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Las personas no se matan
Entre los muchos testigos que pasaron durante la última semana, algunos de ellos son hijos de desaparecidos o asesinados en la última dictadura. A pesar de su dolor y, en algunos casos, de haberse quebrado al testimoniar, manifestaron la satisfacción de poder aportar su declaración en la búsqueda de justicia.
Categoría: Derechos Humanos

Entre los
muchos testigos que pasaron durante la última semana, algunos de ellos son
hijos de desaparecidos o asesinados en la última dictadura. A pesar de su dolor
y, en algunos casos, de haberse quebrado al testimoniar, manifestaron la
satisfacción de poder aportar su declaración en la búsqueda de justicia.

Por primera vez desde su inicio, el juicio contra los
represores acusados de delitos de lesa humanidad en Bahía Blanca, tuvo triple
jornada en su semana de desarrollo.
La primera de las audiencias comenzó el martes 30 de agosto de 2011 con la
particularidad de que no todos los acusados se encontraban presentes. A la ya
acostumbrada ausencia del prófugo Miguel García Moreno, quien aún continúa
prófugo, se sumaron las de Juan Manuel Bayón, aparentemente enfermo de paperas,
y Hugo Delmé, quien sufriría una afección respiratoria.
Con esas noticias arrancó la audiencia número 13 que prosiguió con la ronda de
testigos para el juzgamiento de la llamada Masacre de Calle Catriel.
El 4 de septiembre de 1976 fueron asesinados Juan Carlos Castillo, Pablo
Fornasari, Zulma Matzkin y Mario Manuel Tarchitzky. Los cuatros fueron
previamente secuestrados por fuerzas militares y sus asesinatos se habrían ejecutado
en la vivienda de Catriel 321.

Hijos de la verdad
Otro de los casos que comenzó a juzgarse fue el de José Daniel Bombara,
militante de la Juventud Universitaria Peronista, secuestrado el 29 de diciembre
de 1975, bajo gobierno democrático, y cuyos restos fueron identificados por el
Equipo Argentino de Antropología Forense en junio de este año, después de
encontrarlos en el cementerio Santa Mónica de la localidad de Libertad, partido
de Merlo.
Por la desaparición de Bombara, declararon quien fuera su mujer, Andrea Luisa
Fasani, y su hija Paula Bombara quien brindó un emocionante testimonio.
También ofreció su relato María Elisa Castillo, hija de Juan Carlos Castillo,
víctima de la Masacre de Calle Catriel. Además del asesinato de su padre, María
Elisa sufrió también la desaparición de su mamá a cargo de las fuerzas
represivas.
En la mañana del miércoles 31 de agosto, le tocó declarar a María Andrea Del
Río, hija de Néstor Del Río, al que intentaron secuestrar el 17 de marzo de
1976. Esa noche, Néstor fue sacado de su casa y llevado hacia la calle con la
intención de ser trasladado. En ese lugar fue salvajemente golpeado al punto de
que quedó tirado en el suelo e inconsciente. No termina allí: el 21 de marzo,
varias personas armadas entraron al Hospital Municipal dirigiéndose a la sala
en donde se encontraba Néstor, para asesinarlo a balazos.
María Andrea explicó que sus papás fueron trabajadores no docentes de la
universidad y que Néstor fue secretario de su gremio hasta 1973.
Luego de ser perseguido en la universidad, fue cesanteado en 1974 y al momento
de reincorporarlo lo ponen a trabajar como maestranza.
María Andrea dio detalles del intento de secuestro: “No me lo voy a olvidar en
mi vida, son mis pesadillas”. Relataría en esa jornada que junto a su familia
tuvieron que irse a un pueblo de Neuquén.
También explicó las dificultades laborales y económicas por las que tuvieron
que pasar, la discriminación sufrida en la escuela y las secuelas que el
asesinato de su padre les dejó.
Minutos después, su hermano Pablo Del Río subió al estrado a dar su testimonio.
Pablo contó sus recuerdos de la noche del secuestro de su papá: “Yo tenia 10
años cuando pasó, me despierto como de un sueño, estaba mi abuelita, la mamá de
mi mamá, mi mamá, mi hermana y mi hermanita”.
También recuerda que le preguntaba a su abuela si estaba soñando y que ésta
respondía que no: “Recuerdo haber escuchado palabras muy groseras referidas a
mi papá”. Para Pablo, era muy grave que alguien le dijese eso a su padre. Sobre
aquella noche, Pablo es todo lo que se acuerda y no es poco: “Ese momento me
marcó para toda la vida”.
Pablo relató las peripecias por las que tuvieron que pasar y lo difícil que fue
el transcurrir de su infancia y adolescencia sin su papá.
Pese a lo desgarrador del testimonio, para Pablo el momento de su declaración
era muy bueno ya que quería dedicarle unas palabras a Bayón que justo ese día
no concurrió a la audiencia.
Pabló miró a los represores luego de decir que no sentía odio pero que tampoco
enterraba la memoria. “Las personas no se matan”, subrayó.

