Pocos conocen que en nuestra ciudad funciona desde hace 13 años un centro de día donde varios abuelos concurren de lunes a sábados a recibir alimentos, contención, compañía, en un lugar donde se sienten como en familia.
La cita fue un día de semana, el martes cerca del mediodía para poder apreciar el pleno funcionamiento del Centro.
El lugar era Vieytes 660, donde la puerta marrón que da a la calle no nos dejaba imaginar el mundo que existe detrás de ella. La referente que teníamos para la entrevista era Mabel.
Al principio el diálogo fue formal, las preguntas se sucedían casi mecánicamente relacionadas al funcionamiento, admisión de los abuelos y cantidad que asiste a la institución.
Así Mabel Callá, la encargada del Centro desde su apertura, el 29 de septiembre de 1993, nos cuenta que en la actualidad hay 10 ancianos, 5 varones y 5 mujeres, antes teníamos más, llegamos a tener 28 personas, pero algunos egresaron y otros fallecieron.
Todos viven en barrios periféricos de la ciudad, como ser Aldea Romana, Bella Vista, Villa Mitre, Villa Ressia, y del sector norte.
El Centro en movimiento
A partir de las 7 hs. se abren las puertas y los abuelos pueden disponer del lugar hasta las 20 hs. Los sábados es de 10 hs. a 17 hs.
La mayoría comienza a llegar a partir de las 9, 9.30 hs. Acá desayunan, almuerzan y meriendan, reciben los medicamentos por medio del médico que viene 2 veces por semana, se le suele comprar ropa en los cambios de temporadas, les damos el tarjebus para que vengan y les damos una vianda para que se lleven para la noche. Ellos acá son libres de entrar y salir, esto no es una institución cerrada, detalla Mabel.
Durante las noches y los domingos, cada uno vuelve a su casa.
Los abuelos de más de 60 años, que asisten al Centro deben cumplir con ciertas características, como por ejemplo, no recibir ningún tipo de jubilación contributiva, y deben valerse por sí mismos. Aunque la mayoría tienen hijos, la única compañía con la que cuentan es con la del personal del Centro, Mabel, Alejandro Flores y Andolina Matamala.
El sistema de ingreso es por medio de una entrevista con la asistente social, Viviana Garat, que es quien decide de acuerdo con la situación socioeconómica de la persona, agrega Mabel.
La casa cuenta con una sala de estar, habitaciones para quienes quieren descansar a la tarde, una salita para los hombres de la casa, una cocina, oficina, lavadero, y un gran patio que hasta tiene 2 canchas de tejo.
Dentro de la entidad funciona un centro de alfabetización donde asisten otras personas. Los miércoles y viernes la maestra María Celia Crespo les enseña a leer y a escribir y les da actividades. También tienen una biblioteca.
El mundo dentro de una casa
Luego de las presentaciones y con el correr de los minutos, los abuelos empezaron a entrar en confianza y contaron sus vivencias en el Centro y hasta algunas historias personales.
Los abuelos comparten actividades, charlan, toman mate, juegan a las cartas, leen y cada uno hace lo que más le gusta, como el caso de Pablo González. Pablo tiene en el fondo del patio de la casa una quinta que cuida diariamente y que ya ha dado sus frutos. Hace unos días todos disfrutaron de las habas de la plantación.
A Luis Alarcón le encanta leer, lo hace en el patio, a la sombra de los frondosos árboles y dentro de la habitación bajo la luz de la ventana.
Laura Díaz es la más simpática y extrovertida. Cuando comienza a contar chistes, todos se sonrojan y hay que aguantar las ojeras, como dice Marta Herrera, que es una de las más calladas junto con Aurora Padilla.
La otra Aurora, de apellido Díaz, que aclara entre risas que no es nada de Laura, nos comenta que disfruta mucho jugando a las cartas con las compañeras, mientras cuenta sus oros en la escoba de 15.
José Giménez se dice el más pibe de todos, aunque cuente más de 80 primaveras. Julio Robolledo se fue al patio a tomar fresco y Juan Carlos Ciucci pasea, un rato con las chicas en el comedor y otro rato con los hombres en el patio.
Y ahora nos vamos a casar
Pero no sólo camaradería y compañerismo surge del centro. María Hermelinda Pérez hoy tiene 81 años y Onofre Arraigada Alvarado, 73. Se conocieron en el Centro hace 6 años.
Durante 2 años fueron novios sin que los compañeros lo supieran, hasta que un día decidieron compartir sus soledades y se mudaron juntos para sorpresa de todos. Eso pasó hace 4 años y 6 meses.
Anduvimos acá y un día le dije que vayamos para mi casa, en Villa Mitre, y ahora nos vamos a casar, nos cuenta Herme. Así anunciaron el casamiento que se hará en el Centro, el año que viene.
Onofre es mi compañía, yo estuve 8 años sola después que enviudé, mirando el techo porque no podía dormir, pero hace 6 años empezamos a sentarnos juntos, íbamos a los viajes y él me decía vení, sentate conmigo, y allá iba yo como un pichicho, agrega Herme entre las risas de todos.
Ésta y muchas historias más son parte de la vida cotidiana del Centro. Las personas que hoy reciben cariño y contención de la mano de quienes están a cargo mantienen más joven que nunca su espíritu y sus ganas de vivir, a pesar de haber tenido una vida nada fácil, en algunos casos.
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