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En el Patronato de la Infancia

Mirta Colángelo nos recibió en su casa, donde charlamos un rato largo, al lado de la estufa, rodeados de todas las historias y el material que surge del taller Cuentos del Sol, del cual es coordinadora desde hace diez años. El trabajo es muchísimo y es difícil reflejarlo en pocas palabras.
Compartimos un poco de lo que surgió en esa charla.

Contanos cómo fue la experiencia, de haber trabajado tanto tiempo en distintos tipos de talleres hasta llegar al Patronato de la Infancia.
Yo tengo una larga experiencia en trabajo con niños, adolescentes y adultos. La Casa del Sol Albañil fue experiencia muy fuerte en mi vida, y creo que también muy significativa para la ciudad. Nosotros armamos un trabajo de “educación por el arte” que fue muy interesante, sobre todo con los niños. Les dábamos entre 4 y 5 horas semanales estimulados de manera interdisciplinaria. Llegaron a expresarse y a crear cosas increíbles. Pero en los años 90 se produce una crisis con todo lo que tiene que ver con el arte, los intereses apuntan a que hay que aprender computación e inglés y que eso va a dar posibilidades en el futuro. Lo que tenía que ver con el arte se corre, se corta, se achica, y bueno después de 10 años aquella experiencia (1986-96) se termina.
Cuando cerramos La Casa del Sol, Miguel Carra, que era el director del Patronato en ese entonces, me dio la posibilidad de empezar a dar un taller literario en el Patronato de la Infancia. Fue un contraste muy grande llegar a ese espacio, es muy difícil trabajar con niños en un espacio así, hay que tener una gran paciencia, hay que ser capaz de cambiar el rumbo, de darse cuenta qué cosas funcionan y qué cosas no. De pronto toda la experiencia que había acumulado, allí no funcionaba, tuve que empezar a trabajar con textos donde los temas de la vida y de la muerte estén arraigados fuertemente, los mitos, Quiroga. A la vez, también tuve que empezar a parar la oreja a las visiones del mundo que estos niños habían hecho, estas visiones en general no tienen cabida en ningún lado. Estos niños, a los que les cuesta mucho poder acceder a la letra y es muy ardua la construcción de su lectura, tiene unas visiones del mundo, de la gente, de los bichos, de las plantas, de la naturaleza, riquísimas. Si uno es capaz de incorporarlas y mixturarlas con la propuesta que significa ayudarlos a construir ese otro camino de la letra es muy interesante lo que logra.

Me interesó eso que dijiste del despertar estético que tienen los chicos a partir de su alineación en contraposición con los otros chicos.
Yo soy una educadora por el arte, creo fuertemente en la interrelación de áreas y creo que la educación debería encararse, aun en lo que es lo científico, desde el arte. Entonces, ¿qué hago? Aunque no soy especialista, intento crear relaciones con las artes plásticas, en el pequeño taller que tenemos, siempre hay reproducciones de pinturas, que no siguen un orden histórico sino que son hasta medio caóticas. Los chicos entran en relación con ese mundo, reconocen a los distintos pintores y se generan cosas maravillosas.
Por ejemplo, un día yo les traje una figura del David de Miguel Ángel, y les hablé a los chicos de la belleza del cuerpo y cómo Miguel Ángel pudo convertir una piedra en una obra de arte. Un día uno de los chicos dice: “¿Alguien hizo a la mujer?”. “No”, le dije. Entonces uno de los chicos dibuja con lápiz negro a una mujer de larga cabellera, sobre un pedestal que si ustedes ven tiene la inclinación del mismo David y se llama Morena y es la compañera del David. Estas cosas surgen con chicos que no tuvieron ningún contacto con el arte, ellos utilizaban los materiales con mucha libertad, por fuera de los estereotipos.

Son mecanismos de apropiación, de desacralización del arte.
Exacto, es lo que pasa al no tener una carga social, un prejuicio. Mirá lo que pasó con las tarjetas de Navidad: un día me dijeron que “los papanoeles de las tarjetas de Navidad que nos llegaron son todos iguales”. Que se dieran cuenta de eso, ya está, uno puede correrse, porque aprendieron a mirar, o por lo menos están cerca de mirar desde un lugar crítico. Entonces uno de los chicos propuso: “¿Podemos usar animales para nuestras tarjetas?”. “Cómo que no”, les dije, y entonces hicieron unas tarjetas hermosas, con un tigre, un cocodrilo, pájaros. Y las tarjetas decían, por ejemplo, “te regalo mi tigre comedor de bronca” y se la dio al hermano con el que se había peleado terriblemente. Otra decía: “Te regalo mi cocodrilo para que se coma todo tu dolor” y era para la madrina que se había quedado sin laburo.

¿Te tuviste que despedir de muchos chicos en todos estos años?
Eso es terrible. Porque muchos nenes están bajo la tutela del juez de menores, entonces yo por ahí voy un día y no están más, la mayoría de las veces no me pude despedir de los chicos.
Sin embargo, hay un grupo que está viniendo al taller desde hace varios años, y es ese grupo el que ha ido creciendo, teniendo la posibilidad de estar en distintos estadios del taller.
El destino no sé… pero yo creo firmemente que el arte además de abrirte la cabeza, de desnormalizarte, de producirte placer y conmoción, es reparador, en cualquiera de sus manifestaciones, el arte es reparador.

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2006-08-30 00:00:00
Etiquetas: Ría Revuelta.
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