Empezó en Olavarría el
juicio por delitos de lesa humanidad cometidos en el centro clandestino que
funcionó a kilómetros de Olavarría. Hay cuatro imputados.
Monte
Peloni, fue el centro clandestino de detención que funcionó entre 1977 y 1978. Olavarría
operó como cabecera del circuito de represión de la zona 124, Los represores
imputados son: el entonces teniente coronel Ignacio Aníbal Verdura, jefe del
Área Militar 124; el capitán Walter Jorge «El Vikingo» Grosse,
oficial de Inteligencia de la Plana Mayor (S2) del Regimiento de Caballería de
Tanques 2 “Lanceros General Paz”; el teniente primero Horacio Rubén jefe del
Escuadrón “A” y el sargento Omar «Pájaro» Ferreyra, integrante del
Grupo Operaciones del Escuadrón Comando, ambos del mismo regimiento. El coronel
retirado Juan Carlos Castignani era el quinto imputado, pero murió en 2012.
“Los cuatro represores están imputados por torturas y secuestros en más de una
veintena de casos. El coronel Verdura, mandamás de la zona en épocas de patotas
y complacientes, es el único que deberá responder por los asesinatos de Jorge
Oscar Fernández y de Alfredo Maccarini. Además de Olavarría, la zona comprendía
las localidades de Bolívar, Hipólito Yrigoyen, Carlos Casares, Pehuajó, Trenque
Lauquen, Pellegrini, Salliqueló, Daireaux, General La Madrid y Laprida.
Por el estrado pasarán casi un centenar de testigos. Sus recuerdos irán
tejiendo la prueba para que los jueces Roberto Falcone, Mario Portela y Néstro
Parra, del Tribunal Oral Federal de Mar del Plata, dicten justicia. Se estima
que las audiencias se extiendan durante dos meses, de lunes a miércoles.
El Ministerio Público Fiscal estará representado por Walter Romero. La querella
estará en manos de César Sivo, por la APDH y de Manuel Marañón por la
Secretaría de Derechos Humanos de la provincia de Buenos Aires.
El Vikingo Grosse, el Pájaro Ferreyra y Leites están detenidos en la Unidad
Penal 30 de Alvear y ahí permanecerán durante el proceso. En cambio Verdura, a
los 82 años, goza de prisión domiciliaria. La cumplía en Santo Tomé pero fijó
domicilio en Olavarría para poder estar durante el debate en la ciudad donde
jugó a ser dios.
El juicio está cargado de tensiones y promesas. El antecedente más cercano en
tiempo y espacio de este circuito represivo fue el proceso que tuvo lugar en
Tandil en 2012, que condenó a los responsables de la muerte de Carlos Moreno,
el abogado laboralista de Loma Negra. Monte Peloni abrirá una nueva etapa por
los delitos de lesa humanidad en la zona. La Fiscalía y las querellas elevaron
al debate oral y público un tramo parcial de la causa que investiga el circuito
represivo Olavarría-Azul-Las Flores-Tandil con eje en este centro clandestino.
Por eso son solamente cuatro los imputados.
Las víctimas son 21 personas, en su mayoría militantes de la agrupación
Montoneros. Entre ellas hay 15 sobrevivientes, dos asesinatos y cuatro
desapariciones”.
Testigos
“Carmelo Vinci fue el primer testigo. Al hablar de los que no
sobrevivieron, frenaba el relato, tomaba agua y seguía. Según declaró, estuvo
todo el tiempo encapuchado o vendado. No pudo ver a sus captores. Una vez quiso
espiar por un agujerito en la capucha y fue descubierto. “Me dieron tanto que
no quise probar más”, dijo. Por el sonido, adivinó estaba en Monte Peloni y
supo había un generador para surtir de luz eléctrica al viejo casco de
estancia. El oído para Carmelo fue su contacto con lo real: además del sonido
del generador, escuchaba voces y apodos: Cuaco, Jefe, Negro, Pájaro son los que
recordó ayer.
Compartió cautiverio con sus compañeros de militancia, torturados hasta que,
por momentos, perdían la conciencia. “Nos tenían sin comer”. Al principio
permanecían en una habitación con piso de madera, pero después montaron carpas
en el exterior. El 28 de diciembre de 1977, fueron sometidos a un “consejo de
guerra” en Tandil. Antes, les habían hecho firmar una declaración que no
pudieron leer. El periplo terminó en la Unidad 9 de La Plata, a disposición del
Poder Ejecutivo. “Salí en el 82, al poco tiempo, fue a mi casa un tal Gómez, no
sabía quién era, por su primo colectivero supe que trabajaba con él. Me fue a
apretar. “Este si sigue así va a salir con las patas para adelante”, le decía a
su primo.
El gran interrogador: “Uno llega a ver con los oídos”
Osvaldo “Cachito” Fernández, sobreviviente, tenía la foto de su hermano Jorge
Oscar colgando del cuello cuando se sentó ante los jueces -Roberto Falcone,
Mario Portela y Néstor Parra-, y contó detalladamente cómo fue arrancado de la
casa de los abuelos de su novia, donde dormía. Encapuchado, lo subieron a un
camión y junto a otros detenidos fue trasladado a la Brigada de Investigaciones
de Las Flores. Allí fue a parar a una habitación, donde lo desnudaron, lo
ataron al elástico metálico de una cama y lo picanearon. “Notaba mucho la voz
de una persona, era el gran interrogador, el gran inquisidor, la voz cantante”,
dijo Fernández. La voz le ordenaba a los gritos que hablara de su militancia y
de compañeros”.
“Fernández describió esa voz: “estridente, tiránica. Una persona imperativa,
preguntaba con mucha violencia”. Años después, en democracia, volvió a
escucharla en un programa de televisión. Un informe mostraba un acto en la
Plaza San Martín en la ciudad de Buenos Aires. Un hombre arengaba a favor de la
dictadura y discutía con un periodista. Fernández dijo: fue como si se abriera
un archivo en su memoria. La voz del gran interrogador tomó cuerpo. Era Walter
Grosse”.
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