Dentro de todas las cosmovisiones indígenas del mundo, el vínculo con la naturaleza es un punto de convergencia innegable. Sobre todo cuando de liderar movimientos se trata, mujeres indígenas y campesinas, sobre todo en Latinoamérica, sostienen en vigencia la visibilización del cuidado de los recursos naturales, la no contaminación y sobre todo enmarcado en la noción del Buen Vivir como gran motor de este planteo al mundo.

Se preguntarán, esto ¿qué tiene que ver con la educación? Y yendo más allá todavía, ¿qué tendrá que ver con la Educación Sexual Integral? Pues desde un punto de vista integral de la salud, sobre todo desde una perspectiva ancestral, hay muchísimo que ver.

Pareciera muy alejado de la educación tradicional y sin revisionismos históricos o escucha frente a las narrativas subalternas en torno a los discursos instalados, hablar del Buen Vivir como una línea de pensamientos y acciones asociadas, a lo que desde el anteojo moderno es posible registrar como cercana al ecofeminismo o ecologismo.

Contrario a la idea de modernismo, civilización y desarrollo -todos conceptos originalmente anclados y articulados a una visión colonialista-, el Buen Vivir traducido desde diversas lenguas a este equivalente en castellano, abarca diversos postulados inabarcables para el lineal pensamiento blanco y eurocentrado. Es decir, que dicho concepto, aborda una multiplicidad de ideas que vinculan al ser humano con el mundo, así como con todas sus dimensiones de vida.

Nuevo paradigma

Los pueblos indígenas y los postulados de los movimientos de mujeres indígenas y campesinas, repiensan el concepto conocido occidental de salud, desde un punto de vista físico, emocional y mental a través de la relación del ser humano con el medio ambiente, los recursos naturales, la puesta en valor de cada ser que habita la tierra, desde un lugar de honra y agradecimiento, no de lucha o arrasamiento, sino desde la armonía y el equilibrio sano.

Asimismo, también es traducido como la búsqueda de una vida plena a través del bienestar social, económico y político que las comunidades y los pueblos, es por esto que el Buen Vivir puede ser entendido como un escenario de pensamiento intercultural en continuo proceso de construcción, con una propuesta superadora frente a la modernidad líquida en la que la pérdida de valor, identidad y mundo sano no parecen presentar competencia.

Pensar en la sustentabilidad del mundo como lo conocemos a futuro, plantea al menos un camino incierto. Pese a cada vez parecen multiplicarse los esfuerzos de sectores de la sociedad por adaptar, transformar e instalar la idea de reciclaje, sustentabilidad y todo lo eco-amigable, la resistencia de las multinacionales y los intereses financieros del mercado, transitan -y atropellan- a contrapelo, cualquier intención o política de remover ese ideario fundante de un mundo desechable.

¿Por qué entonces es preciso pensar un abordaje desde la educación, y como si fuese lejano, también desde la ESI? Porque desde la base, pretende llevar adelante debates y reflexiones superadoras en torno a los conceptos que fueron concebidos y trabajados tanto de forma aislada, como también y en consecuencia, lo suficientemente sesgados para impedir problematizaciones integrales y por lo tanto, caminos o soluciones aisladas.

Poniendo con claridad sobre la mesa, todo aquel bagaje de herencia para les niñes del futuro, es primordial pensar en enfoques educativos sistémicos que involucren temas que articulen la salud y la sanidad en todos los sentidos, sobre todo teniendo en cuenta la necesidad vital de cuidar el único mundo que tenemos, a partir de la toma de conciencia de todes aquelles que lo habitamos y transitamos. Y qué mejor si podemos ampliar nuestras herramientas para hacerlo, tomando ejemplos de quienes protegen y cuidan la tierra como la madre de todos que es.

Autor: Nadia Quant