El 16 de junio se concientiza sobre los animales más amenazados del planeta, y esto involucra el cuidado y la supervivencia que está a cargo de la humanidad.
Según cuenta la integrante de la ONG Aquamarina, Lucrecia Díaz, existen, lamentablemente, muchos animales en amenaza a nivel mundial. En nuestra zona las más representativas son las tortugas marinas. En el mundo existen siete especies de tortugas, en la zona sur bonaerense se han encontrado ejemplares de tres y cuatro de ellas. La distribución más austral se encuentra en el estuario de Bahía Blanca.
Las amenazas de esta especie corren por cuenta de muchas problemáticas que tienen que ver por su biología y por la actividad humana. Desde que nacen hasta que mueren, reciben mucho impacto humano.
Huella animal
Las tortugas marinas nacen en el Caribe, y llegan al estuario bahiense, según estudios realizados, recibidas en su mayoría en la Isla Victoria. Solamente las hembras salen a la playa a desovar, solo de noche. En esta acción se encuentran con el primer conflicto, muchas de las playas tienen gran infraestructura y actividad humana que hace mucha luz, como paradores y actividades a la orilla del mar, lo que les impide poner sus huevos.
Otra de las complicaciones, es que la población local recolecta los huevos para la venta y el consumo, y también recoge tortugas pequeñas para comercializar, lo que está catalogado como tráfico ilegal.
El calentamiento global es un factor de riesgo. El sexo de las tortugas dentro del huevo se determina en base a la temperatura de la arena donde están enterradas, cuando el ambiente está caliente nacen más hembras, y disminuye la población de machos, en consecuencia se produce un desequilibrio.
También una de las temáticas que más se habla en los últimos tiempos es la ingesta de plástico. Las tortugas marinas pequeñas emprenden un viaje, una fase oceánica, en donde se dirigen a mar abierto pasando toda su infancia allí. Recién a los veinte años comienza su etapa de reproducción, es por ello que esta etapa es clave en términos de supervivencia viéndose afectada por la contaminación y la ingesta de plásticos. Además, es fácil confundir estos materiales con las algas y las medusas, sus habituales alimentos.
El uso de las redes pesqueras también pone en peligro su vida, en especial, las fantasmas que se encuentran sueltas en el agua y las dejan atrapadas. Por esta razón, el trabajo en conjunto de las organizaciones junto a los grupos pesqueros es clave. “En Bahía Blanca trabajamos muy bien con los pescadores, son unos aliados muy importantes. Me arriesgo a decir que el 90% de las tortugas que se reinsertan al Estuario de la ciudad después de haberse rehabilitado es gracias a los pesqueros”, sostuvo Díaz.
La Fundación Aquamarina forma parte del Programa Regional de Investigación y Conservación de Tortugas Marinas de Argentina (Prictma). A su vez, conforman la red Atlántico Sur Occidental (ASO), que agrupan a Argentina, Uruguay y Brasil. Establecen el circuito biológico de esta especie y trabajan en conjunto los mecanismos de conservación.
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