Patricia Gastaldi dio su testimonio ante el tribunal en lo que fue uno de los
relatos más fuertes que se han escuchado desde que comenzaron los juicios por
crímenes de lesa humanidad en Bahía Blanca.
El martes 25 de noviembre de 2014 estaba previsto que un testigo abra la
audiencia a través del sistema de videoconferencia pero problemas técnicos lo
impidieron y por eso el tribunal, para ganar tiempo, decidió hacer pasar a
Patricia Gastaldi quien subió al escenario del Aula Magna de la UNS y dio inicio
a su testimonio que resultó sorprendente y desgarrador de principio a fin.
Con Alejandra Santucho, integrante de HIJOS Bahía Blanca, coincidíamos en que
el de Patricia fue uno de los relatos más fuertes de todos los que se
escucharon desde que se dio comienzo a los juicios por crímenes de lesa
humanidad.
La declaración de Gastaldi corresponde al tercer juicio que se desarrolla en
Bahía Blanca y que refiere a la causa número 1103 caratulada como “Fracassi,
Eduardo René y otros…” Dicha causa es conocida como “Armada” debido a que juzga
delitos de lesa humanidad cometidos durante la última dictadura militar bajo el
ámbito de la Armada Argentina, concretamente en la Base Naval Puerto Belgrano.
Los imputados en este juicio son Víctor Aguirre, Luis Bustos, Felipe Ayala,
Raúl Domínguez, Víctor Fogelman, Francisco Martínez Loydi, Héctor Selaya,
Carlos Stricker, Alejandro Lawless, Leandro Maloberti, Domingo Negrete, Néstor
Nogués, Tomás Carrizo, Oscar Castro, Raúl Otero, Gerardo Pazos, Pedro Pila y
José Luis Rippa. A ellos se les suman Guillermo González Chipont, Félix
Cornelli, Enrique De León, Eduardo Fracassi, Manuel García Tallada, Edmundo
Núñez y Luis Pons.
El caso de Gastaldi no solo la tiene a ella misma como víctima del Terrorismo
de Estado sino también a quien fuera su marido, Horacio Russin.
Patricia Gastaldi nació un 17 de septiembre de 1953, actualmente es casada,
tiene hijos, es trabajadora Social y vive en Capital Federal.
Para 1974 vivía en Bahía Blanca y fue en ese año en el que conoció a Horacio
Russin. Ambos, dijo Gastaldi en su testimonio, estaban comprometidos en la
militancia en grupos de la iglesia. El propio Russin desde muy joven
participaba en La Pequeña Obra a través del scoutismo mientras que Gastaldi lo
hacia en CARITAS.
Para Gastaldi, se trataba de una iglesia comprometida en el trabajo con los
pobres y en transformar la sociedad. Esos ideales llevaron a Gastaldi y Russin
a la militancia política en la Juventud Peronista
Finalmente, Gastaldi y Russin se casaron y tuvieron un hijo al que llamaron
Mariano y que lamentablemente falleció a los tres meses de vida por muerte
súbita en un jardín maternal de Bahía Blanca. Gastaldi trabajaba en el Registro
Civil y Russin lo hacía como preceptor en un hogar para adolescentes.
Cobardes abusadores
Una noche Gastaldi y Russin volvían al edificio en el que vivían luego de
ir a cenar y notaron algo sospechoso que, pese a ello, dejaron pasar. En el palier
de entrada se encontraban un montón de hombres que miraron con atención a la
pareja.
Ya de madrugada, ambos estaban durmiendo y escuchan golpes muy fuertes en la
puerta. Del otro lado dijeron que eran de Coordinación Federal y amenazaron con
derribar la puerta
En ese instante empezó un espectáculo espantoso ya que entre cinco y seis
personas irrumpieron en el departamento disfrazadas con pelucas, remeras de
colores y otros accesorios.
