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Palabras que el viento no se va a llevar
Continúan los testimonios de testigos en el juicio a 18 imputados por delitos de lesa humanidad. Las declaraciones van dejando al desnudo el accionar sistemático del Terrorismo de Estado en Bahía Blanca.
Categoría: Derechos Humanos

Continúan los testimonios de testigos en el
juicio a 18 imputados por delitos de lesa humanidad. Las declaraciones van
dejando al desnudo el accionar sistemático del Terrorismo de Estado en Bahía
Blanca.

Un total de nueve testigos pasaron por el estrado judicial instalado en las
dependencias de la Universidad Nacional del Sur, av. Colón 80, en el marco del
juicio contra 18 represores acusados de crímenes de lesa humanidad.
El miércoles 24 de agosto de 2011 se desarrolló la audiencia número 11 con la
presencia de catorce imputados debido a que Hugo Delmé, Osvaldo Páez y Walter
Tejada no fueron trasladados al lugar por cuestiones de salud. A la de los
mencionados, se suma la ausencia de Miguel García Moreno, quien se encuentra
prófugo.
En la jornada se continuó con la toma de declaración a testigos, siendo el
primero en hacerlo, por el caso de Víctor Benamo, el doctor Mario Carlos Aggio,
quien fue funcionario de la UNS y sufrió la detención por parte de la Policía
Federal el 23 de julio de 1976.
Según relató Aggio, ese día, a la hora del almuerzo, se encontraba en su casa
con su mujer y sus hijos cuando una delegación de la Policía Federal allanó su
casa, revisando minuciosamente su biblioteca y llevándose alrededor de 12
libros y toda su documentación de la UNS. Entre el grupo de policías, Aggio
recordó un oficial joven y un suboficial de apellido Martínez.
Finalizado el procedimiento con la presencia de un testigo, Aggio fue
trasladado en un auto Falcón a la dependencia de la Policía Federal donde tuvo
que soportar gritos, golpes y acusaciones de subversivo para luego ser
abandonado durante horas, esposado a una escalera caracol. Aggio, quien luego
fue derivado a un calabozo individual, nombró al subcomisario Félix Alais quien
fue el que le realizó el primer interrogatorio diciéndole: “Tengo el deber leal
de decirte que te podés negar a declarar, pero si te negás a declarar, te
mato”.
Esa declaración fue firmada por Aggio aunque éste no se encontraba en
condiciones de saber qué es lo que estaba firmando.
El segundo interrogatorio estuvo a cargo del juez, ya fallecido, Guillermo
Madueño. En esa ocasión Aggio sufrió un desmayo y no recuerda qué fue lo que
dijo.
Entres tres y seis días permaneció Aggio en esa dependencia hasta que lo
trasladan al penal de Villa Floresta, acusado de violar la “ley
antisubversión”.
El primer día, debido a una requisa del Ejército, Aggio pasó varias horas en un
calabozo de castigo “que no se lo recomiendo a nadie”.
Nuevamente, fue el juez Madueño quien lo interrogó en una sala de la Unidad 4 y
quien intentó estrecharle la mano, a lo que Aggio se negó rotundamente además
de hacerle saber que todos sus derechos estaban siendo violados. Junto al juez
se encontraba el secretario que, cree Aggio, era el doctor Hugo Sierra.
Luego de unos meses, y a causa de haber bajado mucho de peso, Aggio permaneció
en la enfermería del penal hasta su liberación
Anterior a ello, Aggió fue ubicado en un pabellón al que llamaban de “los
presos trabajadores”. Allí, dijo, permanecían los considerados presos
políticos. Aggio mencionó al doctor Solari Irigoyen y al doctor Amaya entre los
privados de su libertad. También declaró que en una oportunidad vio al doctor
Víctor Benamo quien se encontraba muy maltrecho.
Consultado por la querella sobre las autoridades de la cárcel, Aggio mencionó
los apellidos de Selaya, Miraglia, y que otro funcionario era Velaustegui.
Aggio destacó que su detención fue publicitada tanto por el diario La Nueva
Provincia como por la revista Gente. Luego de ser liberado, Aggio se fue a
trabajar a los Estados Unidos, aunque las secuelas del horror vivido quedaron
para siempre. En su declaración, Aggio hizo mención a una circunstancia vivida
cuando fue trasladado a la delegación de la Policía Federal y un comisario le
dijo: “Yo sé que vos no sos comunista, vos sos un liberal hijo de puta, y por
eso te voy a matar”.

