La dama en el agua

Título original: Lady in the Water
Dirección, guión y producción: M. Night Shyamalan
Fotografía: Martin Childs
Música: James Newton Howard
Origen: USA – 2006
Calificación: Sólo apta para mayores de 13 años
Intérpretes: Bryce Dallas Howard, Paul Giamatti, Bob Balaban, Jeffrey
Wright, M. Night Shyamalan

En La dama en el agua Shyamalan cambia su género favorito hasta el momento
-el terror psicológico- por el fantástico, insistiendo sin embargo en sus
temas recurrentes: el bien, el mal y sobre todo la fe.
La trama se presenta como un cuento tradicional “de hadas” o más
ajustadamente “de ninfas”, ya que una de ellas llamada Story -literalmente
“cuento” en inglés- abandona su Mundo Azul en las profundidades del mar,
para revelar un secreto importante a la humanidad.
Pero como depositario de ese secreto elige a Cleveland, el retraído y
tartamudo encargado de mantenimiento de unos edificios habitados por gente
en apariencia tan insignificante como él mismo. Hasta que la oportunidad de
ayudar a tan luminoso ser, les descubre a todos su propósito en la vida.
Como el director desliza en uno de los diálogos, para disfrutar de la
fantasía en general y la de este relato en particular, hay que tener mirada
de niño y dejarse arrastrar por el “Había una vez…”.
Quien no lo logre se quedará afuera, con la sensación de que se trata de un
bodrio, y añorando Sexto Sentido (1999). Algo que el director prevé
socarronamente incluyendo el personaje del crítico de cine, del que se
venga en una escena hilarante. Creer o no creer, hace la diferencia en la
percepción, y el consiguiente juicio de valor sobre el film.
Como siempre en la filmografía de Shyamalan, los aspectos formales
-encuadre, montaje, sonido, música, fotografía- se han cuidado
concienzudamente. Y las interpretaciones son aceptables, destacando las de
Bryce Dallas Howard –heroína de La aldea- como Story, y Paul Giamatti como
Cleveland, por su acierto.
Párrafo aparte merece la del propio director, que esta vez excede el
ejemplo de su admirado Alfred Hitchcock, asignándose un secundario de peso,
pero irritante por su costado mesiánico. Aunque sería deseable que fuera
una broma al estilo de las que juega en el mocumentary -documental en broma-
El secreto de M. Night Shyamalan (Nathaniel Kahn; 2004).
Los fanas satisfechos, aunque las opiniones encontradas respecto de la baja
en la calidad de sus trabajos, podrían quitarle su lugar de niño mimado de
la industria cinematográfica “americana”.