Los dueños de la información
Ricardo Vicente López

En pequeño Artículo 3

Continuando en la línea de la nota anterior, debemos avanzar
sobre alguna información que nos habilite a hacer algunas reflexiones
sobre el problema que nos ocupa: los delitos cotidianos. Puede
parecer que estoy evadiendo su análisis. Sólo quiero llegar a él con
mejores instrumentos para comprender el meollo de la cuestión.
En un trabajo periodístico de Diego Olivera, después de denunciar
la concentración de medios en pocas manos, se incursiona en el
detalle de nuestro país: “En Argentina, los medios de comunicación
están controlados por pocas familias. Por ejemplo, la poderosa cadena
de Telefé, está controlada por Editorial Atlántida del Grupo de la
familia Vigil y por New Corporation del empresario australiano Rupert
Murdoch. Lo mismo el Grupo del Diario Clarín, con inversiones en los
países vecinos, encabezado por Ernestina Herrera de Noble, Héctor
Horacio Magnetto, José Antonio Aranda y Lucio Rafael Pagliaro, y el
18% restante está en manos del banco de inversión estadounidense
Goldman Sachs. Así, el Diario La Nación, otro de los grandes grupos
argentinos, es propiedad de Matilde Noble Mitre de Saguier en un 66%
y en un 10% por Bartolomé Mitre”. 
Podríamos ironizar sobre la vocación patriótica y democrática de
este grupo de “familias patricias”, pero la gravedad del problema no
admite tal talante. Es necesario agregar la siguiente información que
este periodista nos proporciona para llegar a un entendimiento más
acabado de lo que estamos tratando: “La inversión publicitaria de
Latinoamérica en 2005, en los 9 países relevados, fue de
13.575.690.000 de dólares. Brasil se ubicó como el país con mayor
participación de la inversión publicitaria en Latinoamérica con el
42% a valor dólar, siguiendo México con el 22, Argentina con el 10,
Colombia con 9, Chile y Venezuela con 5, Ecuador con 4, Perú con 2 y
Uruguay con 1. En todos los casos, existe una clara preponderancia de
la televisión y los diarios como receptores de esa inversión”.
Deberíamos parafrasear las palabras de Clinton a Bush padre en el
debate televisivo antes de los comicios: “Se trata de los negocios,
estúpido”. Efectivamente, se trata de negocios, no de información
genuina y verdadera. Para ilustrar la gravedad del tema, baste
señalar que la Declaración de Principios sobre la libertad de
expresión de la Organización de Estados Americanos (OEA) tan sólo
invita a los gobiernos a manejar las concesiones de permisos con un
criterio democrático, que evite la conformación de monopolios y que
contribuya a la participación más amplia de los ciudadanos en el uso
de esos espacios públicos, con las consecuencias a la vista.
Un camino posible a transitar -que en nuestra ciudad no ha sido
utilizado en todo su potencial- son los intentos en el continente de
crear y desarrollar radios y periódicos comunitarios. Se corre el
riesgo de tener “dificultades” con las autoridades, y en muchos
países deben enfrentan la represión. Pero en el nuestro, en que tal
cosa no sucede, nos encontramos con una “profunda vocación” por
funcionar “a imagen y semejanza” de los medios concentrados,
repitiendo formatos, mensajes, tipo de información. Por caso, una
gran parte de los programas periodísticos de las FM comienzan el día
leyendo La Nueva Provincia, qué mejor información, sana y veraz.