La casa
de estudios vivió el martes 3 su Día de los Derechos Humanos, en conmemoración
del asesinado dirigente estudiantil David “Watu” Cilleruelo. El evento sirvió
para la presentación en sociedad de la flamante subsecretaría de Derechos
Humanos e incluyó un discurso del rector Crapiste, con impronta autocrítica. En
distintos paneles, desarrollados en dos turnos, participaron Horacio González,
Eduardo Jozami, Hugo Cañón, Fortunato Mallimaci y Sergio Raimondi. Al mediodía,
se descubrió un mural de homenaje a “Watu”, pintado participativamente bajo la
dirección del grupo Arte Memoria Colectivo.
La Universidad Nacional del Sur (UNS) dio el martes
3 de abril un paso importante para dialogar con su propia historia. Con una
serie de eventos, se conmemoró el Día de los Derechos Humanos en el ámbito de
la casa de estudios. La fecha fue instituida en 2006 por el Consejo Superior
Universitario (CSU), en recuerdo del estudiante David “Watu” Cilleruelo.
Militante estudiantil comunista e inminente secretario general de la Federación
Universitaria del Sur (FUS), “Watu” fue asesinado el 3 de abril de 1975 en los
pasillos del ala de Ingeniería del complejo de Avenida Alem 1253, por matones
que respondían al entonces interventor Remus Tetu, vinculado a la organización
criminal de ultraderecha Alianza Anticomunista Argentina, conocida como “Triple
A” y dirigida por el Ministro de Bienestar Social José López Rega.
Los eventos desarrollados el martes 3 fueron organizados por una gran cantidad
de organizaciones, pero sirvieron fundamentalmente para la presentación en
sociedad de la flamante Subsecretaría de Derechos Humanos de la UNS, creada por
el CSU hace pocas semanas. La agenda incluyó el desarrollo de dos paneles, uno
por la mañana y otro por la tarde, y el descubrimiento de una retrato mural del
estudiante asesinado y una placa recordatoria, ambos emplazados en el lugar en
que los homicidas firmaron el crimen con la sigla de la Triple A.
Además de la mencionada cartera, convocaban al evento la Cátedra libre de
Derechos Humanos, la lista Integración de profesores, la de trabajadores No
Docentes Azul, la de graduados Intercentros, el colectivo El Aguijón,
Familiares de las Víctimas de delitos de lesa humanidad, el Partido Comunista
en Nuevo Encuentro y las agrupaciones estudiantiles Vanguardia, Identidad y
Ecos Latinoamericanos.
Palabra de rector
El rector de la UNS, Guillermo Crapiste, fue el encargado de abrir el panel
matutino, que se desarrolló en el Salón de Actos del cuerpo que la casa de
estudios posee en Alem 1253 con la participación del director de la Biblioteca
Nacional Horacio González, el sociólogo Fortunato Mallimaci, el ex fiscal y
copresidente de la Comisión Provincial por la Memoria (CPM) Hugo Cañón y el
director del Centro Cultural “Haroldo Conti” Eduardo Jozami. Como autoridades
universitarias, entre otros, se encontraban además presentes en el recinto la
vicerrectora María del Carmen Vaquero, el presidente de la Asamblea
Universitaria (AU) Alejandro Cantaro, el secretario del CSU Diego Duprat, los
consejeros Telma Alonso y Roberto Cimatti y el secretario privado del rectorado
Pedro Silberman, interinamente a cargo de la Subsecretaría de Derechos Humanos.
Llamativa fue la ausencia en el acto de la totalidad de los decanos
departamentales. La lista de docentes Línea PHI, vinculada a la corporación
judicial y opositora a la creación de la cartera, sólo estuvo representada por
el asambleísta Javier Orozco.
A la hora de tomar el micrófono, Crapiste ofreció un discurso que sirvió para
presentar oficialmente a la Subsecretaría de Derechos Humanos pero que exhibió
también pasajes de contenido autocrítico hacia el andar institucional en la
materia.
