La recuperación de autonomía
nacional en las políticas de Estado hizo posible el crecimiento del sector
social y cooperativo.
La reestructuración de la deuda encarada por el presidente Néstor Kirchner,
permitió a nuestro país establecer las condiciones de desarrollo que están
unidas a la reconfiguración del mapa de relaciones internacionales. El cambio
posibilitó ganar un enorme grado de libertad para que los argentinos decidamos,
desde la política, nuestro proyecto nacional.
Así es como una buena parte de la renta, cuyo destino digitado desde la
condición de país endeudado era el pago permanente de intereses con el fin de
reproducir la condición de economía subordinada «in eternum», fue
volcada a generar consumo agregado, acrecentar la cantidad y calidad de los
servicios públicos, a incorporar infraestructura clave en áreas como las
telecomunicaciones, la salud y la educación públicas y la ciencia y tecnología.
La clave del devenir político y económico de los últimos años fue la capacidad
para crear un clima de desarrollo nacional impulsado por la reestructuración de
la deuda externa, logro que pone en perspectiva la lucha contra los
«fondos buitre».
Gracias a la ruptura del Consenso de Washington, pacto internacional que
consolidó las políticas neoliberales, se abrió paso la economía solidaria
dentro de la que existen 30 mil cooperativas y mutuales más decenas de miles de
pymes.
Tras el cambio de contexto producido en 2003 y con un Estado con políticas
públicas específicas, las empresas de la economía solidaria comenzaron a
protagonizar la recuperación de las distintas regiones del país. Desde el
sector de servicios públicos -unas mil organizaciones cooperativas que en todo
el país se encargan de suministrar gas, electricidad, agua y telefonía-, hasta
las organizaciones que se desarrollan de manera asociativa en emprendimientos
agropecuarios, pasando por el poderoso sector de seguros, y el cada vez más
vigoroso cooperativismo de trabajo, toda esa área de la realidad productiva fue
capaz de ponerse a andar.
Con el tiempo las cooperativas y mutuales, atomizadas por el desbande y la
destrucción que provocaron las políticas neoliberales, lograron recomponer sus
organizaciones gremiales y comenzaron a plantearse un claro y ascendente
proceso de cooperación interempresarial. Así pudieron recuperar y actualizar
experiencias que a lo largo de la historia se mostraron exitosas.
Previsto con un lugar protagónico entre los principios de las entidades de base
solidaria, la cooperación entre empresas constituye un recurso estratégico para
responder eficazmente a un entorno competitivo. La cooperación empresarial
permite, por un lado, mantener la flexibilidad de las empresas individuales,
que no necesitan integrar todas las etapas del proceso productivo, y por otro
lado, aprovechar los recursos y capacidades que poseen sus socios. Desarrollar
innovación tecnológica, reducir costos y obtener economías de escala sin
generar concentración empresarial, así como entrar a nuevos mercados, son
algunas de las ventajas que genera establecer vínculos de cooperación.
Pero la economía solidaria, con su lógica inherente de cooperación
interempresarial considerada como construcción social, no es solamente el
resultado o la respuesta al campo de fuerzas que configura el mercado. Se
trata, fundamentalmente, de la manera en que se desarrolló un tipo particular
de estrategia que prioriza la calidad de las relaciones entre trabajadores,
profesionales, empresarios pymes, gobiernos locales, ONG, instituciones
académicas, vínculos que no están mediados exclusivamente por las reglas del
mercado. Relaciones que, en definitiva, configuran un nuevo mapa de fuerzas sociales
y por lo tanto otra realidad política y económica.
En esta coyuntura, los grados de libertad que otorga una deuda reestructurada,
permiten sentar las bases para la construcción de un nuevo equilibrio de
fuerzas donde la economía solidaria tiene protagonismo. De manera
suplementaria, el desarrollo de las fuerzas económicas basadas en la
integración y en la cooperación de los actores productivos es la condición de
existencia de un poder que no se subordina a la lógica de la competencia.
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