La Biblioteca Arturo Marasso, del Departamento de Humanidades de la UNS, ya cumplió su medio siglo de vida, pero muchos bahienses e incluso los universitarios desconocen tramos salientes su rica historia. En esta nota, EcoDias repasará sus orígenes, los primeros años y los nombres que marcaron su fisonomía.
Cuando febrero de 1956 se dio formal inicio al Instituto de Humanidades, la Universidad Nacional del Sur que hoy lo contiene como Departamento apenas estaba surgiendo. De inmediato, un puñado de nombres ilustres se propuso formar una biblioteca que contribuyera a la formación de la naciente comunidad. Entre ellos, sobresalía Héctor Ciocchini, quien promocionó su fundación y ofició como director de la misma hasta 1973.
La idea rectora era formar a los alumnos de Humanidades como investigadores, con una particularidad bastante interesante: (la intención de) que el Instituto de Humanidades fuera un centro de síntesis, cuenta a EcoDias Marcela Esnaola, segunda directora de la biblioteca desde la implementación del cargo, en 2001. Bajo su gestión se ha determinado una política tendiente a reconstruir la fisonomía de la dependencia en sus distintos aspectos y momentos históricos. Es por ello que todo el personal participa en la investigación de distintas áreas relacionadas a su ámbito de trabajo.
Integrar es dar sentido
La labor integral pretendía abarcar las áreas de las Letras, Antropología y Filosofía. Se buscaba superar la escisión del saber en especialidades inconexas. Una memoria de época, rescatada hace poco tiempo, lo evidencia: Hace falta aglutinar especialistas que sin dejar de serlo estén dispuestos a integrarse en una institución que dé sentido a su labor y supere sus inevitables limitaciones, dice. Corresponde a 1969. Para ese momento, la cantidad de volúmenes inventariados ascendía ya a 16 mil.
La actividad creadora que la tarea de integración conlleva se constituye, para Esnaola, en algo bastante inédito para la época en el país. El investigador de la Universidad de Buenos Aires (UBA) Juan Alfredo Vázquez concuerda: El instituto de Humanidades es único en su género en el país, y ejemplar por su condición integradora, apunta en su tratamiento bibliográfico sobre el tema.
Esta particularidad conduce a repasar la nómina de nombres que dieron vida a los primeros años de la Biblioteca de Humanidades, hoy ubicada en el subsuelo del edificio de 12 de Octubre y San Juan.
Los nombres y los hombres
Arturo Marasso fue un escritor, docente y crítico literario de relevancia en el panorama nacional de la especialidad. También, y entre otras cosas, fue profesor de Julio Cortázar en La Plata y promotor del naciente instituto que dio origen a la UNS, por entonces sito en la sede de av. Colón 80.
Junto a Ezequiel Martínez Estrada, Vicente Fatone, Antonio Camarero y el propio Ciocchini, Marasso contribuyó a gestar la idea de una labor investigativa y creativa integral entre las distintas áreas relacionadas a las ciencias humanas.
Llamado en todo momento maestro, cuya connotación trascendía a la del mero profesor universitario, Marasso realizó además un aporte bibliográfico de un valor importantísimo, que sigue utilizándose hasta el día de hoy, tal la referencia de la actual responsable de la biblioteca.
Una penosa enfermedad, sumada a una mala situación financiera, determinó que el escritor debiera vender 3.141 libros de su propiedad al flamante Instituto por un valor simbólico pero significativo para esa etapa de su biografía. La incorporación de este material -que incluye un libro autografiado por el propio Cortázar- marcó el inicio del inventario, y sigue siendo utilizado por docentes, estudiantes e investigadores hasta nuestros días.
A pesar de que debió desprenderse de este corpus, cuando en 1970 se impuso su nombre a la entidad, se reveló que en realidad, él estaba contento de que quedase en una biblioteca, para uso de profesores y alumnos y no que fuera vendida a un particular.
Durante el homenaje -que tuvo lugar en junio de ese año, dos meses después de la muerte del escritor y docente-, Antonio Camarero dejó su impresión sobre la personalidad de Marasso. Fue un Sócrates que vivía hasta hace muy poco en nuestro inmenso Buenos Aires, con similar misión del dios de la luz y la armonía para encontrar para sí y provocar en los demás la admiración por la íntima belleza de la naturaleza para llegar a la verdad esclarecedora de la esencia humana, declaró.
Aportes
Durante toda su historia, la institución incorporó material a su catálogo mayormente por medio de donaciones, provenientes de particulares, empresas privadas, entes de gobierno u organizaciones sin fines de lucro. El instituto Warburg, el Consejo Británico, la Embajada de Francia, la Fundación Ford y la Biblioteca Lincoln sumaron sus aportes y engrosaron el caudal en los estantes.
Dos años después de la fundación, en 1958, se registró el primer ingreso importante de libros con presupuesto propio. Contemporáneamente a ello, la biblioteca comenzó a mantener una correspondencia de canje con otras entidades a partir de las primeras ediciones de los Cuadernos del Sur, que datan de ese mismo año. Con su serie monográfica, se inician los intercambios. Para 1969, se compraban 82 revistas. El resto, llegaban por canje, precisa Esnaola.
Entre las donaciones más importantes, remarca, deben incluirse la de revistas Caras y Caretas y otra, que llegó a partir de un subsidio de investigación, la colección de los Diarios de Sesiones de Senadores y Diputados, que es un material documental importantísimo para investigación. Para las próximas semanas se espera la llegada de un aporte de la Academia Nacional de la Historia, que permitirá completar la colección.
Antes del Golpe
En 1973, con el regreso del peronismo al gobierno tras dieciocho años de proscripción, la Biblioteca de Humanidades cambia su nombre para pasar a ser parte del Instituto de Estudios del Tercer Mundo Eva Perón. Ese sello llevan aún muchos los libros incorporados antes del golpe militar de marzo de 1976.
De esta manera, la amplia colección que sus estantes mostraban en el área de clásicas comenzó a complementarse con nuevo material, cuyos nombres denotaban nuevos vientos.
A partir de la irrupción de la última dictadura militar, la entidad pasa a tener dependencia directa de la Biblioteca Central de la UNS. Bajo esa relación tendrá lugar una activa censura sobre el catálogo.
Las prácticas derivadas del golpe militar determinaron no sólo lo que ocurrió bajo gobiernos militares, sino que marcó también la impronta posterior. Pero esa es otra historia, que ya contaremos.
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