El
neoliberalismo recalcitrante ignora el Magisterio Social de la Iglesia y se
opone a la condena papal a los fondos buitre y al sistema financiero
internacional por ser “usurario y parásito”. El Pontífice invalidó la llamada
“teoría del derrame”.

El Papa Francisco, por sus propuestas transformadoras, es blanco de duras
críticas y feroces ataques de sectores radicales conservadores de la Iglesia
Católica Romana. Medios de comunicación, sitios webs y redes sociales registran
la embestida.
El principal opositor del Papa es el Opus Dei, que ignora, o modifica, los
discursos y homilías del Papa y censuró el último libro sobre el pensamiento de
Francisco luego de reservar 3000 ejemplares que iban a ser destinados para la
venta pero quemaría gustoso en el centro de la Plaza San Pedro. El Opus utiliza
su influencia para captar adeptos y propagandistas de su política que se
caracteriza por retrógrada en lo eclesiástico, conservadora en lo político y
neoliberal en su programa económico. Posiciones que están claramente en las
antípodas de las propuestas y del pensamiento del Pontífice.
El peso de estos grupos se hace sentir en ámbitos intelectuales vinculados a
temas económicos, mientras que los escritos papales encuentran soporte teórico
en los sectores académicos teológicos, en particular entre los teólogos de
América Latina donde se originó la Teología de la Liberación en sus diversas
vertientes. Una de ellas, llamada teología de la cultura o del pueblo, es la
preferida del Papa y tuvo origen en la Argentina a partir de los escritos de
teólogos de la talla de Rafael Tello y Lucio Gera. Esta corriente teológica
tuvo una segunda generación, referenciada en Carlos Scannone, y se conserva en
plena vigencia a través de lo que se podría reconocer como una tercera
generación representada en Carlos Galli, quien fuera discípulo de Gera en la
Facultad de Teología de la Universidad Católica Argentina.
Paradójicamente, la Facultad de Economía de esa Universidad es un reducto de
economistas neoliberales al punto de haber organizado, el 20 de agosto, un
evento calificado de acto académico titulado “El futuro de la política
monetaria. Pensar el fortalecimiento de la moneda”, en el que el expositor
central fue el ex ministro del menemismo Domingo Cavallo. Todos lo recordamos
como padre de la nefasta Convertibilidad, elemento central de su programa
económico ultraneoliberal. Vaya paradoja si tenemos en cuenta el rechazo al
neoliberalismo expresado por el Papa actual y por todo el magisterio de la
Iglesia que lo precede. Un detalle no menor es el hecho de que el moderador de
la conferencia cavallista fue el padre Rafael Braun, ex director de la revista
Criterio, autodenominada católica, en tiempos de la dictadura y defensor desde
sus editoriales del gobierno de Videla. Ese sacerdote, además de colaborador de
La Nación y Clarín, es miembro del Consejo Asesor de Criterio. Por eso tampoco
parece ser una casualidad que esa revista en su edición de agosto publique un
artículo de Juan Carlos de Pablo titulado “El papa Francisco: pone el dedo en
la llaga pero complica la solución”, en el que su autor critica las
apreciaciones negativas sobre la teoría del derrame que realiza el Papa y en
relación a otras cuestiones perniciosas del capitalismo. Este economista
neoliberal se da el lujo de descalificar al Pontífice y le propone que “plantee
los problemas que observa y nos encargue a los profesionales de las distintas
áreas que busquemos soluciones factibles, para eliminar o al menos disminuir
los problemas, pero en serio.” Pensar que el Papa tendría que recurrir a
personajes como este para encontrar solución a los graves problemas que aquejan
a la humanidad parece una broma conociendo el bagaje histórico y teórico que le
aporta al Pontífice el Magisterio Social de la Iglesia y se expresa en su
reciente exhortación, Evangelii Gaudium, que De Pablo critica.
Claro está que este propagandista del neoliberalismo ignora el Magisterio de la
Iglesia y sus conocimientos apenas le alcanzan para citar algún texto aislado
de Adam Smih, al que interpreta groseramente. Sólo así se puede comprender que
pretenda justificar en las teorías sobre la división del trabajo del economista
escocés su propuesta de que el Papa piense los problemas y él y otros como él se
ocupen de las soluciones. De Pablo reclama que se le adjudique la potestad del
conocimiento sobre la economía y la autoridad para solucionar los problemas que
produce el neoliberalismo aplicando políticas neoliberales. Lo cierto es que a
medida que el Papa profundiza la orientación de la Iglesia hacia una “opción
preferencial por los pobres” se incrementarán ese tipo de críticas, y en ese
contexto hay que leer las noticias publicadas últimamente sobre que la vida del
Papa podría estar en peligro. Algunos vinculan la posibilidad de un atentado a
sus recientes viajes, con lo que cargan las tintas sobre el supuesto terrorismo
islámico; otros lo hacen sobre su entorno palaciego y las iras que sus reformas
estarían provocando en el poder eclesiástico.
Lo concreto es que la prensa internacional atada al yugo neoliberal, si en los
inicios del pontificado de Francisco levantó una imagen de Papa bonachón,
cercano a la gente, hoy comienza a esbozar críticas a sus posiciones a partir
de la constatación de que su reforma eclesiástica puede ser más profunda de lo
que imaginaron, pero sobre todo desde que comenzó a poner claro sobre oscuro su
interpretación de los problemas del mundo actual, acusando al neoliberalismo de
ser el responsable de las crisis económicas, de la inequidad y la pobreza, y
cuestionando al sistema financiero internacional, y especialmente a los fondos
buitre, por usurario y parásito. Como dijo el jesuita navarro José Enrique Ruiz
de Galarreta, “es un peligro para los poderes del mundo y de la Iglesia y, por
eso mismo, está en peligro”.