“El campo te da varias oportunidades para volver empezar, diversidad de cosas para hacer, pero al no ser dueña de la tierra, te condiciona un montón”, con convicción y nostalgia expresó Sandra Vela que en octubre decidieron con su familia dejar de alquilar un campo en el que estaban trabajando.
“Tenemos casa en Bahía, donde mi nene de siete años va a la escuela y una nena de dos años, el campo nos quedaba a 25 kilómetros. Probamos un primer año y dijimos con mi marido, hasta que la tierra se adapte, se forme la textura, tal vez el segundo año nos irá mejor, y no fue así. Es mucho trabajo para cosechar poco y vayamos a pérdida, por eso tomamos la decisión de dejarlo”, explicó.
En el balance del año, como pequeña productora agroecológica, definió: “Está cada vez más difícil. Si fuésemos dueños, podríamos hacer otro tipo de inversión. Si hubiese sido dueña no lo hubiera dejado, porque amo cultivar la tierra. Y no voy a dejar de hacerlo, acondicioné el patio de mi casa para hacerlo. Tengo de todo un poco”, detalló.
Gusto familiar
La familia Vela cultivaba hortalizas y tenían una huerta de consumo privado. Sandra nació en Pedro Luro, vivió en Juan A. Pradere, estudió Trabajo Social en Carmen de Patagones, trabajó un tiempo y luego se radicó en Bahía Blanca para emprender su producción agroecológica.
Sandra Vela es hija de papá y mamá bolivianos, de los cuales aprendió desde chica a cultivar la tierra. “Aunque cuando sos niña, una lo hace para obedecer a sus padres, no por gusto, después de grande, lo valora porque es un conocimiento que lo fue adquiriendo de a poco a medida que pasaron los años y con la práctica”, afirmó.
“En su momento, me fui a estudiar para no trabajar en el campo, porque mis padres cultivaban la cebolla y era mucho esfuerzo físico. Son siete meses de trabajo intensivo desde que sembrás a la cosecha, y veía que mis papás trabajaban toda la vida y no prosperaban. Era medianero agrícola, tenía un patrón dueño de la tierra y siempre tenía deudas, perdió un tractor y un camión, así que dije ‘el campo no te da nada’”, así sintetizó la primera decisión que tomó pensando en su futuro.
Sin embargo, estando en la ciudad, mientras estudiaba y trabajaba se dio cuenta de algo: “Una se tiene que comprar todo en la ciudad y el campo tiene que producir todo. Ahí me di cuenta que todo venía del campo y lo valoré”.
Se volvió a vincular con las plantas aromáticas mientras ya trabajaba en Carmen de Patagones como Trabajadora Social. “Me compré un invernadero para hacerlo ahí. Pero veía que no lograba, entonces por diversas problemáticas en el trabajo renuncié y volví al campo, con la idea de hacer algo nuevo. Escuché lo de huertas agroecológicas en espacios pequeños y quise probar de hacer algo más grande, fue más por fe que otra cosa, porque mi conocimiento era de producción convencional y este era otro sistema de producción, que no era tan conocido en esa época”, así que se desafió a ella misma.
En septiembre de 2013 inició su emprendimiento personal, con la ayuda de su papá y mamá. “Al inicio fue complejo porque mi papá estaba acostumbrado a fumigar con agroquímicos, pero de a poco se fue convenciendo porque vio que las plantas prosperaban y no era necesario aplicar la técnica que él había adquirido”, celebró.
Alquilaron un terreno de 700 metros cuadrados y comenzaron todo a pulmón. “Mi papá me recontra ayudó, porque en el campo se requiere mucho esfuerzo físico, y hay cosas que a la mujer no le da. A continuación, nos ocupamos de la venta de la producción, primero del boca a boca y luego el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) me ayudó a preparar el tema de los bolsones y hacerme los grupos de clientes”, relató.
Así fue que llegó a vincularse con la Fundación Huella Verde, que tiene como objetivo valorar e incentivar la producción agroecológica, comprando bolsones y destinándolos a comedores.
Talleres
Como lo contó con anterioridad, Sandra Vela en octubre decidieron con su esposo dejar la producción en un campo que alquilaban y a partir de allí, ella consideró una invitación que le realizó la Fundación Huella Verde de organizar talleres de huerta en el Centro Cultural La Nave y en el comedor A puro corazón, de Villa Caracol.
Al realizarlo en estos espacios sociales, la productora agroecológica distinguió que favorece la cercanía con niños, niñas, adolescentes y jóvenes que quieren aprender cómo se hace una huerta. “La producción de estas huertas es para el comedor y los vecinos del lugar, y en La Nave para los que viven en los vagones. La gente ya participa con el riego de la huerta, sin ellos no se podría mantener porque vamos una vez a la semana. El inicio es más duro, pero bueno, después llegará el tiempo de la cosecha”, resumió.
A principios de diciembre hubo una convocatoria, y para el año próximo se organizarán otras. “Hay dos generaciones que se perdieron, que no querían saber nada con el campo, los jóvenes están volviendo y hacen falta estos espacios de práctica porque hay mucha teoría y falta meter las manos en la tierra”, reflexionó.
No del municipio
Sandra se sumó a la fundación Huella Verde y presentaron un proyecto a la municipalidad solicitando un terreno de 1500 a 3000 metros cuadrados, el cual sería auto sustentado económicamente por la venta de bolsones de la propia producción, abierto a la comunidad, para que se puedan realizar talleres. “El municipio nos dijo que no por falta de voluntad política”, lamentó.
Sin papeles, ni palabra
Sandra recuerda que siempre con su familia estuvieron de acá para allá, por el alquiler de los campos y algunas veces no tuvieron buenas experiencias. “Hicimos un trato con el dueño del campo y él se comprometía a poner una bomba, nunca la puso y sin agua no se puede producir, así que nos tuvimos que ir. Lo malo es ninguno quiere hacer contratos legales y uno por necesidad lo alquila igual. Otro, vendió el campo y al no tener ningún papel, nos tuvimos que ir y habíamos sembrado para la temporada”, comentó.
En el ámbito de políticas públicas, para Sandra Vela, falta apoyo a las y los pequeños productores. “Todos los días se comen verduras, y esos cultivos lo hace la agricultura familiar. El campo te da varias oportunidades para volver empezar, diversidad de cosas para hacer, pero al no ser dueño de la tierra, te condiciona un montón”.
Finalmente, también nombró a la inflación como otro de los factores que afectó a agricultura familiar en general, sin embargo, en su caso particular, al ser una producción agroecológica, que no aplica químicos y no compra semillas, porque el 90% de sus semillas las produce ella, no fueron tan nocivas.
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