El presidente del Tribunal, Roberto Amabile, presencia el debate, al igual que las partes querellantes, fiscalía y defensa, mientras que los jueces Marcos Aguerrido y Pablo Díaz Lacava lo hacen por vía remota al igual que los cuatro imputados.
Declararon el 31 de agosto Cayetano Ursino, Rodolfo García y Aníbal Sicardi. Ursino declaró por la víctima Carlos Davit, militante de la Juventud Universitaria Peronista, que fue secuestrado por la patota de la Triple A de la pensión que vivía en Irigoyen al 200 y apareció colgado de un puente camino a Punta Alta acribillado a balazos.
Por su parte, Rodolfo García fue compañero de estudios de la carrera de Geología en la Universidad Nacional del Sur de José Surace, Julio García y Gabriel Ganuza secuestrados el 6 de diciembre del 75 de la pensión estudiantil de Zapiola al 600. Fueron hallados asesinados en cercanías de Villa Iris, en la ruta 35, con los cuerpos acribillados y con signos de tortura.
Aníbal Sicardi, pastor de la Iglesia Metodista, declaró por el caso de Víctor Oliva Troncoso, que pertenecía a la colectividad de refugiados chilenos y tenía vinculación con la Iglesia antes de su asesinato. Tenía solo 23 años, había sido militante del MIR Movimiento de Izquierda Revolucionario y fue secuestrado en Soler al 200. Su cuerpo apareció acribillado de 33 balazos en el paraje Pibe de Oro de General Cerri el 2 de julio de 1975.
El secuestro de Víctor fue presenciado por la hija de los caseros de la Iglesia Metodista. Ella vio claramente cómo en calle Soler al 200, cuatro o cinco personas lo interceptaron y secuestraron en una furgoneta de la Universidad, ante la presencia cómplice de un patrullero. Sicardi se comunicó con algunas personas para obtener información, “por la forma en que se había hecho venía con una disposición desde la Universidad del Sur, es decir que dentro de lo que nosotros manejábamos, venía de Remus Tetu”.
Al ser consultado quiénes eran esas personas informantes que tenía el pastor, contestó que “yo tenía dos personas de confianza que me podían ayudar… y que uno era muy conocedor del Ejército”. La otra persona de su confianza, era una persona refugiada por Chile. Cuando apareció el cuerpo de Víctor, el pastor reconoció a la víctima, que fue asesinada con más de 30 balazos. Realizó la intervención para que fuera repatriado a su país natal.
El clima previo al ´76
En la audiencia posterior declaró Fortunato Mallimaci, sociólogo e investigador del Conicet, quien fue convocado para que dejara sentado las experiencias que en lo personal le tocó vivir, ya que conoció a varias de las víctimas, pero también cómo ha podido significar esta parte de su vida y de la historia de la ciudad y el país, desde sus propias herramientas disciplinarias como profesional.
Mallimaci fue alumno de la Universidad Nacional del Sur, participó de diversos grupos cristianos de la Juventud Universitaria Católica, también de la Juventud Peronista y en el año 1975 tuvo que exiliarse fuera del país. Se refirió al vínculo de empresas bahienses con la dictadura, como también de La Nueva Provincia que “predecía” lo que iba a suceder en algunos casos. “Los intereses de Poder económico, Poder militar, Poder mediático, estaban ahí, a veces uno lo busca solo en el hoy, tiene larga historia en nuestro país”.
A su turno, Mario Sánchez declaró por las circunstancias del secuestro y asesinato de Fernando Alduvino; el testigo manifestó que eran “hermanos de la vida” y que se trataba de su ex cuñado. Alduvino fue secuestrado el 21 de marzo de 1975, en su casa de calle Thompson casi esquina Donado, apareciendo en días posteriores en la ruta 35, lugar que según cuenta, ya había sido rastrillado. Era estudiante de Filosofía de la Universidad, trabajador municipal y además militante de la Juventud Trabajadora Peronista JTP.
La necesaria reparación
Dejó también su testimonio Gladys Elvira, a través de videoconferencia desde la ciudad de Viedma. Al momento de los hechos, estudiaba Geología en Bahía Blanca junto a José Surace, con quien había iniciado una relación de noviazgo. Él era militante de la Juventud Universitaria Peronista, vivía en la pensión de calle Zapiola al 600 con otras dos víctimas en esta causa de la Triple A, Gabriel Ganuza y Julio García, también de la JUP.
“Las calles eran patrulladas y vigiladas por la patota de Ponce que era la mano de obra barata de Remus Tetu… nunca andaban solos y salían a matar, salían a secuestrar estudiantes u obreros, para ametrallarlos… Se vivía un clima de Terror…”, dijo Elvira. Los tres estudiantes Surace, Ganuza, García y también la testigo, ya tenían pensado terminar el ciclo lectivo en diciembre del 75 y no regresar, debido a la situación imperante.
La madrugada del 6 de diciembre, entre 5 y 6 hombres armados entraron a la pensión “y se los llevaron a los tres chicos, como estaban, en ropa interior, descalzos, sin documentos, los sacaron dormidos de la cama”. Al día siguiente, junto con el padre de su novio recorrieron sedes policiales y en la comisaría 2º, con total naturalidad, les dijeron que había tres cuerpos masculinos sin identificar en Villa Iris. Al llegar al pueblito, los llevaron hacia los tres cadáveres que identificaron rápidamente. El estado de los cuerpos era impactante, “no solo los fusilaron, los torturaron, los golpearon y los ametrallaron, esta mano que no es tan grande, no cabía en el cuerpo de José (Surace) sin tapar un agujero de bala. Eso hacía esta gente. Salían todos juntos, preparados para matar”.
Elvira subrayó que “no era un grupo de hombres que salieron por su cuenta a matar estudiantes y obreros y trabajadores, era una organización paramilitar que preparaba la antesala del golpe de Estado de 1976. Estaba organizada y respondía a una organización que era la Triple A, que estuvo no solo en Bahía Blanca sino sobre todo en lugares donde había universidades, fábricas, sindicatos y trabajadores organizados”. Describió a los jóvenes asesinados como seres entusiastas con proyectos, sueños, compañeros, generosos, solidarios, que se alegraban si se tomaban medidas en favor de los que menos tenían, porque defendían un proyecto político para las mayorías, de igualdad social, y estaban convencidos que la política es la única herramienta de cambio para transformar la sociedad, para acabar con las injusticias la militancia política era el camino”.
Para finalizar pidió que la sentencia fuera reparadora. “Espero de este Tribunal una sentencia ejemplificadora y aleccionadora que acabe con la Impunidad. Puntualizó “José, Julio, Gabe y los 30.000 no son solo Memoria, son por sobre todas las cosas Convicciones. Convicciones que levantaron los pañuelos blancos las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo y que ahora en este presente todavía sin justicia levantan los Hijos, Hijas, Nietos y Nietas.” Cerraron la jornada los testigos Atilio Casadei y Orlando Balbo, desde Viedma y Neuquén, respectivamente.
Fuente: H.I.J.O.S Bahía Blanca
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