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La sangre no se negocia
Desde Neuquén testimoniaron por videoconferencia los últimos testigos en el juicio contra los 17 imputados de delitos de lesa humanidad.
Categoría: Derechos Humanos

Desde
Neuquén testimoniaron por videoconferencia los últimos testigos en el juicio
contra los 17 imputados de delitos de lesa humanidad.

Como publicáramos en ediciones pasadas, el juicio contra 17 represores acusados
de crímenes de lesa humanidad, en Bahía Blanca está llegando a su fin. Un proceso
que comenzó en junio de 2011, que se creía en su momento iba a llevar mucho más
tiempo teniendo en cuenta, en parte, la cantidad de testigos citados a declarar
y, por otra, las trabas que hubo a lo largo de los años para llegar al merecido
juzgamiento.
Lo cierto es que en la audiencia de la tarde del martes 17 de abril declararon
los últimos 4 testigos que lo hicieron a través del sistema de videoconferencia
desde Neuquén. Un día después se realizó la inspección ocular en dependencias
del Comando V Cuerpo de Ejército.
Llegará el momento de los alegatos, salvo que los acusados hagan uso de su
derecho y pidan la palabra para declarar. Así lo informó en diálogo con la prensa,
el juez Jorge Ferro, minutos antes de ingresar a la audiencia: “Puede preverse
la posibilidad de que los procesados quieran declarar, eso ya no depende del
tribunal sino que depende de cada uno de ellos y depende de la estrategia de la
defensa. Si no declaran entonces sí el paso inmediato siguiente son los
alegatos que a razón de la voluminosidad de esta causa y de la cantidad de
procesados, se va a coordinar con el señor fiscal, con la querella y con los
abogados defensores las pautas para que puedan ellos, respetando el ejercicio
de derecho de defensa, el mayor tiempo posible de acuerdo a la razonabilidad
del tribunal”.
Consultado sobre el desarrollo del juicio en sí, resaltó: “El juicio creo que
se ha desarrollado con total normalidad, se ha desarrollado creo de una manera
ágil, rápida, nosotros no pensamos tanto que en esta época ya podíamos hablar
de los alegatos. Tengo que destacar el comportamiento de las partes y del
público asistente a las audiencias así que uno hasta este momento está satisfecho”.

Últimos testimonios
Un largo rato después se dio inicio finalmente a la audiencia que tuvo como
primera testigo a Graciela Kalmisko quien desde Neuquén declaró por el
secuestro y asesinato de Mónica Morán.
Durante 1976, Graciela vivía en la primera cuadra de calle España y fue ese
mismo año en que ella también fue secuestrada.
El hecho ocurrió entre las 19 y 20 horas de un día del mes de junio, cuando un
rato después de llegar a su vivienda, tocaron la puerta, su padre la abrió y
tres personas armadas ingresaron al departamento, lo revisaron y se llevaron a
Graciela.
En el ascensor, fue vendada por estas personas que, dijo, no llevaban ropa
camuflada pero sí oscura. Luego la acostaron en el piso de un auto y si bien
recuerda que transitaron por un paso a nivel, no sabe a qué lugar la llevaron.
En donde permaneció secuestrada pudo percibir que era amplio, que había
escalones y que tocó columnas. En otra habitación había cuchetas y a ella la
esposaron en la parte inferior de una “y ahí permanecí no sé cuantos días”.
Declaró que en un lado se encontraban mujeres y en otro hombres y que pudo
escuchar el sonido de un tren, gritos y voces alrededor.
Graciela no pudo reconocer a nadie aunque en un determinado momento le pareció
que alguien llamó a Mónica. De los represores recordó apodos como Perro, Laucha
y Tío.
Según relató, los interrogatorios referían sobre política y su actividad
universitaria. Graciela estudiaba Economía y dejó la carrera cuando mataron a
David “Watu” Cilleruelo.
Tiempo después, Graciela fue llevada al Parque de Mayo en donde la dejaron en
libertad. Le dieron plata para tomar un taxi que la lleve a su casa. Luego de
ese trágico hecho, Graciela no volvió nunca más a Bahía Blanca.

