La musa

El último estreno de una actriz de raza.

El film La mujer sin cabeza de Lucrecia Martel tiene un valor agregado: la
actuación de María Vaner, a la que su reciente deceso convirtió en la
última -participó en Ciudad Invisible (Pietro Silvestre, 2008) pero al ser
un mediometraje su difusión será mucho más restringida- de su filmografía.
Nació en España como María Luisa Aleandro, pero llegó muy niña a la
Argentina con sus padres María Luisa Robledo y Pedro Aleandro, fundadores
de una dinastía de actores que incluye a su hermana Norma Aleandro.
En la adolescencia, ya como María Vaner, fue modelo publicitaria y comenzó
a actuar. Destacó en El secuestrador (Leopoldo Torre Nilsson, 1958), su
primer film, por el que mereció el premio a Revelación Femenina.
Inmediatamente se convirtió en musa de los jóvenes directores de la
Generación del ‘60, protagonizando films inolvidables como Prisioneros de
una noche (David José Kohon, 1960), Tres veces Ana (David José Kohon, 1961)
o Los Jóvenes Viejos (Rodolfo Kuhn, 1962), entre otros.
Y fue el motivo por el cual uno de los autores más destacados del cine
argentino comenzó a dirigir. Cada vez que le preguntan por sus comienzos,
Leonardo Favio cuenta que conocer a María lo deslumbró y deseó
impresionarla realizando su primer corto.
Luego, colaboraron en Crónica de un niño sólo (1964) y en El romance del
Aniceto y la Francisca (1966), momento culminante en la carrera de Vaner.
Los años de la dictadura y algunos problemas de salud descontinuaron sus
trabajos, pero a partir de los ‘80 tuvo varios secundarios en films
interesantes, como en la reciente Cara de queso (Ariel Winograd, 2006).
En La mujer sin cabeza interpreta a la Tía Lala, una anciana que entre
desvaríos revela algunas verdades incómodas.
Despedida honrosa, para una vida dedicada a la actuación.