Testimonios de Vilma Vera, quien declaró por el secuestro de su padre
Manuel, y de Roberto Maisonave, sometido a un falso juicio militar, son algunos
de los testigos que declararon el lunes 12 de agosto.
Seis de los acusados se encontraban en la platea del Aula Magna de la UNS: Alejandro
Marjanov, Carlos Stricker, José Fidalgo, Bernardo Cabezón, Felipe Ayala y
Fernando Videla. El represor restante, Ricardo Gandolfo asiste a las audiencias
mediante videoconferencia desde el hospital de Ezeiza. Todos ellos son juzgados
por crímenes de lesa humanidad durante la dictadura militar en Bahía Blanca a
través de la llamada “Causa Stricker”.
El lunes 12, el juicio siguió con las declaraciones de testigos y dos de ellos
fueron Vilma Vera, quien testimonió por el secuestro de su padre, y Roberto
Maisonave quien fuera secuestrado por las fuerzas militares.
La primera en pasar al escenario a declarar fue Vilma Vera, hija de Manuel Vera
y Blanca Ruiz. Vilma tenía apenas 12 años cuando tuvo que vivir un horror que
aún hoy le perdura.
Según contó, en la noche del 3 de abril de 1976, ella se encontraba en su casa
jugando con su hermano cuando golpearon violentamente la puerta del hogar. Como
dijeron que eran de la policía, abrieron la puerta y la casa de Vilma se llenó
de hombres produciéndose, afirmó, un caos.
Su hermanito, que era muy chico estaba contra la pared mientras un hombre le
apuntaba con una ametralladora en la espalda. También estaba su abuela de 80
años que fue golpeada al igual que a su papá, Manuel a quien llevaron a la
cocina y golpearon.
Vilma escuchó todo eso y comenzó a gritar: “Me agarró uno y me dijo que me iba
a hacer callar”.
Esa persona llevó a Vilma, de tan solo 12 años, a su dormitorio y le puso un
revolver en la boca: “Me lo puso en el paladar, yo le decía que no me haga
nada, que tenía 12 años…”. Relató Vilma que el hombre la insultaba y le decía
“puta”.
Después de desordenar y tirar todo lo que había alrededor, los hombres,
vestidos de civil, secuestraron a Manuel Vera y se fueron en los mismos autos
en los que habían llegado al lugar.
Otro aspecto del operativo fue que cada vecino que intentó asomarse para ver
qué sucedía, fue obligado a ingresar a punta de pistola.
Refiriéndose a su papá, Vilma narró que había sido echado del ferrocarril, que
era delegado y que pertenecía al Partido Comunista.
“Yo he vivido con miedo siempre, el miedo no lo perdí nunca”, explicó Vilma
acerca de las consecuencias posteriores que sufrió y sufre por lo vivido en 1976.
Además señaló que mientras cursaba la escuela primaria, tanto su maestra como
la directora del establecimiento, le prohibieron hablar del tema.
Fue así como en su adolescencia hubo un antes y un después del secuestro de su
padre.
Al final de su declaración, Vilma afirmó: “Le doy gracias a la lucha de los
organismos de derechos humanos y a las Madres de Plaza de Mayo y al presidente
Kirchner que por ellos estos juicios se pueden llevar a cabo”.
Niña en “La Escuelita”
El tercer testigo en declarar el lunes 12 de agosto fue Roberto Maisonave,
secuestrado junto a su esposa y su hijita el 6 de julio de 1976.
Roberto tenía 33 años, trabajaba en Sancor, fue militante de centros de
estudiantes hasta 1969 mientras que también ejerció actividad gremial y fue
parte de lo que se conocía como Peronismo de Base.
El 6 de julio, Roberto terminó de trabajar y se fue a su casa ubicada en la
cuadra de Yrigoyen al 1400. Allí estaban sus secuestradores que cubrieron a la
familia Maisonave con una manta para luego trasladarla al ex centro clandestino
de detención “La Escuelita”. Ya en el lugar, Roberto fue separado de su esposa
y de su hija y fue llevado a una habitación. Allí lo ataron de pies y manos y
lo torturaron con picana eléctrica.
Respecto a los torturadores recuerda al “Tío” y al “Pelado”, también estaba
presente una persona que le apoyó un estetoscopio y autorizó a que lo sigan
torturando.
Roberto permaneció en “La Escuelita” hasta aproximadamente el 12 o 13 de julio
de 1976.
Durante su cautiverio y al ir al baño, Roberto pudo ver por debajo de la venda
y divisó una construcción antigua y con galerías exteriores. Cuando lo llevan a
otra parte del lugar, escuchó la voz de su hija que un día después fue
abandonada por los represores en la casa de los suegros de Roberto.
En otro momento, Roberto fue sacado junto a otra persona en un vehículo, al
llegar al batallón comprobó que estaba en compañía de su esposa.
En el Batallón fueron alojados en una celda grande a la cual un día se presentó
un Mayor quien le informó que iba a oficiar de “su abogado defensor”: “Me dijo
que era de intendencia, que no entendía de esto, que tenía que cumplir una
función como obligatoria, que iba a tratar de hacer lo que pueda”.
Lo que se le venía a Roberto era un falso juicio, una puesta en escena a cargo
de la fuerza militar, un “Consejo de
guerra”.
Había un tribunal compuesto por militares, un instructor del V Cuerpo, el
matrimonio Maisonave y detrás unas 20 personas, algunas de civil: “Me pareció una puesta en escena, una teatralización, me dio esa
impresión. Como para un público reducido. Estaban ahí presentes, supongo que
era esa gente de civil. El defensor que nos tocó, intentó plantear que no
estaban probadas algunas cosas, entre ellas la asociación ilícita porque eran
dos personas, creo que también dijo algo de no estar probada la tenencia de
explosivos, era como que no estaba previsto que lo tomaran en cuenta”.
El juicio duró dos sesiones y la condena fue de 25 años de reclusión perpetua.
Ese mismo día, Maisonave fue trasladado al penal de Villa Floresta en donde
supo de la detención de Julio Ruiz, Rubén Ruiz, Pablo Bohoslavsky y un hombre
del gremio de los canillitas.
El pabellón estaba a cargo del represor “Mono” Núñez: “El 22 de agosto nos
trasladan hasta la base Comandante Espora, ante los hangares había una cantidad
de personal militar con sobretodos, gorras. De los pelos y a los golpes nos
suben a un avión y nos encadenan con la cabeza entre las rodillas. A lo largo
del vuelo nos van golpeando, gritando y todo ese tipo de situaciones de
castigo”.
Desde allí volaron a Trelew y de ahí a la cárcel de Rawson. En 1983 Roberto fue
trasladado a la cárcel de Devoto y a su esposa a la de Ezeiza. A ella pudo
visitarla recién al asumir Raúl Alfonsín.
En 1978 se presentó en la cárcel el abogado Hugo Sierra, por aquel entonces secretario
del juez Guillermo Madueño, debido a una apelación de la condena a Maisonave:
“Le dije que habíamos estado secuestrados, que nos habían torturado. Eso no
aparece en la declaración firmada porque en ese tiempo bajo esas circunstancias
yo firmaba eso y cualquier cosa similar. Yo hasta ese momento nunca había visto
nada de lo que eran los expedientes del tribunal militar, pero es evidente que
la indagatoria del secretario de Madueño se basaba en el escrito de ese tribunal
por eso figuraba detalladamente armas, municiones, ubicación”.
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