Por Pablo Petracci y Martín Carrizo *
La energía eólica ha ganado relevancia mundial como una fuente limpia de producción de electricidad sin la consecuente emisión de gases de efecto invernadero. El viento mueve las aspas conectadas al rotor, el cual a través de un generador producirá electricidad. Sin embargo, no está libre de consecuencias negativas, tanto para la sociedad como para la naturaleza las cuales, de no tomarse los recaudos necesarios, podrían sucederse en las etapas de pre, post-construcción y la fase operatoria del parque eólico.
En sus comienzos los aerogeneradores (turbinas o molinos) eran montados en torres de 18–24 metros de altura y con rotores de 15-18 m de diámetro. En la actualidad los aerogeneradores pueden llegar a medir 180 m, con rotores de 120 m de diámetro, y aspas de 60 m de largo. A pesar de que la velocidad de giro del rotor se ha reducido de manera significativa, la velocidad de la punta del aspa se ha mantenido igual; siendo en condiciones normales de funcionamiento de 222-292 km/h. Los aerogeneradores de mayor tamaño producen energía más eficientemente y a menor costo que los pequeños. Debido a esto, la mayoría de los proyectos para un determinado número de megawatts tienen menos turbinas, pero ocupan un espacio mayor, en especial el espacio aéreo.
En rasgos generales, los efectos negativos de los parques eólicos son cuatro; impacto sobre la fauna, ocupación y degradación del terreno, impacto paisajístico, efecto sombra y la generación de ruidos. El primero, sin embargo, es actualmente el de mayor preocupación. Se estima que aproximadamente 40 millones de aves y murciélagos mueren anualmente en los parques eólicos del mundo, situación que podría comprometer la conservación de muchas especies. Las causas principales son la muerte directa causada por la colisión con los aerogeneradores y por los llamados impactos indirectos debido a un efecto de interferencia, efecto barrera, por reducción de la nidificación, pérdida de refugios y empobrecimiento del hábitat. Esto ya viene siendo alertado por organismos internacionales e incluso las mismas corporaciones que financian estos proyectos.
Esta industria está teniendo un rápido crecimiento en el país, el cual no es acompañado por el desarrollo de un marco normativo y técnico que garantice su sostenibilidad a largo plazo. Debido a que se prevé un aumento considerable de estos parques de la mano del programa RenovAr, promovido desde el Ministerio de Energía y Minería de la Nación, la presión será cada vez mayor, pudiendo traer aparejados conflictos en zonas ambientalmente sensibles. Las poblaciones de muchas especies de aves y murciélagos están experimentando serias disminuciones poblacionales en la Argentina debido a la pérdida de sus hábitats, la introducción de especies invasoras, entre otras causas antrópicas, haciendo que el impacto potencial de la energía eólica revista mayor interés. Si a este escenario se le suman los efectos acumulativos de todos los proyectos en curso el panorama es preocupante.
El problema
En nuestro país, la información biológica necesaria para evaluar correctamente los proyectos eólicos es prácticamente inexistente (distribución, abundancia, uso del espacio y patrones migratorios). No solo carecemos del conocimiento básico necesario para analizar debidamente la interacción con los pocos parques eólicos en funcionamiento, sino que también representa un problema, aunque no un impedimento, para el establecimiento de aquellos proyectos en curso. Esto se traduce en la aprobación de proyectos en zonas incompatibles con la conservación de la biodiversidad, o en cercanías a poblados, generando problemas ambientales de compleja y costosa solución. Por otra parte, existe un gran desconocimiento en las administraciones federales y provinciales sobre el impacto real de los parques eólicos y también las herramientas para su evaluación y monitoreo. Solo la provincia de Chubut promulgó en el corriente año la resolución 37/17 que regula estos aspectos. La provincia de Buenos Aires por ejemplo, concentradora de muchos de los proyectos eólicos, tiene grandes falencias administrativas, habiéndose aprobado proyectos en zonas ambientalmente muy sensibles.
