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La verdadera inseguridad

La verdadera inseguridad
“Queremos anticiparnos a los escuadrones de la muerte”

El fiscal Hugo Cañón y Ana Cacopardo, presidente y directora de la Comisión
Provincial por la Memoria respectivamente, junto a la antropóloga
especialista en Niñez Belén Noceti y Cristian López Toledo -testimoniando
en primera persona- formaron el panel que disertó en Colón 80 bajo la
consigna “Menores en riesgo: planteo para abordar soluciones”.
La actividad pidió una actitud más militante y de mayor compromiso
“acudiendo a lo mejor que tenemos como seres humanos” para contrarrestar el
discurso represivo de las autoridades provinciales que nuevamente buscan
solucionar la violencia social bajando la edad de la imputabilidad de los
menores.
“Desde la Comisión queremos anticiparnos a que aparezca el primer chico
muerto en un zanjón por escuadrones de la muerte. Intuimos, presentimos y
de la conclusión de los análisis se deduce, vamos hacia ese terreno, vamos
hacia ese camino de los escuadrones de la muerte”, advirtió Cañón.

Los extremos de la brecha
Ana Cacopardo inició su presentación mostrando una serie de fotos de
rostros de un grupo de jóvenes bautizados por los noticieros televisivos
como “la banda de Plaza San Martín”. En esa plaza céntrica de La Plata vive
alrededor de una decena de jóvenes y niños de entre 8 y 17 años de edad.
“Niños con gravísimos problemas de adicción podían fácilmente jugar con un
oso de peluche, ponerse a hacer un dibujo o agarrar un fierro y asaltar un
comercio”, relató la periodista. La respuesta estatal fue policial “en
operativos casi clandestinos”.
En octubre, un integrante de este grupo agrede a otro niño. “Pedro, de 12
años, vendía flores en el centro de Plaza San Martín, fue agredido con un
cuello de botella y a los dos días muere en el hospital. El tío de Pedrito
dijo ‘Aquí hay dos víctimas: Pedro y el chico que lo atacó’”.
“Cada una de estas historias encarna un dato central de la Argentina de
hoy, niveles de exclusión y fragmentación inéditos. Dos generaciones (…)
que nacieron en familias desintegradas, sin contacto con la escuela, la
salud, un club de barrio, con todo aquellos que nos contiene y nos
constituye personas. Son los hijos y nietos de los noventa”, sostuvo.
Recordó los dichos de Scioli acerca de los “400 mil jóvenes” que están sin
trabajo ni acceso al estudio. “Lo dijo en un contexto preciso, cuando
anunciaba su iniciativa de bajar la edad de imputabilidad de los pibes. Y
hubo otro contexto: el del crimen del ingeniero Barrenechea en San Isidro.
Fue muy cerquita en el tiempo el crimen de Barrenechea y el de Pedrito,
pero claro, como en este país hay muertos de primera y de segunda, lo de
Pedrito apenas fue nota en el diario local de La Plata. No pasó lo mismo
con el crimen de Barrenechea”.

El riesgo lo generamos los adultos
Noceti comentó una serie de historias de vida reflejadas en una de sus
investigaciones donde se destacan las consecuencias que sufren pibes y
pibas tras su paso por las instituciones que los llevan a comer debajo de
una mesa por años porque en algún momento les robaban la comida del plato,
y las formas de egreso que comprendían fugas, pagos por parte de celadores
o celadoras para que escapen y sólo “un caso de 17 egresó con una familia”.
Explicó que “esto significa que la institución estaba muy abocada en
conseguir cosas para seguir subsistiendo y por eso no trabajaba para el
egreso. Significa generar adultos en riesgo (…) tránsitos en el filo
continuo de lo que es vivir y no vivir. Los chicos llegaban a la mayoría de
edad y había que sacarlos del hogar”.
“Directamente salían en una situación en la cual el chico
institucionalizado desde los tres años está acostumbrado a tenerlo todo, a
no generar las estrategias de supervivencia y si eso no está pensado desde
los que dirigen las instituciones estamos ante un grave problema. Y peor
aún si estas instituciones reciben becas del Estado. Y peor aún si los
funcionarios del Estado no se dedican a observar que dentro de esos hogares
deben existir proyectos de vida para esos chicos”, agregó.
La antropóloga detalló que nuestros riesgos tienen que ver con seguridades
de vida que deben partir de nuestra cultura y además tiene que estar
consensuada con toda la población y no “que para que yo esté seguro haya
otros que tengan que vivir al filo todos los días. (…) Estamos ante la
tercera generación de planes sociales, personas que no tienen ni idea de lo
que fue la cultura de la inclusión social a través del trabajo. Entonces no
le pidamos peras al olmo. Hagámonos cargo”.