Romero y Metz, presentes
Sergio Méndez Saavedra, segundo testigo de la tarde, declaró en relación al
caso de la apropiación del hijo de Graciela Romero y Raúl Metz, ambos
asesinados.
Sergio es ya hoy un hombre grande pero su memoria, su fuerza y sus ansias de
justicia siguen intactas.
En 1976, Sergio era albañil y vivía en Cutral Có, provincia de Neuquén donde
fue secuestrado.
Él trabajaba en la misma empresa que Metz pero nunca tuvo amistad ni conversó
con él. Sin embargo, cuando liberan a Sergio de ese primer secuestro, Metz y
otro chico al que llamaban “El cubano”, se acercaron a su casa para ofrecerle
ayuda.
Más adelante, se produce el secuestro de Metz y su esposa, Graciela Romero
quien se encontraba embarazada. Ambos ya tenían una niña.
Luego de ese secuestro, se vuelven a llevar a Sergio, ésta vez a “La Escuelita” de Neuquén.
Según declaró, a Sergio le hacían limpiar la sangre de la sala de torturas en
un baño “sangre ya secas muchas veces”.
Sergio no fue interrogado en relación a Metz pero sí recuerda que los
represores les decían palabras obscenas al matrimonio secuestrado, del tipo
“Nosotros sabemos lo que tenés en tu panza, hija de…”.
“Eso lo escuché yo por quince días”, dijo el testigo que cuando ya no volvió a
oír más esas brutales expresiones, intuyó que al matrimonio se lo habían
llevado.
Además de contar las torturas y aberraciones que allí se vivían, Sergio recordó
que había un grupo de represores que llegaba a la mañana y preguntaban “¿Quiénes
llegaron?”, y “Nosotros teníamos que decir: los machos“.
Nunca más supo sobre Metz, Romero y El cubano aunque los tiene bien presentes
ya que afirmó que la sangre de ellos “y la sangre de muchos compañeros más que
no están, no las voy a negociar por un paquete de cigarrillos”. Un aplauso
surgió del público presente.
En otro momento de su declaración, Sergio hizo mención a “los abogados del
diablo”, fue entonces que el juez Martín Bava lo frenó y le pidió respeto para
todos los miembros presentes en la audiencia. El público miraba hacia los
defensores.

“Guarda con abrir la boca”
Por el mismo caso que Méndez Saavedra, testimonió Edelvina Guiñez, quien en
aquella época se encontraba embarazada y vivía junto a su marido al lado de la
vivienda que ocupaban Metz y Romero en Cutral – Có.
Edelvina fue testigo del operativo de secuestro del matrimonio vecino. Recordó
que fue alrededor de las 3 de la mañana cuando un grupo de hombres ingresó a
los dos domicilios. A ella, embarazada de siete meses, la hicieron poner boca
abajo y le pidieron que no mire: “Yo vi una mano nomás que me agarró”, señaló
Edelvina quien describió que estaba todo oscuro y por lo tanto no se veía nada.
A su esposo le dejaron a la hija de Metz y Romero para que la cuide, dijo
Eveldina quien señaló que Graciela Romero estaba embarazada de cinco meses y
que luego del hecho no la vio nunca más, al igual que a Raúl Metz.
Miguel Paniján, marido de Eveldina, fue el último testigo del juicio. Él pudo
ver cuando se llevaban a Raúl Metz. “Nunca más supe de él”.
Con un relato similar al de Eveldina, Miguel señaló que luego de que ingresaron
a su domicilio “cuando quise levantar la cabeza para ver qué pasaba a mi
espalda y a mí alrededor, me dieron un golpe en la cabeza”.
Pasados unos momentos, alguien lo levantó de los pelos y le dijo que le dejaba
una nena de los vecinos para criar y educar “y guarda… guarda con abrir la
boca”, le advirtieron.
Horas después, se hizo la denuncia a la policía ya que no sabían qué estaba
ocurriendo. Miguel y su esposa, se fueron a la casa de su madre ya que por lo
ocurrido, no querían estar más allí.
La niña de Romero y Metz fue con ellos pero no paraba de llorar. En ese momento
Miguel recordó que el matrimonio había tenido contacto con una familia del
pueblo y los contactó. Habló con una persona que le dijo que sabía que Metz y
Romero eran de Bahía Blanca. Esa persona se hizo cargo de la nena en ese
instante, y fue también quien llamó a los padres de Metz que viajaron hacia la
localidad neuquina a buscar a la niña, Adriana Metz.

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2012-04-23 16:52:00
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