Ibarra, Cruciani, Corres, el cura Vara, Méndez, Botto y Negrete. Repasamos
algunos de los casos que se dieron de imputados por crímenes de lesa humanidad
que murieron sin ser condenados o que lo fueron y fallecieron con muy poco
cumplimiento de la pena.
Repetidas veces hemos hablado del tema en estas mismas páginas y también se ha
hecho lo propio en forma de reclamo. Quizás la última vez que lo hicimos en
alguna nota de EcoDias fue cuando publicamos recientemente una entrevista con
Anahí Junquera, integrante de HIJOS Bahía Blanca en la que se hacía referencia
a la necesidad de darle mayor celeridad a los juicios para que los represores
no mueran sin ser condenados.
Estamos hablando concretamente de lo que se conoce como impunidad biológica,
esto es cuando los represores imputados por crímenes de lesa humanidad, se
mueren sin haber sido o juzgados o condenados. Ejemplos de ello hay muchísimos
en todo el país y se producen justamente por la cantidad de años de impunidad
que han transcurrido en Argentina. Cuando el Estado nacional se hizo cargo de
la demanda en cuanto a los crímenes de la dictadura, los responsables del
genocidio en su mayoría se encontraban en avanzada edad lo cual permitió que
muchos de ellos se mueran sin pagar por sus delitos.
Es bueno destacar que el tiempo no solo pasa para los culpables sino que pasa
también para las víctimas. Esto viene a cuenta de que muchas personas que
durante toda su vida pelearon por llegar a la verdad y a la justicia, han
fallecido sin poder ver a los culpables en la cárcel. Esta es otra consecuencia
de la impunidad constante y lo es ahora de la lentitud de los juicios.
En Bahía Blanca nos encontramos con el tercer juicio a represores y a la espera
de la sentencia final. La causa es la número 1103, conocida como “Armada
Argentina” que investiga los delitos de lesa humanidad ejecutados justamente en
el ámbito de la Armada, específicamente en la Base Naval Puerto Belgrano y sus
dependencias.
Los imputados que esperan sentencia son menos porque Domingo Negrete, quien
venía ocupando un lugar en el banquillo de los acusados, se convirtió en el más
reciente ejemplo de impunidad biológica. Negrete murió en octubre con el pedido
de prisión sobre sus hombros pero sin llegar a escuchar la decisión del
tribunal sobre su situación.
Mientras aguardamos por la audiencia en las que se den a conocer las
respectivas condenas a los imputados, o en su defecto las absoluciones, en
EcoDias proponemos repasar algunos de los casos que de unos años a esta parte
fueron confeccionando un listado de muertos impunes en el que esperemos no
tener que anotar otro nombre.
El cumplidor, el Tío y el Laucha
Tomando algunos de los casos más emblemáticos de esto que se llama
impunidad biológica, podemos trasladarnos al año 2006 cuando todavía no estaba
ni cerca de arrancar algún juicio en Bahía Blanca y nos topábamos con el
fallecimiento de Emilio Jorge Fernando Ibarra, teniente coronel retirado quien
murió impune a los 69 años de edad.
Ibarra era el jefe de lo que él llamó “equipo de combate contra la subversión”
que se puede traducir en los grupos de represores del V Cuerpo de Ejército que
secuestraban personas durante la dictadura militar.
Las notas periodísticas que anunciaron su muerte dicen que Ibarra se definía
como “un fiel cumplidor de órdenes”.
En su momento Ibarra fue nombrado ante la justicia por distintos responsables
militares entre los que se encontraba el general Adel Vilas, también muerto sin
condena.
La ley de Obediencia
Debida benefició a Ibarra quien al morir en 2006 no llegó a ser jugado ante un
tribunal pese a la declaración de inconstitucionalidad de esa ley y la de Punto
Final, y pese además a la reapertura de las causas.
Al año siguiente el que se murió sin pagar sus delitos fue un personaje
tenebroso, muy temido y muchas veces mencionado por diferentes testigos que
declararon en los juicios a los represores. Se trata de Santiago “El Tío”
Cruciani quien al momento de su fallecimiento tenía 72 años y se encontraba
detenido en el penal de Marcos Paz. Su muerte se produjo en el Hospital militar
de Campo de Mayo.
Cruciani
era uno de los interrogadores de “La Escuelita” y estaba acusado de participar
en 65 privaciones ilegales de la libertad, 65 casos de tortura, 26 homicidios y
dos lesiones graves.
Eduardo
Hidalgo, secretario general de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos
de Bahía Blanca, escribió en EcoDias tras la muerte de Cruciani: “Ha muerto Santiago Cruciani, “El Tío”.
Interrogador, torturador y asesino de
vecinos de esta Bahía del Silencio. Suboficial Mayor Baqueano del Ejército en
su origen. Murió impune. Impunidad, creemos, operada por el juez de la causa.
Impunidad de un burócrata del poder judicial”, decía en referencia al ex juez
Alcindo Álvarez Canale: “¿Se sentirá satisfecho de no haber permitido”, se
preguntaba Hidalgo.
