La cámara oscura

Dirección: Maria Victoria Menis
Guión: María Victoria Menis, Alejandro Fernández Murray
Fotografía: Marcelo Iaccarino
Música: Marcelo Moguilevsky
Origen: Argentina – 2008
Intérpretes: Mirta Bogdasarian, Silvina Bosco, Fernando Armani, Patrick
Dell Isola, Carlos Defeo
Calificación: Apta para todo público

La cámara oscura es un film inusual no sólo dentro de la filmografía de la
directora María Victoria Menis, sino también dentro del panorama actual de
la cinematografía argentina.
En este cuarto largometraje -el inmediatamente anterior fue El cielito
(2003)- Menis aborda por primera vez un texto ajeno, el cuento homónimo de
la escritora Angélica Gorodischer, tomando el riesgo de una siempre
compleja y onerosa ambientación de época.
La protagonista absoluta es Gertrudis, que nace en 1892 en el momento
exacto en que su familia de inmigrantes rusos llega al puerto de Buenos
Aires huyendo de los pogroms contra los judíos.
Se instalan en Entre Ríos, prosperan y Gertrudis debería haber tenido una
infancia feliz, pero… es fea. Al menos no es tan bonita como su madre
hubiera deseado y aprende a mantenerse alejada de las miradas ajenas y
refugiarse en sus fantasías.
Para 1929, ha pasado de ser ignorada por su familia de origen a ser
ignorada por su marido y sus hijos. Pero a la estancia llega Jean Baptiste,
un fotógrafo francés que además de hacer las tomas que le han encargado,
nota su sensibilidad y su sentido estético, provocando cambios en su vida.
Un relato lineal filmado de una manera muy clásica, que desmiente ese
clasicismo con varias osadías: las fantasías infantiles de Gertrudis se
plasman en una animación -bello trabajo del reconocido plástico Rocambole-;
las composiciones surrealistas del fotógrafo en un corto al estilo de René
Clair y sus pesadillas de veterano de la Primera Guerra Mundial en material
de archivo.
Además de ese atractivo eclecticismo visual, La cámara oscura tiene una
notable interpretación de Mirta Bogdasarian, en su debut cinematográfico a
pesar de una larga carrera teatral. Un trabajo minimalista, ya que el
laconismo de su personaje la obliga a usar sólo la mirada y unos pocos
gestos. Y el trabajo del francés Patrick Dell`Isola -recordado por Rien à
faire (Marion Vernoux, 1999)- como su contraparte masculina.
Un relato entre el costumbrismo y la fábula, que deleita y aporta una
interesante reflexión sobre la tiranía de los modelos de belleza.