El perfume

Título original: Das Parfum; Die Geschichte eines Mörders
Dirección: Tom Tykwer
Guión: Bernd Eichinger, Andrew Birkin, Tom Tykwer
Fotografía: Frank Griebe
Música: Tom Tykwer, Reinhold Heil y Johnny Klimek
Origen: Francia, Alemania, España – 2006
Calificación: Sólo apta para mayores de 16 años
Intérpretes: Ben Whishaw, Alan Rickman, Rachel Hurd-Wood, Dustin
Hoffman, Simon Chandler

En 1985 el escritor alemán Patrick Süskind alcanzó fama internacional
con su novela El perfume, uno de esos raros best sellers que conjugan
méritos literarios y ventas descomunales. De allí en adelante muchos
directores se interesaron en hacer la versión cinematográfica, pero
encontraron dos obstáculos casi insalvables: la reticencia del autor y
sobre todo la imposibilidad de ponerle imágenes a una trama basada en la
obsesión de su protagonista por los aromas.
Dos décadas después, Tom Tykwer finalmente sortea esos obstáculos,
respaldado por una millonaria coproducción europea, y a pesar de que el
estilo del director de Corre, Lola, corre dista mucho del de Stanley
Kubrick, por mucho tiempo el favorito del elusivo Süskind. Un proyecto en
el que Tykwer puso su evidente oficio, buscando plasmar una fascinante y
horrosa historia de obsesión.
En el mercado de pescados, el lugar más apestoso y mugriento de París
en el siglo XVIII, una mujer da a luz e inmediatamente abandona a un niñito
en apariencia débil. Es Jean-Baptiste Grenouille, que crecerá maltratado en
un orfanato hasta que tempranamente le llega la hora de comenzar a trabajar
como un animal de carga. Apenas habla, y los demás sienten incomodidad en
su presencia, porque Grenouille tiene algo excepcional: un olfato capaz de
distinguir cada aroma.
Coleccionar esos aromas es el único estímulo de su vida, hasta que en
una bella joven descubre el más sublime, y se obsesiona en destilarlo y
sobre todo preservarlo para sí, aunque implique matar para lograrlo.
Un thriller psicológico, que sigue a Grenouille (Ben Whishaw) y su
nariz absoluta, desde la oscura París hasta la florida Grasse recorriendo
los paisajes de Provence. Un recorrido casi pictórico, gracias a una
dirección de arte -este es uno de los casos en que las viejas etiquetas de
escenografía o ambientación quedan cortas- estupendas, al igual que la
música y el montaje.
Pero la parquedad del personaje principal y la notoria dificultad de
hacer visibles los aromas -sólo evitada en la deliciosa escena en que el
perfumista Baldini (Dustin Hoffman) prueba su nuevo perfume- dejan a la
acción demasiado deudora del texto original, algo que se advierte
fácilmente por el abundante relato en off y la pérdida de impacto de
ciertas escenas centrales, incluido el mismísimo final.
Una oda a la feromona -con un módico apunte sobre la fascinación de las
masas-, tan preciosista como morosa.