En ese mismo texto se nombra a Julián “El Laucha” Corres debido a que en ese
momento se encontraba prófugo de la justicia. Finalmente Corres fue recapturado
y estuvo en el banquillo de los acusados del primer juicio a los represores. Lo
de “estuvo” es una manera de decir ya que por cuestiones de salud no asistía a
las audiencias. Finalmente, durante ese año 2011, Corres murió cuando el juicio
aún se estaba desarrollando.
Corres, de 59 años, falleció en el Hospital Militar de Capital Federal, estaba
acusado por crímenes de lesa humanidad habiendo ocupado durante la dictadura el
cargo de teniente coronel. Además a Corres se le endilgaba el papel de
torturador dentro de “La Escuelita”.
En 2008, Corres se había fugado de la seccional local de la Policía Federal de
calle Rondeau, de una manera al menos sospechosa. Se mantuvo prófugo hasta que
pudo ser nuevamente detenido en la casa de su madre en la provincia de Santa Fe.
Murió internado en el Hospital Militar, sin llegar a ser condenado.
Un cura y un loco
En la última dictadura militar, Aldo Vara fue capellán del V Cuerpo de
Ejército y en función de ello se lo imputó, muchos años más tarde, por
privación ilegal de la libertad, torturas, homicidios y desaparición forzada en
perjuicio de más de 100 víctimas.
En su contra, hubo testigos que hablaron de la presencia de Vara en “La
Escuelita” y de que no hizo nada luego de ver los rastros que las torturas
dejaron en el cuerpo de algunas víctimas.
EcoDias ha publicado notas sobre el caso que se conoce como “Los chicos de la
ENET” y que refiere al secuestro en Bahía Blanca de estudiantes secundarios en
1976. Vara estuvo con esos chicos mientras permanecieron secuestrados y tampoco
hizo nada cuando escuchó de sus bocas lo que estaban sufriendo.
Durante su imputación, a Vara no se lo podía hallar por ninguna parte, se
encontraba en calidad de prófugo. Un día Vara apareció en la localidad
paraguaya de Ciudad del Este hasta que en junio de 2014 murió por un ataque
cardíaco.
Mientras se lo buscaba parecía que nadie sabía nada del paradero de Vara. Sin
embargo, se abrió una causa judicial debido a que existe documentación que
acreditaría que el arzobispado bahiense le pagaba a Vara su jubilación mediante
un apoderado. Lejos e impune Aldo Vara murió sin ser siquiera ser llevado ante
un tribunal. Y muerto el cura, se acabó la investigación.
Para esa época otro que falleció fue Mario Méndez conocido como “El loco de la
guerra”. Méndez sí fue condenado en el primer juicio a represores de Bahía pero
fue muy poco el tiempo que pagó comparado con el daño que hizo.
Méndez fue parte de la Compañía Comandos y Servicios e integró la Agrupación
Tropas. El caso de los chicos de la ENET también lo involucró al igual que los
asesinatos de Daniel Hidalgo y su compañera embarazada.
En ese
juicio se dio un careo entre el propio Méndez y Félix Julián quien fuera
conscripto durante 1976 y que como testigo ante el tribunal afirmó que en aquel
entonces Méndez le contó detalladamente cómo había matado a la mujer de Daniel
Hidalgo. En su declaración, Méndez desmintió esos dichos y por eso se hizo un
careo entre Méndez y Julián quien sobre el comentario de aquellos detalles del
asesinato, dijo: “No se me borró nunca más”.
Más tarde Julián habó con EcoDias y destacó: “Méndez siempre tuvo la misma
mirada por eso el famoso “Loco de la guerra” le está bien puesto. Posiblemente
ahora con los años se lo vea un poco más apabullado, un poco más desmejorado
pero en su momento había que estar al lado de una persona como esta”, señaló en
relación a lo temerosa que resultaba en esa época la presencia de Méndez.
En 2014, a los 61 años y como consecuencia de un cáncer, Mario Méndez falleció en
Córdoba donde estaba internado.
Uno antes y otro durante
El tercero de los juicios, que aún está desarrollándose, era de los más
esperados ya que investiga delitos de lesa humanidad cometidos en el ámbito de
la Armada Argentina.
Apenas un día antes del inicio de ese juicio, se conoció la noticia de la
muerte de uno de sus acusados: Guillermo Félix Botto ex capitán de navío que
formó parte de la División de Contrainteligencia del Departamento de
Inteligencia del Comando de Operaciones Navales. Botto estaba imputado por 60
secuestros, 46 casos de torturas y 14 homicidios.
La lista la cerramos con el último que falleció sin ser condenado y que justamente
pertenecía a otra lista: la de los imputados en el actual juicio.
En octubre se murió Domingo Ramón Negrete quien ocupó el cargo de jefe de la
Base Comandante Espora entre febrero de 1976 y enero de 1977. Dicha Base
Aeronaval fue parte del llamado circuito Armada debido a que desde allí partían
aviones que trasladaban detenidos siendo muchos de ellos arrojados al mar.
Con el de Negrete cerramos una lista de algunos de los muchos casos que se
dieron en Bahía Blanca y que se repiten en todo el país. Estos hechos reclaman
mayor celeridad en cada uno e los juicios para poder engrosar la lista de
responsables condenados y no tener que andar llenando la otra: la lista de los
muertos impunes.
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