“Yo quisiera mencionar una vivencia personal. Hace exactamente cinco años,
apenas asumido el rectorado de la Universidad, me tocó participar en el
tradicional acto que tiene lugar en el patio central en homenaje a ‘Watu’. Y,
más allá de la emotividad de siempre, tuve una especie de sinsabor, de sentirme
-y no porque me lo hayan hecho sentir- como un cuerpo extraño en un acto
sectorial. Eso me hizo reflexionar bastante, porque decididamente algo habíamos
hecho mal y algo no estábamos haciendo bien en la Universidad para que alguien
como yo -que fue estudiante de la UNS entre el año ’72 y ’76 y que sin ser un
militante también sufrió el autoritarismo y el atropello, alguien que ha
sufrido la desaparición de compañeros y amigos y algún familiar directo durante
el Terrorismo de Estado, alguien que se consideraba comprometido con la
Universidad de la que soy docente desde el año ’78- no se sintiese convocado ni
hubiera tenido la necesidad personal de participar de los mismos”, recordó. “Y
eso se agravaba porque, siendo rector electo en ese momento, tenía esta extraña
sensación de ser un cuerpo extraño en un acto sectorial. Fue algo que para mí
fue bastante chocante, y quizá un clic para decidir que debíamos hacer algo
diferente desde la gestión, siempre acompañando a los viejos luchadores que
tenían una actividad consistente y continua en este tema en el ámbito de la
UNS”, reconoció.
“Mucho ha cambiado este rector en los últimos cinco años, pero mucho más ha
cambiado la UNS. Y creo que hoy se están dando en su seno una serie de
actividades y de hechos, casi en forma natural, o al menos aceptados por la
mayoría, que eran prácticamente impensables hace unos pocos años”, subrayó
Crapiste, antes de agregar que “en ese sentido, la causa Watu fue determinante,
porque fue una de las primeras acciones que emprendimos con el apoyo de la comunidad
universitaria. Y digo que fue determinante porque es muy difícil tratar de
explicar o justificar el asesinato de un miembro de nuestra comunidad
universitaria dentro del propio edificio de la Universidad. Y es mucho más
difícil sugerir que se olvide ese hecho o, de alguna manera, oponerse a la
reapertura de la causa”. La UNS se presentó como querellante en 2010 en el caso
Watu.
En cuanto a las recientes definiciones institucionales en materia de Derechos
Humanos, Crapiste admitió que “yo sé que algunos, en el ámbito de la
Universidad, dicen que hemos llegado un poco tarde. Quizás algunos desearían
que vayamos más rápido. Pero me parece que la UNS es un fiel reflejo de la
sociedad bahiense. Y la verdad es que hemos tenido un estado de letargo, negación
y olvido del cual cuesta salir, porque requiere una toma de conciencia y una
maduración institucional que lleva su tiempo y su elaboración. Pero en
definitiva, creo que nunca es tarde para que una institución como la UNS o una
sociedad como la nuestra admitan los errores y omisiones del pasado y traten de
repararlos al menos desde el reconocimiento y el homenaje a las víctimas”.
A renglón seguido, advirtió que “no nos queremos atribuir desde la gestión
méritos que de ninguna manera tenemos. Simplemente, creo que tuvimos la
convicción y la voluntad política de llevar adelante un proceso de cambio
montados sobre un contexto nacional e internacional favorable, una apertura
generalizada de las Universidades Nacionales a la sociedad, la continua lucha y
prédica de algunos viejos militantes de la causa de los Derechos Humanos en el
ámbito de la UNS y fundamentalmente la impronta que le fueron dando al tema las
nuevas generaciones”. Más adelante, expresó su reconocimiento, aunque sin
nombrarla, a la bioquímica y consejera Telma Alonso, que se encontraba presente
en la sala.
En otro orden, el rector de la UNS marcó que “en un ámbito académico como el
nuestro” la política de Derechos Humanos no podría limitarse a la búsqueda de
Verdad y Justicia, sino que debía impulsársela desde “un sentido más
abarcativo, que incluya todos los derechos humanos esenciales”: al trabajo, a
la educación, la justicia, la vivienda, los de género y niñez, la libertad de
expresión y el acceso a la cultura.
“Hoy creo que podemos exhibir con orgullo que hay una política institucional en
relación a este tema y con la participación de todos los actores de la vida
universitaria, y que de alguna manera el tema de los Derechos Humanos en su más
amplia concepción es una tema de continuo debate, reflexión y acción en el
ámbito de nuestra comunidad”, expuso.
En este sentido, prefirió no hacer un recuento de las acciones llevadas a cabo
en el área, pero sí puso especial énfasis en “la importancia que tiene para
nosotros la reciente creación de una Subsecretaría de Derechos Humanos, porque
es una manera de institucionalizar el tema en el ámbito universitario. De
ninguna manera pretendemos hacer política con los Derechos Humanos: muy por el
contrario, estamos convencidos de cuál debe ser el rol y el protagonismo de la
UNS en ese tema, y por eso estamos dispuestos a instaurar una cultura de
Derechos Humanos en la Universidad. Lo estamos haciendo desde el aprendizaje y
pidiendo ayuda a todos los actores internos y externos a la Universidad que
tengan que ver con el tema para que nos acompañen en el desarrollo de esta
política que, creo, tiene que trascender a la UNS y llegar a toda la sociedad”.
