensos.
Sólo “porque nos hemos acostumbrado a la historia oficial”.
“Por eso hemos iniciado una campaña contra (el general Julio Argentino)
Roca, que es un racista insoportable en todos sus escritos, siempre trata
de salvajes y bárbaros a los pueblos originarios. Y después del estudio
profundo que hizo la Universidad de Buenos Aires de antropología donde
señala que el 56% de los argentinos tiene sangre de los pueblos
originarios, a través del criollo principalmente, bueno, no es posible, es
una falta de respeto a la mayoría del pueblo que le sigamos haciendo y
guardando monumentos a ese genocida”, se quejó Bayer.
Y esa iniciativa incluyó la creación de “Awka Liwen”, una asociación que
organizó para decir la verdad sobre la Campaña del Desierto, “de sus
crímenes y de su final que fue la repartición de tierras entre los grandes
estancieros”.
“Lo dice el decreto, se puede leer en el Archivo General de la Nación.
¿Quién era el presidente de la Sociedad Rural? El señor Martínez de Hoz,
que va a recibir de Roca 2.500.000 hectáreas nada menos. Bisabuelo directo
del Martínez de Hoz que va a ser ministro (de Economía) de la dictadura de
la desaparición de personas de Videla. Es decir, ¡cómo se mantiene el poder
en la Argentina!”, exclamó el escritor.
La violencia, la democracia y los genios
El autor de “Los anarquistas expropiadores” siempre sostuvo que no hay
violencia de abajo si no la precede una fuerza similar desde arriba. Citó
el caso clásico, un hombre de familia con un trabajo que le permite tener
un techo digno, enviar a sus chicos a la escuela, salir los domingos a
pasear, “no va a salir a la calle a romper vidrios ni hacer cortes ni a
poner bombas. La gente hace esas cosas cuando realmente encuentra una
enorme injusticia en la sociedad”.
“Como ahora con el 3,5% de niños bajo el nivel de desnutrición como dicen
las estadísticas oficiales, no lo dice algún partido de izquierda. Tenemos
que hacernos la idea de que no hay una verdadera democracia mientras haya
niños desnutridos, y menos en este país tan rico en alimentos. Como tampoco
hay verdadera democracia cuando hay barrios de lujo como lo vemos en
nuestras ciudades y villas miseria cada vez más grandes”, relató.
Siguieron sólo preguntas: “¿Qué hacemos los argentinos? ¿Nos conformamos
con poner el papelito cada cuatro años y con eso nos creemos democráticos?
¿O realmente el papel nuestro de verdadera democracia es salir a la calle
en la protesta cuando vemos injusticia en nuestra sociedad?”.
Como ya se dijo, esto toca especialmente a los intelectuales: “Por eso me
dio mucha pena que intelectuales como Jorge Luis Borges, por ejemplo, un
genio de la literatura -quien lea solamente el cuento “El hombre de la
esquina rosada” lo va a ver -. Fue un genio, pero no un sabio”.
“Ese Borges aceptó la condecoración de Pinochet en la embajada chilena en
Buenos Aires y dijo esa frase ‘Chile, ese país que tiene forma de espada…’.
Nadie se había dado cuenta que Chile tiene esa forma pero Borges sí, porque
era un genio. Pero no era tonto, ¿por qué lo dijo? Quiso decir: si Chile
tiene forma de espada, está bien que esté gobernada por militares. Aceptó
la condecoración del dictador más barato que tuvo Latinoamérica, entonces,
no todo genio es un sabio”, insistió.
La memoria patagónica
El 27 de enero de 1923 el anarquista alemán Kurt Gustav Wilkens esperó al
teniente coronel Varela en la calle, le arrojó una bomba -“los anarquistas
hacían esto porque decían que esa figura era la explosión de la ira del
pueblo”- y luego le pegó seis balazos. Primera escena de La Patagonia
Rebelde.
Wilkens será asesinado en la cárcel dos meses después. Varela era el
fusilador de 1500 peones rurales patagónicos. Un crimen de lesa humanidad
ordenado por el gobierno radical de Hipólito Yrigoyen.
