La globalización no significa solamente la unificación de los mercados, posibilitada por la enorme agilización de las comunicaciones y por la absoluta movilidad de los capitales. También lleva a la unificación de los problemas y de los intentos por resolverlos. Al menos para el mundo central, que fija pautas sobre las cuales luego se ordena toda la vida planetaria.
En ese sentido, la seguridad en la disponibilidad de la energía necesaria para mantener y expandir la calidad de vida actual, es seguramente el tema que hoy domina el espacio de las decisiones estratégicas de la política mundial. Además, como destino inexorable, algunos de los caminos allí elegidos, vinculan esa temática con el segundo gran frente -el medio ambiente- y también con la ecuación alimenticia, al entrar en el escenario la discusión sobre el posible destino alternativo de la tierra agrícola, para producir combustibles.
La cantidad
La base de la oferta energética, tanto para producción de electricidad, como para abastecer la inmensa flota de vehículos que circula por el globo, es el petróleo y el gas. Estos dos recursos no renovables representan el 96% de los insumos utilizados para el transporte mundial de bienes y personas.
El horizonte de su agotamiento es permanente motivo de conjeturas y de pronósticos diversos, que suelen ajustarse ante cada nuevo descubrimiento o cada técnica diseñada para extraer mayor porcentaje a partir de los pozos actuales. Lo concreto e indudable, no obstante, es que este recurso se ha de agotar en algún momento. Por lo tanto, la evaluación y definición de fuentes alternativas es imprescindible. La sustentabilidad -esto es: la posibilidad de considerar como realmente permanente al recurso- se convierte en un factor clave en esta tarea. El uso del viento o del sol, por ejemplo, son frentes de trabajo centrales. Los llamados biocombustibles son también habitualmente incluidos en esta categoría. Sin embargo, el biodiesel o el bioetanol, surgen de procesos donde sólo una parte de la energía generada tiene origen en el aprovechamiento solar -para producir las plantas y sus frutos-. Se necesita energía adicional para sembrar, producir fertilizantes o pesticidas, cosechar y procesar los granos o plantas hasta su forma final combustible.
La calidad
Quemar petróleo o gas o sus derivados contamina el medio ambiente. Genera anhídrido carbónico y otros gases responsables del calentamiento global. Ya es conocido que este problema ha dejado de ser cualitativo para pasar a ser de gran envergadura.
Otra vez: la energía solar, la eólica, la hidroeléctrica en alguna medida, son consideradas fuentes limpias, ya que al menos en materia de emisiones gaseosas, no están asociadas a las dificultades de los combustibles minerales. Los biocombustibles, en cambio, tienen una relación con el ambiente distinta según el caso. El biodiesel -obtenido a partir de aceites vegetales, sea de soja, colza u otros- tanto cuando es usado al 100% o en cortes con diesel de petróleo, no reduce de manera relevante el efecto invernadero.
Con el etanol a partir de materias vegetales -el llamado bioetanol- el enfoque es distinto. Los europeos lo demandan para cortar con las naftas y su efecto allí sí es reductor de la contaminación, especialmente por gases distintos del anhídrido carbónico, de los que se reduce sustancialmente la emisión.
El poder
Prefiero tratar por separado el tema del poder económico y su influencia en la forma final de la ecuación energética. De este modo se podrá ver mejor que los caminos que se están recorriendo no surgen de decisiones tecnológicas puras, tomadas por expertos en producción, uso o conservación de energía. En el punto de partida y en los de llegada, hay intereses económicos muy fuertes, que buscan defender y aún fortalecer su situación actual.
Esencialmente, el punto de partida está marcado por una producción concentrada -económica y espacialmente- de los combustibles minerales líquidos o gaseosos (nafta, gasoil, gas natural, GNC), que luego se distribuye por redes que usualmente están controladas por esos mismos productores.
Para poder entender el futuro modelo de producción y consumo energético es necesario, en este marco, comprender que las compañías productoras -que a la vez son distribuidoras- de combustibles líquidos o gaseosos, hacen y harán todo lo posible para contar con el mismo control de los escenarios futuros que el que tienen del actual. Eso será factible si se favorecen los combustibles producidos y distribuidos en gran escala, frente a aquellos que pueden ser generados y consumidos localmente o en menor dimensión.
No tiene igual promoción mediática ni en muchos casos institucional, por descentralizar las fuentes de energía, la producción de biodiesel para usarlo al 100%, a escala de una chacra. O más simple aún: el uso directo del aceite vegetal como combustible, con módicas adaptaciones en los motores hoy gasoleros, como ya sucede comercialmente en Alemania. O los automóviles híbridos, con utilización de energía eléctrica generada por la propia unidad. O los generadores eólicos que pueden aplicarse al uso doméstico y volcar sus excedentes sobre la red pública. O los sistemas de concentración de la energía solar para producir vapor y con ello operar centrales eléctricas pequeñas. Hay ya una amplia gama de opciones de generación y consumo descentralizados, que harían menos necesarios los sistemas de producción y distribución de alta concentración, como los actuales.
Fuente: Documento electrónico cuyo autor es Enrique Martínez, presidente del INTI (Instituto Nacional de Tecnología Industrial).
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