En Bahía Blanca soplan vientos de cambio
Los habitantes del sudoeste bonaerense nos enfrentamos a un cambio en nuestra geografía. Más de una decena de proyectos eólicos tienen a nuestra región como receptora, algunos de ellos ya en marcha y otros en vías de concretarse en el corto plazo. La existencia de vientos de buena calidad para la generación de energía y nodos energéticos con líneas de interconexión hacen de nuestra zona una de las más propicias para esta industria. En contrapartida, el sudoeste bonaerense también es parte del corredor migratorio de muchas especies migratorias de la Patagonia y del Hemisferio Norte y aloja los pocos remanentes de Caldenal o pastizal, hábitats críticos de especies amenazadas. Basta mencionar cuatro de ellas, el Cauquén Colorado, la Gaviota Cangrejera, la Loica Pampeana y el Cardenal Amarillo. La conservación de estas especies es prioritaria para nuestro país y algunas de ellas incluso cuentan con financiamiento del Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sustentable de la Nación mediante el Programa Extinción Cero. Además, existen en la zona numerosas áreas protegidas de diversa índole, áreas de importancia de conservación de aves (AICAS), de pastizal, sitios de la Red Hemisférica de Reservas para Aves Playeras, entre otras. Todo esto da nota del alto valor de conservación para la biodiversidad de la región, algo que no es evaluado al momento de ubicar los parques eólicos.
Una solución posible; el diagnóstico temprano
Una evaluación previa a la construcción de un proyecto eólico puede ayudar a predecir qué nivel de impacto tendrá sobre la biodiversidad, al igual que evitar sitios sensibles. Esta debería incluir el análisis de la información existente relevante, inspecciones físicas, la observación directa y los métodos tecnológicos diseñados para documentar los niveles de uso y comportamiento de aves y murciélagos.
Existe un amplio consenso en que para lograr un adecuado establecimiento de la energía eólica es necesaria una adecuada planificación que promueva la instalación de los parques en sitios con un bajo impacto ambiental. Sin embargo, uno de los principales problemas actuales en el proceso de aprobación de los proyectos radica en la inadecuada realización de los estudios de impacto ambiental (EIA) y las carencias técnicas de las administraciones provinciales, aspectos que se traducirán en la autorización de proyectos en zonas incompatibles con la conservación de la biodiversidad.
En la Argentina, existe la necesidad de realizar planes y estudios nacionales y regionales para mejorar el conocimiento de la abundancia y distribución de aves y murciélagos, identificar sus principales rutas o corredores migratorios, áreas de alta concentración o parada migratoria y definir su susceptibilidad de colisión. Esto ayudará en la evaluación de sitios de alto riesgo y las potencialmente aptas para el desarrollo de la industria eólica. Sin embargo, ante la urgencia del escenario actual, solo una planificación temprana y el seguimiento en base a monitoreos durante la etapa de pre-construcción (1 año) y operación (2 años) parecería ser una de las posibles soluciones. Esto, además, le facilitará a los desarrollistas acceder a financiamiento internacional, quienes tienen estándares ambientales muy estrictos en este sentido.
La localización de un parque eólico es el punto más crítico al momento de producir impactos negativos en la biodiversidad. En las primeras etapas del proceso será necesario prever si ésta será susceptible de provocar efectos negativos. Un primer análisis de la sensibilidad de la zona de ubicación, así como del proyecto y las infraestructuras que lo acompañan, nos permitirá determinar el nivel de afección del proyecto y, en base a él, establecer una selección de alternativas de ubicación o diseño. Pero para lograr esto, se necesita de técnicos capacitados, marcos regulatorios provinciales y la voluntad política que lo establezca como un punto prioritario en las licitaciones a nivel federal.
La energía eólica es una de nuestras mejores alternativas para atenuar los efectos del Cambio Climático Global. Promover la construcción de Centrales termonucleares o represas, partes de un paradigma energético ineficiente, de alto e irreversible impacto ambiental que la mayoría de los países han descartado, es ir por el camino equivocado. La etapa aún insipiente de la industria eólica en el país representa una buena oportunidad para realizar una correcta planificación y evitar caer en los mismos problemas de países con larga data en la industria eólica. De esta forma se brindarán las herramientas necesarias para integrar los factores ambientales en los procedimientos de planeamiento y toma de decisiones, de forma que se reduzcan al mínimo las consecuencias negativas para la conservación de la biodiversidad.
*Los autores son ornitólogos e investigadores especialistas de Gekko-Grupo de Estudios en Conservación y Manejo del Departamento de Biología, Bioquímica y Farmacia de la Universidad Nacional del Sur. Además, son consultores ambientales y han evaluado más de 20 proyectos eólicos en el país.
Pablo Petracci es autor del manual “Interacciones entre la fauna silvestre y la energía eólica en la Argentina; Conocimiento científico y prioridades para el futuro”, patrocinado por la Corporación Interamericana de Inversiones (IIC).
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