La vida secreta de las palabras

Guión y dirección: Isabel Coixet
Fotografía: Jean Claude Larrieu
Música: David Julyan
Origen: España – 2005
Calificación: Sólo apto para mayores de 13 años
Intérpretes: Tim Robbins, Sarah Polley, Javier Camara, Julie Christie,
Steven Mackintosh

El presente de la cinematografía española no es muy bueno, pero varios
directores, con Almodóvar siempre a la cabeza, le siguen dando cierto
brillo. Entre esos profesionales está la barcelonesa Isabel Coixet, a la
que su destacada participación en el cine publicitario le ha permitido
desarrollador una interesante carrera internacional.
La vida secreta de las palabras fue filmada en inglés con actores de
diferentes procedencias, aunque no se trata de una de esas extrañas
mezcolanzas que suelen ser las coproducciones. Todo lo contrario. Coixet ha
querido juntar en un lugar tan impreciso como una plataforma petrolera en
medio del mar, a un puñado de solitarios reunidos por la causalidad o por
el empuje de sus peculiares obsesiones.
Una de ellos es Hanna (Sarah Polley), una joven introvertida y
escondida en sus rutinas que en vez de recibir con alegría sus vacaciones,
consigue un puesto temporal en una lejana plataforma marítima: ser la
enfermera de Joseph, un hombre que ha sufrido serias quemaduras y no puede
ver. Y a pesar de lo poco propicio de las circunstancias, y de sus
caracteres disímiles, se establece una conexión entre ambos, que ira
profundizándose con los diálogos, hasta que intercambien sus más dolorosos
secretos.
Un drama intimista y revelador, que se apoya totalmente en las
maravillosas actuaciones del norteamericano Tim Robbins y la canadiense
Sarah Polley -que protagonizó la anterior película de la directora: Mi vida
sin mi (2003)- y en el crescendo de la tensión interna de la trama. Lograda
por la conjunción de la atmósfera enrarecida que Coixet crea con imágenes
estupendamente fotografiadas; de una sabia musicalización -no hay banda
original-; y de un particular uso del relato off.
Una pena que se haya incluido una innecesaria secuencia aclaratoria
-jugada por Robbins y Julie Christie – que el espectador sensible resiente
por redundante, y arruina parte del climax.
Aun así, se trata de un film estupendo que aborda temas importantes
como el amor y el dolor, sin concesiones ni golpes bajos.