Exterminio implícito
Para el fiscal Cañón, costó muchísimo trabajo revertir la tendencia al
encerramiento “en estas jaulas de seres humanos que son las cárceles de la
provincia” luego de las políticas represivas dictatoriales y algunas
“democráticas” como las del gobierno de Carlos Ruckauf “cuando hablaba de
meter bala al delincuente”. Ahora Scioli y compañía.
“Advertimos en la actualidad una tendencia a la polarización, con una
acérrima defensa de la represión frente a la muerte del ingeniero blanco de
barrio residencial y el olvido y desprecio por la muerte del inexistente
chico de la Plaza San Martín porque se duda si tiene la calidad de ser
humano”, afirmó.
Aseveró que “estadísticamente la cantidad de niños en estado de desamparo
dobla la de los adultos. Y esta cifra negra que nos dejaron estas décadas
infames recientes de políticas privatizadoras y de desguace del estado y
destrucción social para hacer una Argentina para pocos llevó a esta
situación crítica que conduce a estos gobernantes a actuar sobre el efecto,
la aparición y en función de los ciudadanos blancos contra el negro, el
marginal, el pobre, el excluido”.
Entonces ¿qué hay que hacer?: “Enjaular, exterminar, aceptar la posibilidad
del exterminio implícito a través de los grupos policiales o
parapoliciales”.
Tras recorrer la secuencia de ataques recibidos por integrantes del
Movimiento de los Chicos del Pueblo informó que las sospechas de la
Comisión descartan la casualidad, “no es un grupo aislado de operadores
dentro del sistema que tenga que ver con los grupos policiales en activo o
en retiro –que se vincula con la desaparición de López como referente
histórico concreto- sino que tiene esta connivencia respecto al mundo de
los punteros políticos, sobre todo en el conurbano, en esta complicidad con
los sectores policiales”.

“El Estado se caga en nosotros”
Cristian, padre de cuatro niños, hermano de once con madre sola que los
mandaba a juntar huesos al barrio para venderlos en el chatarrero y así
“comprar polenta y cebolla que era lo que comíamos”, relató que un día fue
por un cuarto de yerba y un cuarto de azúcar sueltos, con el vuelto se
compró dos alfajores para paliar el hambre y cuando se dio cuenta “que mamá
me iba a cagar a palos porque no llevaba el vuelto, no volví más”.
Conoció la droga, el poxirán, cayó preso por vagancia, estuvo dos años en
un instituto en San Martín hasta que pudo escapar, “siendo maltratado, si
no cantaba el himno y la marcha de San Lorenzo a las cinco de la mañana,
nos pegaban, nos tenían haciendo ejercicio durante todo el día, todo muy al
estilo militar”.
Después de todo eso, lo volvieron a encerrar y se volvió a escapar hasta
que fue preso nuevamente, ya no por vagancia sino por robo, “ya tenía un
resentimiento hacia la sociedad, hacia las personas, porque nadie me había
dado la mano, nadie me había protegido y quizás lo que yo necesitaba era un
poco más de afecto o un consejo más que una paliza”.
“Me fui forjando un chico resentido, con odio y lo único que aprendí fue a
hacer daño”, siguió. La cárcel era igual a los reformatorios, “nadie se
reforma ahí (…) de todos los chicos que conocí cuando tenía nueve años, si
no fallecieron por la droga o el HIV, están presos (…) encerrados,
resentidos y siempre planeando qué vamos a hacer cuando salgamos, a cuántos
policías vamos a matar y todo lo que se planea ahí”.
Dijo que “uno no piensa otra cosa que salir y ‘revanchar’ por lo que nos
hicieron. Porque más allá de la condena que el juez nos da, el servicio
penitenciario te condena aparte a vivir sin derechos de onda, porque les
gusta, porque somos negros, porque somos pobres, estamos tatuados o no
tenemos estudios”.
“Todo lo que pasé de chico me fue formando la persona que soy, la culpa
toda mía no fue. Fue del Estado que hizo cagar de hambre a mi familia
durante tantos años, si de alguno de ustedes se queda sin laburo va a
comprar un kilo de azúcar y a la mañana sale un peso y la tarde diez, te
vas a poner nervioso, le vas a gritar a tu esposa, no vas a tener paciencia
para con tus hijos, que era lo que pasaba en mi casa”, afirmó.
Entonces, “el hambre no le dejaba pensar a nadie. No es culpa de mi mamá
porque ella trabajó toda la vida, es del Estado porque se cagan en la vida
de cada uno de nosotros, no le importa un carajo si los pibes mañana van a
ser chorros, prostitutas o asesinos. La miseria que pasa la gente en las
villas lleva a que un pibe agarre un arma y salga a robar, que mate al
padrastro, a la mamá y les prenda fuego a todos en la casa porque no
aguanta ver tanta miseria”.

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2011-10-25 10:11:13
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