A Russin lo tiraron contra una ventana, lo esposaron y encapucharon
A Gastaldi la hicieron vestir, la juntaron con Russin y también le colocaron
una capucha.
Media hora después de estar en esa posición, se llevaron a Russin al tiempo que
Gastaldi quedó con el resto de los intrusos: “A partir de allí yo perdí
contacto con Horacio” declaró Gastaldi quien dijo que la metieron en un auto
entre dos personas que le ponían armas en el cuerpo.
El viaje fue raro porque por momentos el auto se detenía, luego seguía y hubo
ocasiones en las que dejaban a Gastaldi sola en el vehículo.
Finalmente los captores tomaron una ruta y pararon en un lugar donde alguien
ordenó que levanten las barreras.
Otro alguien le advirtió a Gastaldi “que no te vean porque vamos a pasar por un
puesto policial”.
Ya ingresados al lugar, a Gastaldi la hicieron bajar por un declive muy abrupto
y fue metida en un sitio bastante iluminado donde un hombre la recibió con una
patada en el estómago: “Te estábamos esperando zurda”.
“A partir de ese momento empieza un calvario” describió Gastaldi quien fue
tirada al piso, desnudada y manoseada mientras los abusadores se reían y le
decían que estaban buscando drogas.
Terminada esa primera tortura, la vistieron y le vendaron los ojos. Gastaldi
insistió que eran muchos hombres los que se reían cuando la tocaban y se
burlaban de su cuerpo.
Gastaldi fue trasladada a una habitación y acostada en una camilla. A la
testigo la encerraron con un perro que la lamía, se le tiraba encima y gruñía:
“Yo creo que estuve por lo menos una noche con el perro encima”.
En los interrogatorios le hablaban de la vasca Izurieta y de Fornasari pero
ella no los conocía personalmente.
En otro momento la cambiaron de habitación y “me tienen aislada pero yo sentía
que había mucha gente en el interior”. Gastaldi empezó a escuchar gritos y
llantos y fue así que reconoció la voz de su marido, Horacio Russin.
De alguna manera, Gastaldi se las ingeniaba para mirar por debajo de la venda y
pudo ver durante su cautiverio: una persona con borceguíes, un tinglado,
eucaliptos y otra persona con bombacha de campo.
Gastaldi cree que estuvo en una construcción muy vieja ya que se sentía mucho
el olor a humedad. Señaló que había distintas habitaciones y un pasillo que las
comunicaba que tenía instalado una serie de inodoros.
También había una galería con techo de chapa que hacía escuchar la lluvia. A
esa galería llevaban a las víctimas a comer.
Recuerda además la sensación de muchos árboles y gaviotas “sentíamos el mar de
cerca”.
Un día de mucho calor escuchó gente como bañándose en el mar y chicos
chapoteando. Otro detalle en ese sentido fueron los ruidos al estilo de una
carrera de autos.
Ya en libertad, su papá le contó que en ese momento se hizo una carrera de
autos que tenía, entre otros tramos, el de la ruta que pasa por Punta Alta.
Una amiga también secuestrada le contó de la existencia de un mangrullo y
piletas mientras que Gastaldi recordó vías de trocha angosta al salir.
Otro secuestrado, Eduardo Eraldo fue quien afirmó a ella y al resto de las
víctimas, que los tenía la Marina y que se encontraban en Baterías.
Rezo por vos
Gastaldi se acuerda de apodos de los secuestradores tales como Laucha,
Viejo y Pájaro. Éste último era muy violento, cada vez que entraba golpeaba el
piso con un rebenque o fusta: “Algunos días eran buenos y otros días eran malos”
declaró sin necesidad de aclarar que lo de “buenos” es una manera de describir cómo
eran los genocidas cuando no torturaban.
Generalmente las víctimas eran despertadas a las patadas y durante todo el día
se escuchaban a alto volumen, se considera que a propósito, canciones como
“Libre” de Nino Bravo y “Cantata Santa María de Iquique” del grupo Quilapayún
la cual hace referencia a una matanza de obreros: “Era una tortura más”.