“Hoy hemos podido marcar todas las tumbas masivas en Santa Cruz, recordando
esa época. A José Font, el gaucho entrerriano que salió a defender a los
peones, llamado por ellos Facón Grande, fue fusilado en Jaramillo. A pocos
metros del lugar de su fusilamiento se levanta esa estatua en medio de esa
pampa inmensa del norte santacruceño”, comentó Bayer.
Hay más: “En Puerto San Julián se levanta el monumento a Albino Arguelles,
ese dirigente obrero fusilado por el capitán Anaya en la entrada del
pueblo. Y acabamos de inaugurar el monumento a Ramón Outerello, otro de los
dirigentes obreros fusilados por el Ejército argentino. Las tumbas masivas
tienen ahora una placa al igual que el monumento en la de los Braun
Menéndez donde se calcula que hay 220 peones obreros fusilados”.
Ante tanto recuerdo, su principal difusor e impulsor sentencia que “la
ética en la historia triunfa finalmente”.
Por la otra parte, ni siquiera en ningún cuartel hay placas recordando a
los represores. “Y el teniente coronel Varela está enterrado en el panteón
militar de la Chacarita y su tumba tiene una que como documento histórico
lo dice todo: ‘La comunidad británica de Santa Cruz al teniente coronel
Varela que supo cumplir con su deber’. La comunidad británica. Los
estancieros lo reconocen. Basta solamente esa placa”.
La lotería al revés
Bayer aseguró que si hay juzgamiento a algunos de los genocidas de la
última dictadura militar se debe a las históricas marchas de las Madres de
Plaza de Mayo y al trabajo de los organismos de derechos humanos: “Sino
nada hubiera pasado al igual que con los crímenes de las dictaduras
anteriores”.
“El general Uriburu murió en París, como el tango. Fue el embajador
argentino a velarlo y lloró ante el féretro del dictador fusilador que
había sido Uriburu, el primer golpista que tuvo la Argentina. Hoy tiene una
tumba increíble en la Recoleta y, para sorpresa de todos, tiene un
monumento en la entrada a la ciudad de Azul. Así somos los argentinos, le
hacemos monumentos a los tiranos”.
En ese sentido recordó que hay una ciudad en la provincia de Buenos Aires
que lleva el nombre del coronel Rauch. “Contratado por Rivadavia, un
mercenario, un oficial prusiano que vino con un alto sueldo -como dice el
decreto- para exterminar a los indios ranqueles. No nos dice Rivadavia por
qué hay que exterminarlos”.
“En el Archivo General de la Nación están los comunicados de este oficial
europeo, cristiano y occidental. Leo el primero nada más: ‘Los ranqueles no
tienen salvación porque no tienen sentido de la propiedad’. Fíjense qué
profundo. Claro, porque nosotros venimos al mundo para tener propiedades
sino para qué vamos a venir. Qué sabio…”, se burló el periodista.
En 1963, Bayer dio una conferencia en ese pueblo y propuso que le cambiasen
el nombre por el de Arbolito, el indio que le boleó el caballo, hizo caer
al “orgulloso oficial europeo” y le cortó la cabeza. “Qué salvaje ¿no?
¿Cómo se va a matar a un oficial europeo contratado oficialmente por el
gobierno de la Nación?”.
Tras su propuesta todo el mundo “rajó” salvo dos ancianos que quedaron en
primera fila y sólo atinaron a aplaudir sin sonido. A su vuelta a Buenos
Aires quedó inmediatamente detenido.
“Hay que estar bien informado en la vida antes de decir las cosas. ¿Quién
era el ministro del Interior en 1963? El general Juan Enrique Rauch,
bisnieto directo de aquel europeo Federico Rauch. Hay que tener mala
suerte, es como sacarse la lotería al revés”, advirtió el escritor.
Pero la historia no terminó allí. Bayer estuvo 63 días preso, “me enviaron
para humillarme a la cárcel de mujeres… no voy a dar detalles pero no la
pasé mal”, cerró.
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