Diversas causas han influido en los últimos tiempos para desatar una crisis mundial de alimentos que afecta aún más a los 854 millones de hambrientos y a otros 3.000 millones de personas que sobreviven en el planeta con solo dos dólares diarios de ingresos y deben gastar el 80% de sus insuficientes entradas en adquirir esos productos. Cada 24 horas mueren por hambre y desnutrición 18.000 niños.
En un planeta donde se producen alimentos suficientes para sus 6.000 millones de habitantes, resulta contradictorio que los precios del maíz, arroz, trigo, leche, aceites comestibles, frutas y verduras, por citar algunos, se hayan duplicado en los últimos 20 meses.
Cifras aportadas por organismos internacionales sostienen que desde 1961 la producción mundial de cereales se triplicó y las reservas siguen estando muy por encima de la demanda, mientras que la población solo se duplicó. En 2007 las cosechas cerealeras superaron los 2.350 millones de toneladas lo que significó un aumento del 4% en relación con 2006.
Números y responsabilidades
Un estudio de la FAO determinó en 2005 que en el mundo se produce suficiente alimento como para suministrar más de 2.800 calorías por día a todos sus habitantes, que representan el mínimo necesario para una buena salud general. Estos datos se hacen efectivos pese al aumento de la población global. Es decir, el informe no echa la culpa al aumento del consumo alimentario en países emergentes como India o China como afirman los países occidentales.
Los altos precios han provocado que en numerosas ciudades del planeta se realicen manifestaciones multitudinarias de protesta como las ocurridas en Haití, Egipto, India, Paquistán, Somalia, Senegal, Mozambique, Burkina Faso, Camerún, Costa de Marfil, Mauritania, Filipinas, Yemen, Guinea, Indonesia, Bolivia, Etiopía y Bangladesh.
El vice primer ministro de Cuba, José Ramón Machado Ventura, jefe de la delegación de la Isla a la Cumbre sobre Seguridad Alimentaria, efectuada recientemente en Roma, denunció las causales generales de la crisis:
Los países del Norte tienen una indiscutible responsabilidad en el hambre y la desnutrición de 854 millones de personas. Ellos impusieron la liberación comercial entre actores claramente desiguales y las recetas financieras de ajuste estructural. Provocaron la ruina de muchos pequeños productores en el Sur y convirtieron en importadores netos de alimentos a países que antes se autoabastecían e, incluso, exportaban.
De tal forma, resulta incongruente que en esa importante reunión citada por la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), algunas de las naciones desarrolladas solo hablaron de entregar ciertas sumas de dinero para paliar o ponerle parches momentáneos a la asfixiante situación en los países más pobres, y no atacaron las deformaciones estructurales implantadas por el sistema capitalista.
Del norte y del sur
Los países ricos del Norte, encabezadas por Estados Unidos y potencias de la Unión Europea, con la acción directa de las organizaciones financieras internacionales como el FMI, el Banco Mundial (BM) y el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) obligaron a las naciones pobres a abrir sus mercados para después llenarlos de alimentos subvencionados con los que no pueden competir los productores nacionales. Esto ha provocado devastadores resultados para la agricultura del Tercer Mundo. Uno de los casos más representativos de esta situación es el de México, que se agudizó tras la entrada en vigor del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) firmado en 1994 con Estados Unidos y Canadá. El Tratado ha ampliado la enorme brecha existente en la nación azteca entre una minoría rica y una mayoría cada vez más pobre que ya suma más de 50 millones de habitantes.
El TLCAN, al permitir la entrada libre o a bajos impuestos de cereales y gramíneas como maíz y frijol procedentes de Estados Unidos, estimuló la quiebra de miles de campesinos mexicanos que no resistieron la desigual competencia.
Investigadores de varias universidades mexicanas como Alma Ayala Garay aseguran que aproximadamente emigran al año 40.000 habitantes de las zonas rurales y de esos, muchos se dedicaban a los cultivos de frijol y maíz. La gente joven se aleja ante la falta de actividad en la parcela ya que los resultados no son suficientes para vivir y desarrollarse con sus familias. El destino obligado para la mayoría es tratar de cruzar la peligrosa frontera y venderse como mano de obra barata en los campos de Estados Unidos.
Los productores de las naciones pobres deben competir con los alimentos importados y subvencionados de los países ricos sin recibir tampoco ayuda para pagar implementos, combustible, fertilizantes y otros insumos necesarios para la producción. Como colofón se ha ido eliminando la agricultura tradicional en beneficio de las comunidades y las familias, y se ha reemplazado en muchos lugares por una agricultura industrial a favor del agronegocio.
Mientras esto ocurre las grandes compañías transnacionales obtienen fabulosas ganancias y acumulan enormes fortunas.
Gran negocio
Datos publicados por el investigador Shawn Hattingh, en la revista mensual MRzine bajo el título Liberación de Alimentos, Comercio de la Muerte, ofrecen elementos sumamente elocuentes sobre este multimillonario negocio, al reflejar las ganancias obtenidas en los tres primeros meses de 2008 por varias transnacionales.
Las que aparecen en los primeros lugares en el comercio de granos son la Archer Daniels Midland (ADM) con un beneficio bruto de 1.150 millones de dólares, o sea, un aumento de un 55% en comparación con el mismo período del año pasado; La Cargill con 1.030 millones de dólares y un crecimiento del 86%; la Bunge con 867 millones de dólares y 189% de ganancias.
Entre las transnacionales distribuidoras y comercializadoras de semillas y herbicidas se hallan la Monsanto que ha tenido un beneficio bruto de $ 2.230 millones de dólares para un 54% y la Dupont Agriculture and Nutrition con 786 millones de dólares, 21% de crecimiento. En cuanto a las que dominan el monopolio de los fertilizantes se destacan la Potash Corporation con ingresos netos de 66 millones, aumento de 185,9% y la Mosaic (perteneciente a la Cargill) con 528,8 millones y aumento de más de 1200%.
Estas transnacionales, junto a otras pocas como la Syngenta, Unilever y Nestle, controlan el 85% del comercio de granos, el 83% del cacao, el 80% del plátano, el 60% del aceite vegetal y el 55% de los lácteos, mientras las grandes distribuidoras de alimentos como Wal-Mart, Tesco o Carrefour afirman que continúan ampliando sus ganancias. Asimismo, los precios de la soja, maíz, trigo y otros, se determinan desde hace tiempo por su cotización en las Bolsas de Valores como la de Chicago. Los operadores, a la vez, venden y compran en el llamado mercado de futuros, en función de las previsiones de la oferta y la demanda, o sea, operaciones especulativas. Se calcula que el 55% de la inversión financiera en el sector agrícola responde a intereses especulativos y ésta tiene una vinculación directa con el aumento y la volatilidad de los precios.
Desde ya se hace necesario un cambio en los sistemas de producción, distribución y comercialización de los productos agrícolas para que no continúen aumentando los hambrientos en el mundo. Solo los gobiernos y sus pueblos pueden revertir la situación.
Fuente: Ecoportal.net
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