Terror a bordo
En la mañana del 24 de marzo de
1976, en una calle de Punta Alta, personal de la Armada Argentina realizó un
operativo cerrojo producto del cual secuestraron al militante peronista Néstor
Alberto Giorno. Atado por la espalda y encapuchado, lo llevaron al Puesto 1 de
la Base Naval donde permaneció varias horas hasta que juntaron un grupo importante
de secuestrados y todos ellos fueron enviados al centro clandestino que
funcionó en el Buque 9 de Julio donde los encerraron en camarotes individuales.
Giorno fue el segundo testigo que declaró el día martes. Actualmente jubilado
de la administración pública, quien fuera intendente de Coronel Rosales en
1987, agregó que estuvo secuestrado en el buque durante 21 días y que se lo
retiró una vez para declarar en el Puesto 1. Su próximo destino fue el Batallón
181 de Bahía Blanca al que fue trasladado en un camión en el que se encontraba,
entre otras víctimas, su hermano Hugo Mario.
Ya en el Batallón, se les retiró la capucha por lo cual pudieron ver a los
guardias y se los llevó a un sector en donde había otros secuestrados alojados
con anterioridad. Según declaró se trataba de trabajadores del sector gremial
de Bahía Blanca.
Finalmente, Giorno y el resto son ubicados en el piso superior del gimnasio del
batallón en donde se habían dispuesto camas para que queden allí: “Ahí era
donde practicaba la banda del regimiento”. En ese sector, Giorno permaneció 42
días.
Según afirmó, una sola vez fue interrogado por un señor grandote que se hacía
llamar “Perico” quien le leyó las acusaciones que hacía la Armada y Giorno
tenía que contestar.
Consultado de si había escuchado hablar de un centro de detención cercano,
Giorno respondió que se decía que ahí se estaba bien (por el gimnasio) pero que
había otros lugares donde la gente era tratada violentamente.
El 26 de mayo de 1976, Giorno y las mismas personas que junto a él fueron
sacadas del buque, sufren un nuevo traslado, esta vez a la cárcel de Villa
Floresta.
En el penal, son alojados en el pabellón de presos políticos y es ahí cuando
Giorno certifica la existencia de otro centro clandestino, “La Escuelita”,
debido a que ve a otros detenidos que habían llegado previamente y se
encontraban muy deteriorados físicamente. Se trataba de Benamo y, cree, Mario
Medina. Por la poca movilidad que Benamo tenía en sus brazos, dijo Giorno, daba
la sensación de haber sido estaqueado o estado con sus brazos estirados.
Si bien en la cárcel estaban “bien”, una mañana se produce una requisa del
Ejército y todos los presos son puestos cuerpo a tierra y pisoteados por el
personal militar. Prácticamente en la requisa destrozaban el calabozo. Señaló
Giorno que los propios agentes penitenciarios se disculpaban con los presos
diciendo que ellos no tenían nada que ver.
Entre fines de noviembre y principios de diciembre, Giorno es llevado al
aeropuerto junto a otros secuestrados, también estaba su hermano, para ser
conducidos a la Unidad 9 de La Plata.
Según narró, en el aeropuerto fueron salvajemente recibidos, aparentemente por
miembros del Servicio Penitenciario Federal que era el ejecutor del traslado.
Además agregó que hasta que el avión aterrizó a todos le propinaron una feroz
golpiza, “nunca recibí una paliza semejante en mi vida”.
En la cárcel platense, los reciben con un impresionante chorro de manguera:
“Dicen que era para que no se nos noten tanto las marcas”.
Entre otros detalles de su declaración, Giorno dio referencias sobre centros
clandestinos de detención. Al respecto mencionó el Buque 9 de Julio, la
posibilidad de que haya existido un centro en la zona de Baterías, al ingreso a
la Base y a “La Escuelita”.
 “Una vez me permitieron conocer a mi
hijo”, declaró Giorno. Se trataba de su segundo hijo quien nació mientras él
permanecía secuestrado.



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2011-08-29 12:01:00
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