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El debate por los biocombustibles

El debate por los biocombustibles
¿Bio o business?

Estamos ante el diseño de una nueva estrategia de reproducción por parte
del capitalismo, que está tomando el control de los sistemas alimentarios.
Se está produciendo la alianza inédita de multinacionales petroleras,
biotecnológicas, de autos, los grandes mercaderes de granos y algunas
instituciones conservacionistas que van a decidir cuáles van a ser los
grandes destinos de los paisajes rurales de América Latina.

Estamos ante una formidable campaña global para acelerar la producción de
biocombustibles a partir de la soja, el maíz, el girasol o la caña de
azúcar en reemplazo de los derivados del petróleo. La justificación se
fundamenta en una realidad cruda: la contaminación del medio ambiente. Y
así, subidos a la cresta de la ola ambientalista, los mayores
contaminadores del planeta lanzan su nueva ofensiva.
La cumbre de la Unión Europea aprobó que en el 2020 un 10% del consumo
total de energía provenga de biocombustibles. Estados Unidos está
inaugurando una destilería para combustibles vegetales por semana: ya están
funcionando 120. Y las mismas empresas multinacionales que inventaron los
transgénicos -llámense Monsanto, Nidera y Cargill-, además del potentado
George Soros y otros, anuncian fuertes inversiones en destilerías y en la
creación de nuevas semillas. Para completar la rueda del negocio, George
Bush se reunió en marzo con las tres empresas automotoras más grandes
-General Motors, Ford y Chrysler- para «adaptar sus productos a la nueva
generación de biocombustibles».

¿Alimentos o negocios?
Las consecuencias no se han hecho esperar. En el último año el precio
internacional del maíz se duplicó largamente. Estados Unidos, principal
productor mundial del grano, lo vende a México un 150% más caro. Por lo
tanto, el precio de la tortilla, alimento básico de los mexicanos, se elevó
abruptamente y provocó masivas protestas. Para muchos, fue el primer
campanazo.
Lester Brown, director del Earth Policy Institute y ex funcionario de
varios gobiernos estadounidenses, advirtió: «La cantidad de cereal que se
necesita para llenar un tanque de 25 galones (casi 100 litros) con etanol
una sola vez alcanza para alimentar a una persona un año entero». Por eso
«la competición por los granos entre los 800 millones de automovilistas y
los 2.000 millones de personas más pobres que hay en el mundo puede
conducir a revueltas populares».
Ricardo Mascheroni, investigador de la Universidad Nacional del Litoral,
también hizo cálculos: «Si hoy el mundo abandonara la quema de
hidrocarburos y pasase a los biocumbustibles, se necesitarían plantar una
cantidad de hectáreas equivalentes a varios planetas». El ingeniero Miguel
Baltanás, investigador superior del CONICET, apuntó además que para
incorporar biodiesel en un porcentaje de tan sólo el 2%, «sería necesario
emplear el 50% de la producción mundial de aceites vegetales». De esto
podemos inferir -añade Marcheroni- que si el porcentaje fuera del 4% del
total, deberíamos usar todos los aceites vegetales que se producen en el
mundo. Entonces -se pregunta- ¿con qué haremos las papas fritas?
Pero lo que está en juego es mucho más que la fritura de papas, es una
concepción sobre lo que vendrá: ¿business (negocios) o alimentos para toda
la humanidad? Lo cierto es que el negocio de las multinacionales amenaza
con exterminar territorios alimentarios. Y por lógica consecuencia, habrá
más hambre y más devastación ambiental. Porque además los biocombustibles,
tal como están planteados, no mitigarán el cambio climático.
La conclusión a la que llegan entonces Mascheroni y otros es la siguiente:
«¿En dónde vamos a producir alimentos, si tendremos que tapizar de soja,
maíz y otros monocultivos hasta los canteros de las casas? Estamos frente a
otra propuesta colonial de multinacionales que además de la soja, su aceite
o el biodiesel que se exporta, se llevan el agua y los nutrientes del suelo
y nos dejan la contaminación, la desertificación, la aniquilación de
biodiversidad y la pérdida de calidad de vida. Un negocio redondo».

Imperialismo biológico
Miguel Angel Altieri, doctor en agroecología y profesor en la Universidad
de Berkeley, California, considerado uno de las mayores de la investigación
del medio ambiente en relación con los movimientos sociales, denunció qué
hay detrás del proyecto sobre biocombustibles. Señaló:
«Los biocombustibles son una tragedia ecológica y social. Con su producción
se creará un problema muy grande de soberanía alimentaria, ya que hay miles
de hectáreas de soja, caña de azúcar y palma africana que se van a
expandir, lo que va a producir una deforestación masiva. Esto ya está
pasando en Colombia y en el Amazonas. Además va a aumentar la escala de
producción de monocultivos mecanizados, con altas dosis de fertilizantes y
específicamente Atrazina, que es un herbicida muy nocivo con irrupción
endocrina.
El desarrollo de los biocombustibles no tiene ningún sentido energético, ya
que todos los estudios que se han hecho demuestran que se necesita más
petróleo para fabricar biocombustible. Por ejemplo, en el caso del etanol
de maíz se necesitan 1,3 kilocalorías de petróleo para producir una
kilocaloría de bioetanol.
Estamos ante el diseño de una nueva estrategia de reproducción por parte
del capitalismo, que está tomando el control de los sistemas alimentarios.
Se está produciendo la alianza inédita de multinacionales petroleras,
biotecnológicas, de autos, los grandes mercaderes de granos y algunas
instituciones conservacionistas que van a decidir cuáles van a ser los
grandes destinos de los paisajes rurales de América Latina.
Para que Estados Unidos produzca todo el etanol que necesita para
reemplazar su petróleo, debería cultivar seis veces su superficie.
Entonces, está claro que lo van a hacer en los países de América Latina y,
de hecho, ya están en camino. Se trata de un imperialismo biológico».
Fuente: www.ecoportal.net

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2011-10-25 10:11:13
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