Los domingos no había torturas, destacó Gastaldi, porque, dijo un guardia, eran
fiestas de guardar, era el día del señor. El infierno era tal que Gastaldi dijo
que de alguna forma se sintió privilegiada porque a ella no le aplicaban picana
eléctrica…pero sí le pasaban electricidad por la boca y la llevaban a
presenciar las sesiones de tortura que soportaba su marido. Los torturadores le
pedían a Gastaldi que “ablandara a Russin”, que lo convenciera de hablar.
Gastaldi afirmó que Russin estaba destruido físicamente pero nunca dio un
nombre a los genocidas.
A Russin un día lo tenían colgado y Gastaldi también tuvo que ver eso mientras
que a veces Russin tuvo que ver cómo a Gastaldi le metían electricidad en la
boca.
Un día a Gastaldi le mostraron un álbum que tenía fotos de diferentes personas
que pertenecían a la militancia cristiana. Cuando tuvo que reconocer a alguien,
Gastaldi lo hizo con quienes ya sabía que habían sido asesinadas.
Patricia Gastaldi contó que en una oportunidad se estaba bañando y un represor
le preguntó por qué tenía estrías en la panza. Ella le respondió que tenía un
hijo que había fallecido. El represor acotó que fue Gastaldi, que fue ella la
que había dejado morir al bebé.
Los manoseos y las alusiones a su cuerpo se repetían y Gastaldi lo sentía como
una vejación muy fuerte.
Durante el cautiverio, Gastaldi creyó que estaba embarazada y luego de
revisarla, alguien que dijo ser médico se lo confirmó: “Después se le saltó la
chaveta” refirió Gastaldi sobre el supuesto médico quien le dijo con muchísima
maldad y violencia, cosas tales a cómo se las iba a arreglar para tener a su
hijo ahí adentro. Gastaldi estaba esposada y engrillada…
Gastaldi rezaba y rezaba mucho. Un día rezó tan fuerte que contagió a sus
compañeros secuestrados: “La solidaridad entre nosotros era muy fuerte”.
Tanto es así que el dulce de membrillo que recibían todas las víctimas,
terminaba en manos de Gastaldi ya que era el único alimento que podía digerir.
Tanto rezó Patricia Gastaldi que un domingo un sacerdote entró y preguntó por
ella. Le dijo que lo habían mandado a llamar porque Gastaldi rezaba todo el
tiempo. El cura vio a todos los que estaban alojados allí.
Durante aquellos días Gastaldi y Russin tosían para saber que el otro estaba
con vida: “La tos era la forma de comunicarme con Horacio”.
Un guardia le ofreció a Gastaldi darle un beso a su marido. Cuando ella se
acercó recibió golpes y un tirón de pelo para que no llegue adonde estaba
Russin.
Dos o tres veces a Gastaldi la sacaron a caminar. La primera vez la acompañó un
torturador al que le decían Rubio quien le comunicó que en dos horas la iban a
liberar. Rubio se fue y cuando ella después preguntó por él, le respondían que
no había ahí nadie al que le dijeran Rubio.
En otra caminata, Rubio le volvió a decir que la iban a liberar pero que
primero tenía que “ablandar” a Russin a quien, según Rubio, hasta lo habían
drogado para que hable pero no habían conseguido su propósito.
Más adelante, el que la llevó a caminar fue “Cacho” que era el que daba las
órdenes. “Cacho” también le dijo que la iban a dejar en libertad y le advirtió que
no podía estar más con la gente con la que se juntaba ni participar en la
iglesia ni en la política.
El día de la liberación a Patricia Gastaldi se le permitió encontrarse con su
marido Horacio Russin.
Patricia Gastaldi le dio la noticia de que iban a ser papás. Horacio Russin le
dijo que lo iban a matar y le pidió que cuide y críe al bebé.
