El Plan
Estratégico duerme el sueño de los justos desde el 2008.
Muchas veces escuchamos que es bueno ver las cosas en perspectiva. En general
parece ser cierto. En el caso que nos ocupa, es la perspectiva histórica de la
olivicultura en la Argentina. Viene a cuento traer las conclusiones que el
ingeniero agrónomo Pedro Augusto Bovet nos dejó en su volumen «El Olivo,
su cultivo y utilización en la chacra argentina», editado en La Plata en
1935.
De este modo, dice Bovet en el libro citado: «Del estudio que precede se
deduce:
1) Que el olivo existe, aunque en muy pequeño número, en las provincias de
Buenos Aires, Entre Ríos, Corrientes, Mendoza, San Juan, La Rioja y Catamarca.
Salvo excepciones recientes, y hablando en general, los olivares existentes se
hallan abandonados, faltos de poda, de cultivo y apestados y su producto
aprovechable es ínfimo.
2) Que el estudio razonado del clima y suelo de la República Argentina indica
como favorables al cultivo del olivo a las provincias de Entre Ríos,
Corrientes, Santiago del Estero, Tucumán, parte de Salta y Jujuy, parte de
Buenos Aires, la mitad de Córdoba, en las cuales cabe el cultivo mediano del
olivo, y como muy favorables la parte noreste de Mendoza, San Juan y los dos
tercios orientales de Catamarca y La Rioja, en las cuales deberá ubicarse el
gran cultivo industrial del olivo.
3) Que hasta en las franjas extremas conviene extender el pequeño cultivo del
olivo, prefiriéndolo a otros árboles menos utilitarios para las avenidas,
caminos interiores, rincones abrigados o no aprovechables.
4) Que la extracción del aceite y la curación de aceitunas caseras son fáciles
y tiene que hacerlas cualquier quintero o chacarero con los elementos
necesarios.
5) Que el cultivo del olivo con destino industrial exige grandes inversiones y
requiere además discernimiento, condiciones favorables del clima, suelo, riego
y cuidados culturales como poda, cultivo, riego, abonadura y curaciones,
esmerados y generosos.
6) Que en tales condiciones el olivo constituye efectivamente el cultivo noble
y rendidor por excelencia y brinda rentas enormes durante generaciones.
7) Que en los últimos años entraron en la República Argentina alrededor de 23
millones de kilos de aceite de oliva y cuatro millones de kilos de aceituna
conservada por año, que al precio actual representan en parte baja unos sesenta
y ocho millones de pesos moneda nacional que el país paga al extranjero, cuando
los podría emplear en parcelar, colonizar y crear núcleos de riqueza mediante
el cultivo y la utilización propios del olivo. El fomento de la olivicultura
es, pues, de interés nacional.
8) Que en todos los países olivícolas, hasta en los más atrasados, se están
aplicando paulatinamente los métodos racionales de cultivo, de extracción y de
conservación, con los que sólo se consiguen productos perfectos.
9) Que, por consiguiente, no bastará fomentar tibiamente dicho cultivo, sino
estimularlo con toda energía y por las vías más eficaces, a fin de que los
productos obtenidos puedan competir con los extranjeros de calidad superior y
no ser derrotados en su propio lugar de producción.
10) Que el fomento para ser eficaz en la creación de olivares productivos y la
obtención económica de productos para la venta deberá, para cada provincia
donde se cultive el olivo y sin descuidar por ello los demás medios de fomento
del Ministerio de Agricultura, reposar en la formación de asesores agrónomos,
que una vez conocedores de la región y de sus necesidades vayan a estudiar y
apreciar las zonas olivícolas adelantadas para traer lo aprendido allí y
aplicarlo luego en constantes recorridas, publicaciones y trabajos cooperativos
con los olivicultores.
11) Que este sistema de comisionados agrónomos que labró la supremacía
frutícola y la prosperidad agrícola de los Estados Unidos debería hacerse
extensivo a nuestros demás cultivos y especialmente a nuestra fruticultura y,
en consecuencia, se aconseja a los gobiernos nacional y provinciales al fomento
de sus respectivas posibilidades olivícolas y frutícolas en general, mediante
el envío de agregados agrónomos a sus legaciones y de comisiones de agrónomos
al extranjero.
