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Caminan con nosotros

Caminan con nosotros
 
Ellos estaban ahí. Y caminaron las calles de esta Bahía Blanca.
Estaban entre los que marchamos, como todos los 24 de marzo, para pedir
Justicia, para mantener viva la Memoria, para recordarle a todo aquel que
se anime a mirar el pasado de terror que se vivió en esta ciudad, que los
ladrones  de la vida no pudieron implantar el olvido.
 
Los rostros de mujeres y hombres que fueron desaparecidos, asesinados,
violentados, recorrieron las calles y se plantaron en la Plaza del Sol como
una presencia viva y real.
Caminaron con nuestros pies, se sostuvieron con nuestras manos, cantaron y
gritaron con nuestras gargantas, aplaudieron y celebraron que su recuerdo 
sigue vivo.
Porque no pudieron contra la tozuda fuerza de sus compañeros y que hoy nos
transmiten su lucha.
Porque no pueden con el insistente reclamo  de los que perseguimos el
Juicio y Castigo a todos los culpables del genocidio y sus cómplices.
Porque no pueden con frases viejas, ni pedidos de “dar vuelta la página”,
ni con editoriales anacrónicas, ni con marionetas remozadas, ni
camuflándose para no parecer dinosaurios; no, no pueden evitar que la
Verdad salga a la calle.
 
La Verdad es la que va apareciendo lentamente, abriéndole paso a la
Justicia. Llega la Verdad, es imposible pararla, y de su llegada no se van
a  poder escapar los que quisieron silenciarla, los que la ocultaron, los
que se hicieron los tontos y miraron para otro lado, los que asesinaron,
torturaron, violaron, arrebataron vidas e hijos. A ellos y sus cómplices
les toca ahora hacerle frente.
Y la Justicia, tan lentificada en esta ciudad, sabe que está cercano el
tiempo de las flores.
 
Vimos a Mónica Morán con su sonrisa y sus ojos de poesía, vimos a María
Clara Ciocchini, a Manuel Santamaría, a Néstor Junquera, a Raúl Metz y
tantos otros más.
Vimos a Enrique Heinrich y Miguel Ángel Loyola parados frente a la Nueva
Provincia, el diario en el que trabajaban y que jamás volvió a nombrarlos
después del patético tratamiento de sus asesinatos. Es que no deben
animarse a pronunciar, ni aún en letras, el nombre de sus muertos. Más de
treinta  años de insomnio para evitar que los desaparecidos se aparezcan y
te miren de frente y te recuerden que ni siquiera el silencio pagado de tus
páginas puede con su Memoria.
 
Todos ellos y ellas caminaron y se sentaron con nosotros en la Plaza del
Sol. Y este nosotros lo conformamos muchos y muchas diferentes, distintos,
distintas, a veces con diferencias casi irreconciliables, otras con
metodologías dispares.
Conformamos un nosotros irreverente al olvido y a la indiferencia.
Diversos, pero unidos por la misma lucha en la búsqueda de Justicia.
 
Juicio y cárcel común a todos los genocidas.
Por la aparición con vida de Jorge Julio López.
30.000 compañeros detenidos-desaparecidos. Presentes.

Natalia Carabajal Figueroa

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2011-10-25 10:11:13
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