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Despejando incógnitas
La necesidad concreta actual de disponer del gas metano suficiente, hace imprescindible resaltar que deben arbitrarse los medios para que tal demanda sea satisfecha sin afectar otros valores igualmente valiosos para la comunidad de General Daniel Cerri.
Categoría: Ecología

La
necesidad concreta actual de disponer del gas metano suficiente para uso
domiciliario, industrial, del transporte y de la generación de electricidad,
hace imprescindible resaltar que deben arbitrarse los medios para que tal
demanda sea satisfecha sin afectar otros valores igualmente valiosos para la
comunidad de General Daniel Cerri, hasta cuyo puerto podría realizarse un
dragado que permitiera la instalación de una planta regasificadora.
El impacto no sólo debe medirse a nivel local, sino también por lo que
implicaría en la situación ecológica del país, en cuanto a la protección de la biodiversidad,
la legislación expresa en tratados signados previamente, los estilos de vida
locales y la calidad del ambiente.

De la necesidad a la satisfacción
Al cabo de una década, entre 2001 y julio de este 2011, nuestro país ha sufrido
mermas en sus reservas de petróleo y gas de entre un 10 por ciento y un 40 por
ciento, respectivamente. Si bien se trata de recursos no renovables que en
algún momento se agotarán, la situación actual se origina en las desastrosas
privatizaciones de YPF y Gas del Estado, ocurridas durante la década del ‘90.
Además, desde 2003 a
la fecha se ha registrado un fuerte crecimiento en el consumo de energía. Tres
factores asoman como causales del mismo. En primer lugar, la reactivación
industrial. En segundo término, el aumento del parque automotor registrado tanto
en el rubro del transporte de carga como en el de pasajeros. Finalmente, el
incremento del poder adquisitivo promedio de los salarios, que permite mayores
gastos en confort (en rubros como aire acondicionado y calefacción, por ejemplo),
esparcimiento (como la televisión) o iluminación.
 Conviene recordar que tanto el gas de
red como el gas natural comprimido (GNC) es metano, en tanto que el
comercializado en garrafas y “tubos” es una mezcla de propano y butano.
Asimismo, una parte importante de la energía eléctrica generada en el país se
obtiene en usinas que funcionan a gas natural, el menos contaminante de los
combustibles fósiles.
La suma de estas causas ha llevado a picos de consumo de gas de 86 a 90 millones de metros
cúbicos de gas por día (MMCD), provenientes de yacimientos nacionales y
bolivianos, y del gas natural licuado importado por vía marítima. Para empeorar
las cosas, Bolivia no ha podido cumplir su acuerdo con Argentina para proveer
27 MMCD, ya que en el 2010 sólo pudo acercar 5.
Lo anterior explica la necesidad de contar con más gas metano. Éste debe importarse
en fase líquida, pues 600 litros de metano gaseoso (a presión atmosférica y 25º
C) equivalen a un litro de metano líquido, lo que redunda en grandes ahorros en
concepto de fletes.
Trinidad y Tobago, Nigeria, Qatar e Indonesia se inscriben entre los países
productores del preciado recurso del gas natural. Una vez extraído y purificado
en origen, es enfriado a 160 grados bajo cero para licuarlo. Luego, es cargado
en buques metaneros para llevarlo a destino. Dicho transporte se hace a presión
atmosférica, lo que significa que durante todo el viaje el metano líquido está
“hirviendo”, desprendiendo gas metano que se usa principalmente como
combustible en la planta propulsora del buque. Ya en destino, se descarga el
metano líquido a otro buque con instalaciones que permiten regasificarlo (la operación
se denomina “off-shore”), o a una planta regasificadora ubicada en tierra firme
(operación “on-shore”). El primero es el caso del “Excelsior”, amarrado en el
muelle de la Compañía
Mega, en Ingeniero White.
Bajo cualquiera de las dos posibilidades de descargue, el metano regasificado
es inyectado en los gasoductos para su consumo por la población, industrias,
transporte y usinas eléctricas.

