Comenzaron a declarar los
imputados en el juicio contra 17 ex militares acusados de crímenes de lesa
humanidad, durante la dictadura en Bahía Blanca. Los primeros en hacerlo fueron
Jorge Enrique Mansueto Swendsen y Osvaldo Bernardino Páez.
La audiencia de la tarde del 2 de mayo de 2012, abrió una nueva etapa en el
juicio contra 17 represores, acusados de crímenes de lesa humanidad, que se
está desarrollando en Bahía Blanca. Es que esta vez, después de escuchar a cientos
de testigos, llegó el turno de la declaración de los acusados. Y los primeros
en hacerlo fueron personajes tristemente célebres por los cargos que ocuparon y
las responsabilidades que ejercieron durante la dictadura en nuestra ciudad.
Ahora bien, si uno no conoce la historia y los escucha por primera vez, hasta
tal vez sentiría pena y caería en la vieja frase de que son unos “pobres
viejos”. Sin embargo, con solo escuchar los relatos, saber el prontuario de
cada uno e interiorizarse en el tema, se cae en la cuenta de que no tienen nada
de pobres y que son altamente responsables de lo sucedido. La conclusión,
después de haber visto declarar a los primeros, es que los represores están
cada día más solos y que caen en la mentira para tratar de zafar de alguna u
otra manera de sus culpas.
Quienes iniciaron el desfile de declaraciones fueron Jorge Enrique Mansueto
Swendsen y Osvaldo Bernardino Páez.
Además de militar retirado, Mansueto es abogado, nació en Capital Federal, y
tiene 80 años. A Mansueto se lo notó activo durante su testimonio en el cual se
paró varias veces ya que pidió una pizarra para pegar unas láminas que él mismo
hizo en donde explicó diferentes cuestiones que le interesaba aclarar.
El único problema que aquejó fue que no escucha muy bien por lo cual en varias
oportunidades se acercó hacia donde se ubican los jueces para oírlos mejor.
Mansueto fue jefe del Batallón de Comunicaciones 181 y del Área 511.
En su testimonio señaló que fue designado para ese cargo en noviembre de 1976 y
la tarea era preparar al batallón del cual se dijo que era la peor unidad del
Ejército y, por ende, había que mejorarla: “En pocos meses conseguí que por lo
menos tuviera otro apelativo”.
Respecto a los alcances de su poder, mencionó a la testigo Dora Castilla quien,
según Mansueto, habría atestiguado ser detenida por el Batallón de calle
Vieytes, cuando allí, dijo el represor, no había ningún batallón sino
Castilla habría dicho ser liberada por órdenes del coronel Mansueto, algo que
el acusado también desmintió ya que no se encontraba en condiciones de hacerlo:
“De modo que esa ridícula posición pretendió hacerme creer que yo tenía poder
ilimitado”.
También, dijo sentirse apabullado cuando se le atribuye “falsamente” la
jefatura del Área 511.
Luego, Mansueto se refirió a
Directiva
quienes la promovieron lo hicieron apresuradamente en medio del secreto de las
Fuerzas, dejando participar a quienes no estaban capacitados para trazar una
directiva. De esta manera, dijo, se cometieron errores gravísimos: “Todo parte
de una mala directiva”.
Refiriéndose a las directivas, se valió de un pizarrón y unas láminas para
explicar que una parte del personal estaba con la doctrina antigua del
Ejército; otra con las “malvadas” que se usaron en Argelia y Vietnam, una
corriente tomó los planes de
OTAN
“malvada” de
de las Américas.
Detenidos y secuestrados
Acerca de las víctimas, el represor narró que quienes fueron detenidos “lo
fueron por imperio de dos decretos dictados en la época de gobierno legal”.
Para las fuerzas, los detenidos eran legales ya que las órdenes eran para
detener elementos opositores al gobierno.
En referencia al cuartel que ocupó, dijo que no era de “su propiedad” sino de
Tauber que lo antecedió en el mando. Señaló que hubo sectores, un dormitorio,
un gimnasio y unos galpones en donde el comandante dispuso que se alojen
detenidos a disposición del PEN. En ese sentido, testimonió, el Batallón cedió
los espacios. Cuando Mansueto se hace cargo del Batallón, esos lugares ya
estarían ocupados y por eso le pidió al comandante una solución a lo que él
consideraba un problema. Esos lugares, declaró, fueron evacuados el 25 de
diciembre de 1976.