Watu, presente
Tras el desarrollo del panel, el acto se trasladó al hall de la planta baja
del edificio. Allí, y en presencia de su hermana y sus compañeros, se descubrió
un retrato mural de “Watu” en cerámica, que fue pintado y colocado
participativamente bajo la dirección del grupo Arte Memoria Colectivo.
En representación de la UNS, hizo uso de la palabra la representante de la
lista Integración en el CSU Telma Alonso, quien realizó un repaso por la
historia bahiense y de la propia institución desde la aparición de la
organización criminal Triple A y la posterior irrupción de la última “dictadura
cívico militar religiosa”, según la definición que momentos antes había brindado
el ex fiscal Hugo Cañón.
Alonso describió a Bahía Blanca como “una ciudad difícil, con agudos
contrastes”. Como principal ejemplo de ello, marcó la existencia de un
engranaje del Terrorismo de Estado asentado sobre las fuerzas militares, la
Iglesia encabezada entonces por Jorge Mayer, el Poder Judicial y el diario
naval La Nueva Provincia, “principal
sostén ideológico del terrorismo de Estado”. En oposición a ellos, ubicó a
exponentes de la defensa de los Derechos Humanos como Ernesto Malisia y las
Madres de la Plaza bahienses, al fiscal Hugo Cañón y a los magistrados Cotter y
Larraza, quien marcaron la inconstitucionalidad de las leyes de impunidad y los
indultos a los jefes militares condenados en 1985.
“La Universidad Nacional del Sur no es una isla y como tal en ella se
manifiestan las contradicciones de la sociedad en la que se inserta. El camino
ha sido largo y complejo”, recordó. “En el acto que recién terminó, el señor
rector reconoció que la Universidad actuó muy lentamente y que llegó tarde en
muchos aspectos vinculados con el pasado reciente. En mi opinión personal, este
reconocimiento puede ser el puntapié inicial para una autocrítica
institucional, que sin duda tiene que ser profundizada, sobre lo actuado en el
período transcurrido desde la intervención de Remus Tetu hasta la normalización
democrática. Debe incluir el análisis de la situación de los docentes y no
docentes cesanteados y de los estudiantes expulsados y también traerlos a la
memoria con nombre y apellido”, agregó.
En este sentido, enumeró errores y omisiones que en la materia se permitió la
UNS ya entrado el nuevo siglo, como el reconocimiento que en oportunidad del
cincuentenario de su fundación destinó a “ex rectores como Gómez Vara y Malek,
que se desempeñaron en gobiernos de facto” y la reciente reválida docente que
el CSU otorgó a la abogada Gloria Girotti, acusada de graves crímenes de lesa
humanidad.
“Pese a estos errores, omisiones y dilaciones sobre temas pendientes, creemos
que un balance objetivo de lo actuado debe señalar también los hechos positivos
que tuvieron lugar especialmente en los últimos años”, remarcó Alonso. En este
haber enumeró la institución de fechas simbólicas como la que se conmemoraba
ese mismo día, la determinación de ofrecer el lugar para la realización del
juicio contra diecisiete represores del V Cuerpo de Ejército y los doctorados honoris causa entregados a referentes
del área como Baltasar Garzón, Adolfo Pérez Esquivel, Eugenio Zaffaroni y Estela
de Carlotto. Además, recordó que la UNS es miembro fundador de la Red
Interuniversitaria por los Derechos Humanos y dedicó un párrafo especial a
ponderar la reciente creación de la Subsecretaría de Derechos Humanos, que
“abre la posibilidad de un espacio concreto para trabajar en conjunto con
organizaciones universitarias y extrauniversitarias, de la ciudad y la zona”.
“Este tiempo de construcción colectiva nos reúne hoy frente al mural de un Watu
que nos sonríe desde la misma pared en la que sus asesinos escribieron por
primera vez las terribles tres A. Es importante que lo recordemos e imitemos
como símbolo de una generación comprometida y también a todos aquellos
militantes de la vida que no se detuvieron en la contemplación del horror
dictatorial y recorrieron un camino difícil con el convencimiento de que la
memoria recuerda, y conserva, y resiste, y es un ejercicio para olvidar el
miedo, para olvidar el olvido”, finalizó.
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