Opinión desde el Centro Mandela
Para entender que el dengue no es “de ahora”
Por Rolando Núñez
¿Por qué el dengue en el Chaco?
En cualquier guía de manejo de dengue, rutinariamente se mencionan como
causas generadoras de esta enfermedad a los factores sociales, sanitarios,
culturales y ambientales urbanos; nunca, o casi nunca, se mencionan a los
factores ambientales generales y a los institucionales.
Los ambientales generales son muy importantes; esto podemos entenderlo si
recordamos que la epidemia explotó masivamente en el antiguo domo agrícola
del Chaco, con epicentro en Sáenz Peña, y en el sudoeste chaqueño, con eje
en Charata, ciudad insignia de la soja transgénica. El glifosato, el
endulsofán y los restantes plaguicidas y fertilizantes utilizados en el
cultivo de la soja RR, en cócteles cada vez más potentes, han generado una
formidable presión ambiental negativa porque han eliminado los predadores
de los huevos, de las larvas y de los mosquitos vectores.
El factor institucional nunca es neutro; en el caso de la actual epidemia,
el Estado estaba en virtual estado de inacción, casi completo. Las
vacaciones anuales del mes de enero y de la primera quincena de febrero
coincidieron con la etapa preepidémica inmediata; esto se sumaba a la falta
de vigilancia epidemiológica y de controles, que inevitablemente produjo la
caída de los programas y acciones de prevención del dengue. En definitiva,
todos los factores señalados facilitaron y auspiciaron la epidemia de
dengue.
Se sabe que el dengue es una vieja endemia en el Chaco. El virus circula
hace once años, mientras que el vector (mosquita adulta) está entre
nosotros desde hace veinte años, de manera que tuvimos tiempo para aprender
y aplicar las reglas mínimas de vigilancia epidemiológica, hasta elaborar
un eficiente sistema de controles y de prevención de esta enfermedad; sin
embargo, no aprendimos nada, o casi nada. La epidemia así lo demuestra, de
manera contundente.
La explosividad y masividad de la epidemia puso al descubierto todas las
grietas y las innumerables fallas institucionales, políticas, sanitarias,
sociales, culturales y comunitarias de los chaqueños. El dengue es la
prueba de carga que logró sincerar el hecho concreto de que los chaqueños
tenemos gobiernos, pero no quienes administren y gestionen de manera
eficiente. Para confirmar todo esto basta con recorrer los discursos del
actual gobierno y de la oposición. Los primeros se autoponderan porque han
hecho “absolutamente todo en materia de prevención”, relativizando o
minimizando los verdaderos alcances sanitarios y sociales del dengue,
mientras que los rivales multiplican y dramatizan sobre las consecuencias
de la epidemia. Ninguno de los dos dice la verdad. Mientras tanto, la
población enfermó de dengue y se produjeron algunos fallecimientos; y lo
peor, es que hasta la fecha no sabemos exactamente cuantos enfermaron de
dengue y cuantos murieron por nexo directo o indirecto.
Si estuviéramos en un país y en una provincia serios, la información
recogida sería considerada científicamente como muy valiosa; y su estudio
debería convertirse en una bisagra transformadora, de manera tal que nos
permitiera en el futuro establecer nuevos programas y planes de vigilancia,
control y prevención del dengue, como tarea continua e ininterrumpida que
se debe llevar adelante a lo largo de toda la década que sigue.
Esto se lograría a través de una correcta investigación epidemiológica,
estudiándose caso por caso las historias clínicas de los enfermos por
laboratorio, por nexo epidemiológico y sintomático, mientras encaramos la
tarea de localizar a los asintomáticos, lo cual se puede alcanzar
universalizándose los estudios serológicos de las poblaciones expuestas a
la epidemia. Todas estas comunidades deberían ser estudiadas y notificadas
en el caso de arribarse a resultados positivos de laboratorio, de modo que
podamos entrenarnos en la prevención luego de la primer infección, dotando
a cada chaqueño de los conocimientos apropiados para defenderse de la
picadura del mosquito, haciéndose entender que la segunda infección conduce
al dengue agudo o grave, en el cual el riesgo de vida aumenta y se potencia
de manera extraordinaria.
Es comprensible que esta tarea pendiente, que ya debería haberse iniciado,
sincerará los verdaderos alcances de la epidemia porque a través de la
comprobación científica se determinará el universo completo de enfermos de
dengue y de fallecimientos producidos en el curso de la actual epidemia, lo
que pondrá en evidencia todo un sistema de responsabilidades incumplidas de
los sucesivos funcionarios públicos de Nación y de Chaco que estuvieron y
están vinculados con el sistema sanitario y social.
Si buscáramos las verdaderas causas que determinaron que el dengue se
transformara en epidemia en el Chaco, las encontraríamos. No sería una
tarea imposible, ni difícil. Echar la culpa del dengue al virus (y mucho
más al mosquito) es la expresión de una actitud notablemente reductiva e
inconducente para resolver el problema y para encontrar las causas de la
epidemia.
Las evidencias demuestran que para que circule un virus, necesita de las
condiciones favorables. Si bien tienen gran capacidad de supervivencia,
dependen de tres factores para circular: necesitan una casa (el ambiente
propicio), comida (los nutrientes) y una “zona liberada” (inmunología
ineficiente). Estos tres factores abundaron y abundan en el Chaco; por lo
tanto, causaron la epidemia.
Esta es la respuesta de por qué el dengue se transformó en epidemia en
nuestra provincia. La epidemia se desató porque el virus encontró casa,
comida y zona liberada.
Resistencia, 5 de mayo 2009
Rolando Núñez es coordinador del Centro Mandela DD.HH.
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