Ante la horrorosa situación que tiene que vivir una chica con retraso mental que fuera violada y como consecuencia de eso resultara embarazada, se responde desde la sociedad no con la ley sino con los pareceres y sentires, que con derecho pueden ser expresados, pero que no pueden acallar a la ley.
El Código Penal es claro al establecer que “si el embarazo proviene de una violación o de un atentado al pudor cometido sobre una mujer idiota o demente, el aborto no es punible”.
Pero el debate se abre igual, y todos opinan y hasta los más silenciosos actores de la comunidad se ubican en tal o cual lugar: el tema del aborto es uno de los temas que divide las aguas aún entre los que más cercanos nos sentimos en cuanto a las creencias religiosas o filosóficas.
Lamentablemente, existe una realidad que nuestra sociedad parece no estar dispuesta a discutir y que va mucho más allá de este caso puntual: el tema de la legalización del aborto.
Años de posponer el debate, avances minúsculos en cuanto a la educación sexual y reproductiva, reticencia de diversos sectores a madurar las ideas, poca información, la negativa a pensar que tal vez deba existir un cambio, el sometimiento de la libertad a los deberes como parte de un grupo determinado… Todos estos factores montan un cuadro de situación que dan como resultado las prácticas ilegales, el peligro de muerte, la culpa, la muerte de miles de mujeres y el negocio de unos pocos.
Año 2008. ¿Por qué genera tanto temor en esta sociedad patriarcal el otorgar legalmente la libertad a la mujer para decidir sobre su cuerpo? ¿Qué intereses ocultos impiden a una sociedad avanzar en el camino de aceptar y proclamar la soberanía de una mujer sobre su cuerpo? ¿Cómo se entiende el derecho humano hacia la libertad y hacia la vida?