Ellos no pudieron
La noche que iba a quedar en libertad, a Patricia Gastaldi le aplican una
inyección que la adormece un poco pero no pierde la conciencia.
La llevaron en auto por una ruta, la bajaron y le comunicaron que la iban a
fusilar. La hicieron arrodillar y le dijeron que podía pedir un deseo antes de
fusilarla. Ella solo quería rezar y ellos se rieron.
Según las palabras de Gastaldi, alguien dijo “apunten”, luego ese alguien agregó
“tiren” pero “nadie tiró”. Esas lacras que creyeron ser dueños de la vida y la
muerte de un país, le dijeron a Patricia Gastaldi que había sido una broma. Le
sacaron la venda de los ojos, las esposas y le indicaron que unas luces
cercanas eran Bahía Blanca. A Gastaldi la hicieron caminar en ese sentido pero
al poco rato se cayó, producto de la inyección.
En el camino perdió los zapatos pero Gastaldi caminó igual, descalza. Saliendo
el sol, apareció un camión y Patricia Gastaldi se tiró en el medio de la ruta: “o
me levanta o me pisa”.
Al camionero le contó la verdad y éste la llevó a la primera estación de
servicio que encontró. Ella le pidió que no la deje sola y el camionero llamó
por teléfono a la tía de Gastaldi.
El camionero se quedó con ella hasta que en un momento la dejó con un playero a
quien le pidió que no moleste a Gastaldi ya que había sufrido un accidente.
Los familiares de Gastaldi la fueron a buscar y ella se quedó en la casa de su
tía. Luego vivió en la casa de la mamá de Horacio Russin donde transcurrió su
embarazo. El día del parto, Gastaldi entró a la sala con su hermana porque
tenía miedo de volver a ser secuestrada.
Volver
Con el tiempo, regresó a su trabajo en el Registro Civil donde le iniciaron
un sumario administrativo por las 47 faltas injustificadas.
Gastaldi nunca pudo probar dónde había estado pese a llevar testigos de
importancia como Eugenio Martínez quien fuera intendente de Bahía Blanca.
La echaron y la exoneraron por cinco años a trabajar en cargos públicos. Por su
fuera poco, también perdió su casa.
Patricia Gastaldi dice que la sostuvieron la fe, su familia, la de Russin y sus
amigos. Gastaldi tenía a su hijo, Matías, y como pudo, con un dolor
insoportable, intentó salir adelante pero no fue fácil.
Empezó a trabajar como suplente en una escuela de Cerri pero un primo de su
papá que tenía relaciones con la Marina le mandó a decir que la estaban
siguiendo y que la iban a secuestrar por seguir trabajando en esa escuela.
Cuando cumplió la exoneración empezó en el Tribunal de Menores: “Pude rehacer
mi vida, o sea que no me habían destruido totalmente”.
En 1990, Patricia Gastaldi se volvió a enamorar, se casó y tuvo dos hijos con
su nueva pareja. En el 96 un mensaje en su contestador telefónico escupía
palabras y frases como subversiva, hija de puta “no sé si me conocés la voz” y “las
vas a pasar muy mal”.
“En ese momento no podía más con mi vida”, manifestó Gastaldi que en aquel
entonces pidió licencia psiquiátrica en el trabajo.
Para 2007 la que recibe un llamado es su hermana cuyo teléfono estaba a nombre
de Patricia Gastaldi. El mensaje que venía de un celular decía “Patricia va a
morir, Patricia pide socorro”.
“Hicieron lo posible por destruirme pero quiero decir que no lo lograron”, dijo
Patricia Gastaldi al tribunal y luego comentó que “muchas veces me sentí muy
culpable por haber vivido” ya que muchos otros secuestrados no habían vuelto.
Culpable de nada, Patricia y vaya que no lograron destruirte, no lo lograron
Patricia…ellos no pudieron.
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