Las irregularidades, dijo Mansueto, fueron cometidas por algunos que en el alma
“eran inocentes” y otros que en el alma “no eran para nada inocentes”:
Consultado sobre lo que él llamaba irregularidades, señaló que se refería a
todo lo mencionado en el juicio. También agregó que al escuchar al testigo
Solari Yrigoyen, tomó conciencia de dichas irregularidades y se reconoció culpable
de encubrimiento por no haberlo denunciado.
Entre algunas frases destacadas de Mansueto, se pudo escuchar: “El militar está
para cumplir sus misiones”; “No era fácil evadirse de las órdenes” y
“Desobedecer una orden era muy difícil”.
También dijo haberle mandado una nota a Videla en la cual le habría dicho que no
debía haber desaparecidos ya que eso iba a repugnar todo el país.
Más adelante, y como una manera de quitarse responsabilidades, dijo que los
detenidos en el Batallón no dependían del jefe de Batallón, o sea de él. “No
hay constancia de ningún detenido en el Batallón que haya perdido la vida”.
Acerca de las operaciones no convencionales, señaló que se trataban de la
búsqueda, localización y aniquilamiento de los elementos que resultaran de
peligro para la paz interior, y que esto dependería de Ibarra y no de él.
Respecto a la presencia de menores, los jóvenes secuestrados de
saber qué estaba pasando, que luego le dijeron que se trataba de detenidos que
se iban en esos días, y que había efectuado la protesta ante Catuzzi
A éste también le había pedido que le “entregue” al matrimonio Maisonave –
Germani, el cual había sido detenido.
“Estábamos en guerra, señor”
Un día después, declaró el imputado Osvaldo Bernardino Páez cuyo testimonio
se extendió tanto que continuó hasta estos días. Páez fue parte del Estado
Mayor del V Cuerpo de Ejército y el Departamento III de Operaciones como jefe
de
de Educación e Instrucción Cívica. Durante largo rato trató de narrar sus
créditos militares, pero el tribunal lo encausó en la época en que ocurrieron
los hechos, ofuscado y con un claro cambio de tono de voz, tuvo que hablar de
sus tareas.
Entre tanto divague de sus declaraciones Páez mencionó sus tareas de “acción
cívica” y diferentes obras mayores y menores que se realizaron en relación a
esas tareas.
Dijo que a partir del 24 de marzo de 1976 se efectuó un trabajo de “acción
cívica” en los gremios, disponiéndose que oficiales, suboficiales mayores y
retirados, controlaran ciertos gremios que había en las localidades.
Explicó que se destinaron dos capitanes que venían de
delegaciones del Ministerio de Trabajo de Tres Arroyos y Bahía Blanca, ésta
última estaba a cargo del capitán Fidalgo.
Si tenían algún problema, acudían a Páez quien hacía la coordinación y pasaba
un informe a sus superiores.
Consultado sobre esa tarea en los gremios, respondió que se trataba de “si
estaban regulados bien”, si estaban legalmente constituidos y si no había
problemas que afectaran al pueblo. Señaló que ese trabajó duró un mes, salvo el
gremio de los canillitas que quedó con un militar al igual que las delegaciones
del Ministerio de Trabajo.
Luego Páez declaró que el 27 de marzo el comandante lo nombró presidente del
Consejo de Guerra Especial que durante la paz se llama Consejo de Guerra
Permanente. En noviembre, el gobierno dispuso consejos en todo el país.
Reconoció Páez, que como presidente del Consejo de Guerra, juzgó a Pablo
Bohoslavsky, Julio y Rubén Ruiz porque se le habrían encontrado armas y
elementos explosivos.
Uno de los jueces preguntó a Páez porque se priorizó la jurisdicción militar
por sobre la federal: “¡Porque estábamos en guerra, señor”, respondió enérgico
el represor. Consultado contra quién era la guerra mencionó a las
organizaciones armadas ERP y Montoneros.
A 35 años de los hechos por los que se los juzga, después de haber presenciado
y escuchado la declaración de cientos de testigos y víctimas, que incluso lo
señalaron en la sala, Osvaldo Bernardino Páez -al igual que tantos represores-
sigue sin hacerse cargo de sus responsabilidades y huyendo cobardemente de la
verdad.
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