Los riesgos
El proceso descrito se efectúa en su totalidad en instalaciones de alta
tecnología dotadas de instrumentación sofisticada construida con materiales
aptos para operar a muy bajas temperaturas, denominadas “criogénicas”. Si bien
se cuentan escasos, se han producido accidentes en plantas regasificadoras. Estos
siniestros fueron atribuidos a fallas humanas o a un mantenimiento defectuoso, entre
otras posibles causales. Debe tenerse en cuenta que incluso tecnologías tan avanzadas
como la espacial pueden fallar, tal como lo demuestra lo sucedido con el
transbordador Challenger en 1986 y su gemelo Columbia en 2003.
En caso de derrames de metano líquido, las consecuencias dependerán de:
si cae sobre agua o sobre tierra o cemento: las pérdidas sobre agua resultan
más riesgosas, pues en ese caso el metano líquido se gasifica más rápidamente;
las condiciones climáticas imperantes en el momento del derrame. Un viento
suave dispersaría más lentamente el metano gaseoso, en tanto que una humedad
ambiental alta reduciría la radiación térmica de una nube de metano en
combustión;
la distancia entre el punto de ignición de la nube de metano gaseoso y la
población, instalación o vía de transporte más cercana.
Los especialistas en evaluación de riesgo concuerdan en que, operando con
metano líquido, deben considerarse dos criterios para establecer zonas de
exclusión. Uno, determinado por el posible alcance de la radiación térmica
proveniente de la nube de metano gaseoso en combustión. El segundo, la
distancia necesaria para que la concentración de metano gaseoso, por su
dilución con aire, se ubique fuera del rango de 5 al 15 por ciento en aire,
límites de inflamabilidad de la mezcla de ambos gases.
Combinando ambos criterios, se concluye que la distancia mínima entre la zona
de operación con metano líquido y toda actividad humana debe superar lo más
ampliamente posible los 4 mil metros.

¿Por qué en Cerri?
Para argumentar la instalación de una planta regasificadora en Puerto
Cuatreros se invocan su proximidad con el nudo gasífero ubicado en el kilómetro
701 de la Ruta 3
Sur, el bajo costo de terrenos en dicha zona y la posibilidad de levantar la
planta en tierra lejana del asentamiento poblacional.
Se ignora si este proyecto substituye a la planta regasificadora a ubicarse en
Puerto Rosales, donde no se requeriría un dragado del estuario, y cuya ventaja
consiste sólo en demandar la construcción de un muelle de atraque, ya que allí
se dispone de profundidades naturales de unos 18 metros.
La fuerte inversión que implica un dragado hasta General Daniel Cerri para
alcanzar allí los trece metros y medio de profundidad, sumado al mantenimiento
posterior que conlleva, no se explicaría si sólo permitiera la instalación de
la planta regasificadora. Tal inversión adquiriría sentido si al material
sólido producido por el dragado (refulado) se lo ubicara sobre los humedales
actuales, para su futura utilización con fines portuarios o industriales.
Por otra parte, puede anticiparse que el perfil ocupacional de Cerri no se
vería modificado más que marginalmente. En la etapa de construcción de un
muelle doble en Puerto Cuatreros, que permita el amarre de un buque nodriza,
otro regasificador y la posterior planta regasificadora, se ocuparían
temporalmente unas 500 personas. En cambio, para la operación de la planta
regasificadora el personal necesario sumaría sólo unos 50 empleados, entre
ingenieros y técnicos en la materia, que posiblemente no se encuentre entre la
actual población activa de la localidad cerrense.
En cuanto a las eventuales molestias que el emprendimiento podría causar en la
población cerrense, cabe aventurar que si las operaciones con GNL se ubicaran a
suficiente distancia de la localidad, se centrarían en el ruido de fondo de
compresores y bombas y el accionamiento esporádico de válvulas de seguridad y
antorchas, que permiten quemar gases en emergencias para evitar el riesgo que
implicaría su liberación directa a la atmósfera. El grado de molestia de dichos
artefactos, que generan ruidos y luminosidad, depende de su propio diseño.
Finalmente, la contaminación ambiental durante el funcionamiento normal de
estas plantas se presume baja, suponiendo que son mantenidas y operadas
siguiendo los rigurosos estándares que rigen para ellas en los Estados Unidos y
Europa, en buena parte orientados a evitar desastres de gran envergadura.

Braulio Laurencena es ingeniero químico, con un posgrado en Ingeniería Química
en la Universidad
de California. Fue docente y rector de la UNS y director de Medio Ambiente de la Municipalidad de
Bahía Blanca.



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2011-09-05 17:43:00
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