Un testimonio sorprendente
En la mañana del jueves 1 de septiembre se desarrolló la audiencia número
15, la cual se inició con las declaraciones de las testigos Solange Baldessari
y Liliana Ramos, ambas enfermeras del Hospital Municipal al momento del
asesinato de Néstor Del Río, y el testimonio de Alberto Armani, auxiliar de
Enfermería, que trabajó en el Cuerpo Médico de la provincia de Buenos Aires.
Pero “el testigo” de la jornada fue Néstor Alejandro Martínez Falcón,
martillero público, corredor y periodista al momento de producirse la “Masacre
de Calle Catriel”, por la cual tuvo que atestiguar.
El caso de Martínez Falcón es diferente al resto debido a que fue llamado a
declarar luego de ser mencionado por Héctor Porras, dueño de la casa de Catriel
321. De sus testimonios se destacan cuestiones sorprendentes e interesantes ya
que Martínez Falcón es el titular de la inmobiliaria que en ese momento
administraba la vivienda donde se perpetró el hecho,
De entrada, al ser consultado por algún vínculo con los acusados, señaló que
conoció a Mansueto Swendsen, ya que en ese momento el testigo era editorialista
de LU3 y Mansueto iba a visitar al director de esa emisora.
Acerca del contrato de alquiler de la casa, Martínez Falcón mencionó a una mujer,
Dorita C., quien habría salido de garante por esa casa y que trabajaba en el
gremio Luz y Fuerza.
La noche de los hechos, Martínez Falcón recibe un llamado de las fuerzas
militares por el que lo citan en calle Catriel y al dirigirse ahí se encuentra
con la casa destruida.
Luego, un militar -cree que podría ser Bayón- le hace firmar un acta y allí
surgió una discusión. Martínez Falcón no creyó la teoría de que hubo un
enfrentamiento a raíz del escenario que encontró dentro de la vivienda. En el
entredicho, el militar habría manifestado que se estaban jugando la vida por
los civiles.
Hasta el momento, Martínez Falcón fue el único testigo que dijo haber observado
cadáveres (habría visto dos) dentro de la casa, señaló que estaban mutilados,
con la ropa destrozada y que daba la impresión de que los habían tirado ahí.
Quizás esto se deba a que los testigos que se presentaron hasta aquí solo
lograron ver la casa al día siguiente a la tragedia, la cual, señalaron, estaba
destrozada y vacía.
En cambio, Martínez Falcón, quien visitó la vivienda momentos después del
hecho, aseguró que había muebles en la casa pero que cuando volvió en ocasiones
posteriores, los muebles no estaban más. Al momento de lo ocurrido, la casa
habría estado desocupada. Respecto a la sangre que varias personas dijeron ver
en las paredes, el testigo opinó que no sería sangre verdadera y que daba la
sensación de haber sido tirada en la pared como un baldazo. Por esta razón y
por la ubicación de los agujeros de los tiros, intuyó que podría tratarse de un
escenario armado por los militares
Según dijo, se sentía muy molesto porque se quedó con la idea de que habían
utilizado la vivienda para hacer eso al tiempo que descartó que se haya tratado
de un tiroteo.
En otra parte de su declaración, aseguró que luego Dorita C. fue secuestrada y
torturada en “La Escuelita”. Para salvarla, Martínez Falcón habló con el
director de LU3, quien llamó a Mansueto y lo hizo conversar con él que le pidió
por la vida de la víctima. Finalmente, la mujer fue liberada.
Acerca de Mansueto dijo que iba a todas las radios, que era un tipo muy social
y que quería congraciarse con el periodismo.
Agregó que nunca fue a “La Escuelita” aunque conocía “de oído” y contó casos de
gente de la universidad perseguida o un locutor amigo que fue asesinado.
“Ayudamos a los que pudimos, a los que pudimos avisar los ayudamos”, aseguró
Martínez Falcón quien recuerda el apellido Del Río, quien fuera asesinado en el
Hospital Municipal, más allá de que no le tocó cubrir esa noticia. “Acá había
un sistema de delación implícito y explícito de civiles”, manifestó al tiempo
que respondió al ser consultado por el fiscal Abel Córdoba sobre los asesinatos
de los trabajadores de La Nueva Provincia, Heinrich y Loyola. Destacó que
sintió mucho lo sucedido porque había sido cronista volante del diario en la
época que trabajó en LU2.
Acerca del ambiente del diario dijo: “El que trabajaba ahí o cumplía lo que se
le indicaba o se tenía que ir”. Por otro lado, señaló que esas muertes fueron
relacionadas con la ideología de La Nueva Provincia. Martínez Falcón aclaró que
no puede decir que los mató La Nueva Provincia pero sí que “alguien hizo que
los mataran”:

Segunda inspección
Ni bien terminó la declaración de Martínez Falcón, el tribunal le pidió a
éste y a las partes que se dirigieran al domicilio de Catriel 321 para hacer
una nueva inspección ocular.
Ya en el lugar, a diferencia del día anterior, fueron atendidos por los
inquilinos y se pudo realizar una verificación, la cual sirve como prueba.
Minutos después se realizó el mismo trabajo en la terraza de una vivienda de
calle Cafulcurá.
Al salir de la inspección, el fiscal Abel Córdoba dialogó con EcoDias y FM De
la Calle y señaló que si bien es importante que los jueces y las partes vean el
lugar del hecho, por las pruebas presentadas y los testimonios escuchados no
quedan dudas de que no se trató de un enfrentamiento: “El lugar del hecho o los
diferentes detalles como la dirección de los disparos o daños hacia inmuebles
cercanos pasa a ser una circunstancia que dependía meramente de la voluntad de
los ejecutores. Hoy también quedó claro que había personal del Destacamento de
Inteligencia 181 en el lugar, que había un coronel del Ejército y cómo fue el
trámite esa noche con los cuerpos diseminados por el piso del domicilio de
Catriel 321”.
Más allá de las dos visitas al domicilio de Catriel, Córdoba destacó que “una
vez que quedó acreditado que las víctimas estaban reducidas, atadas dentro de
un centro clandestino, sujetas a la voluntad de los represores, en este caso,
de ellos dependían y ellos fueron los que hacían el montaje, con lo cual el
lugar del hecho si bien es relevante, era manipulable para hacerlo parecer como
un enfrentamiento, o como un hecho impresionable hacia la sociedad que era el
objetivo”.



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2011-09-05 17:51:00
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