Esto es tanto más oportuno cuanto que los métodos culturales y la técnica del
aprovechamiento de los productos de la tierra han adelantado en estos años de
guerra más que en todo el siglo pasado.
12) Que a fin de posibilitar la pequeña industria del aceite de oliva que ya
está surgiendo en el noroeste de la república y evitar que sea ahogada desde su
infancia, como ocurrió en California el siglo pasado, incumbe hoy al gobierno
nacional tener presente este ejemplo y proceder a amparar, mediante una ley
adecuada, el aceite de oliva puro contra las falsas denominaciones, mezclas y
sustituciones de que es objeto con aceites inferiores y de otros vegetales, a
veces ya en los países de su exportación y siempre aquí en su llegada.
Esta legislación protectora es la condición previa a toda pretensión de fomento
olivícola y sólo bajo su amparo podrá surgir la olivicultura.
Chacra Experimental de Patagones, 1918″.
Cuando han pasado casi cien años desde que Bovet inició su experiencia de
plantar olivos en la Patagonia, vemos que el balance real es negativo, pues en
el medio de este tiempo cometimos muchos «desaguisados».
Hoy nos encontramos con un panorama similar al de hace un siglo. Con la
diferencia de que nos escondemos del diagnóstico certero y desapasionado. Así
nos empeñamos en decidir qué hacer con la herencia recibida de la ley de
diferimientos impositivos, la 22021/79, que en la mayoría de los casos se usó
como artilugio financiero realizando inversiones en lugares impropios, con
variedades impropias y procesando la materia prima de modo también impropio.
De más está decir que los montos reconocidos por cada inversión también fueron
impropios. Por eso nos permitimos subrayar el concepto traído a colación por el
ingeniero Bovet cuando dice: «Las inversiones deben hacerse con
discernimiento».
El resultado, es decir, lo producido hoy por esas explotaciones es una entidad
oleosa que cuesta clasificar como aceite de oliva extravirgen y es aún más
difícil vender como tal.
De todos modos le echamos el «San Benito» a la «cadena de
valor»del olivo. De este modo no atinamos el rumbo a seguir y el Plan
Estratégico Olivícola Argentino duerme el sueño de los justos desde el 2008, no
dando nadie razón de qué sucede con él.
De algún modo, el ingeniero Pedro Bovet mismo sufrió las consecuencias del
«ninguneo» en su época, pues estuvo siete años al frente de la
Experimental Patagones, desde 1913 hasta 1920. Sin embargo, tuvieron que pasar
más de quince años para que le publicaran sus trabajos.
Lo cierto es que hoy el mundo continúa andando y hay vientos de cambio en todos
lados, menos aquí.
En efecto, son varios y sonados los casos de escándalo internacional que
afectan el mercado del aceite de oliva. Pasemos el peine por los más
significativos, secretos a voces dentro de la industria:
a) El organismo chino que controla la calidad alimentaria investigó y determinó
que cuatro de cada cinco aceites de oliva que se venden en China, todos ellos
importados, tienen etiquetas fraudulentas.
b) En Canadá fueron secuestradas varias partidas de aceite de oliva procedentes
de Europa que no respetaban los estándares de calidad.
c) El subcomité, creado especialmente el año pasado en el Senado de Estados
Unidos, endureció las normas de calidad para admitir aceites de oliva
extranjeros en su país. Este año realizó ya importantes avances para restringir
aún más la entrada de aceites extranjeros y proteger una industria nacional
incipiente siempre y cuando responda a estándares de calidad.
d) En Brasil, destino principal de muchos aceites argentinos, fueron vedadas al
consumo importantes partidas de aceite de tradicionales operadores de nuestro
país por no respetar las normas de calidad e inocuidad de los alimentos.
e) No existe en realidad un organismo que tenga poder real para auditar la
composición de los aceites de oliva, predominando en el mercado local las
mezclas, espurias al no estar declaradas.
Si no somos capaces de tomar las riendas de los acontecimientos, ellos nos
manejarán a nosotros y el resultado no será auspicioso.
Víctor Tomaselli es técnico territorial olivícola de la Dirección de Gestión
Territorial del Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca de la Nación.
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