Hugo Omar Cañón nació en Bahía Blanca en 1947. Se graduó de abogado en la Universidad Nacional de La Plata. Ingresó como empleado judicial en el Juzgado de La Plata, por concurso, en 1969. Fue Secretario del Juzgado Civil y Comercial de Tres Arroyos, Secretario del Juzgado Penal 3 de Bahía Blanca, y Defensor de Pobres y Ausentes. En 1986 fue designado como Fiscal General federal de Bahía Blanca cargo que ocupó durante 23 años y en el cual inició la investigación por los crímenes de lesa humanidad cometidos en jurisdicción del Vto. Cuerpo de Ejército y de la Marina en toda la zona.
En 1987 sostuvo la inconstitucionalidad de la Ley de Obediencia Debida y lo mismo haría, hacia 1989, cuando Carlos Menem dispuso los indultos a responsables de violaciones de derechos humanos.
En 1999 fue parte de los Juicios por la Verdad, llevados adelante en la ciudad.
Colaboró con las investigaciones que realizara el Juez Baltasar Garzón; e integró la Comisión de Fiscales denominada «Comisión de Derechos Humanos del Ministerio Público Fiscal».
Recibió los premios: «Justicia Universal» otorgado por la Asociación Argentina Pro-Derechos Humanos, de Madrid, en 2000; el premio «Reconocimiento a la trayectoria y el compromiso con la Defensa de los Derechos Humanos» en 2006, de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad Nacional de La Plata; y en el 2007, la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires lo distinguió como «Personalidad Destacada de los Derechos Humanos», por ser el único fiscal del país que 20 años antes impugnó la ley de Obediencia Debida.
Hacia el año 2009 renunció para dedicarse a la política, participó del espacio político Nuevo Encuentro, fundado Martín Sabbatella. A la vez, durante muchos años sostuvo su tarea en la Comisión Provincial por la Memoria.
Numerosas, sentidas y merecidas demostraciones de pesar y dolor causó su fallecimiento en un accidente el 3 de enero pasado.
Nos acompañan con su recuerdo Patricia Chabat, Ester Venturino, Susana Calcinelli, Eduardo Hidalgo y la agrupación H.I.J.O.S.
“Nací en Villa Rosas, por entonces con calles de tierra, donde veíamos al tren que pasaba seguido por sus vías abrazando el barrio, y la buena gente laboriosa que iba a trabajar a “Guaite” o a “Bahía”, mientras los chicos jugábamos en los potreros, andábamos en bici o nos metíamos en los charcos después de una lluvia siempre bienvenida. En las noches de verano, los vecinos salían a “tomar fresco” mientras los pibes jugábamos abajo del farol de la esquina.
Otras épocas, con lindos recuerdos que parecen perdidos, pero que pueden recrearse en estos tiempos modernos que se presentan difíciles.
Mi padre tenía almacén, centro de reunión y lugar para el encuentro. Se vendía todo suelto, se usaba libreta y la gente pagaba a fin de mes cuando cobraba su sueldo. Muchos clientes eran ferroviarios, otros empleados del puerto, de los elevadores de granos, de la subprefectura, de la Lanera San Blas, personal de las grandes tiendas como Gath y Chaves, Modart, Muñoz, Pinturería París, albañiles, torneros, pescadores. Era la Bahía de las garitas en las esquinas y del policía que hacía la ronda por los barrios.
Las escuelas 23 y 30 reunían a todos los chicos en edad escolar, se formaba en el patio, se izaba la bandera y se cantaba Aurora, y en los días de fiesta traían canastos de facturas para repartir en los recreos.
Mi abuela materna, doña Estela Conte, fue una inmigrante italiana, analfabeta, que mantuvo a sus cuatro hijos sobrevivientes (Estelita murió a los 6 años por falso crup), trabajando en la Fábrica de Bolsas de Bunge y Born, que estaba en el empedrado camino a Ing. White. Si tenía la “suerte” de trabajar, cobraba, sino no. La cola se cortaba según las operarias que necesitaban por día. ¡Tiempos duros los de esa década infame del ´30!
Luego los tiempos mejoraron. Me decía mi abuela que después, con Perón, “si me enfermaba y no podía trabajar, igual cobraba”, feliz porque con los años pudo jubilarse.
Mi padre, que no era peronista (a diferencia de mi abuela que siempre dejó puestas las fotos de Evita y Perón aún en la “Libertadora”), decía que en esa década de los diez años peronistas fue cuando más ganó, porque la gente podía comprar más, hacer la picadita, tomar Cinzano, comprar zapatillas y no sólo alpargatas.
Eran tiempos de progreso, de ascenso social. La sociedad discutía, había quejas por aspectos del peronismo que no gustaban (mi vieja era radical y ponía pimienta crítica en la mesa cuando comíamos ravioles caseros), pero la gente vivía bien, los hijos podían estudiar, aprender un oficio. Había inclusión, se instalaba ciudadanía, se podía conseguir trabajo, la educación era pilar esencial, la salud fue privilegiada, la niñez y la ancianidad no eran puestos en el final de la agenda sino como cuestiones prioritarias.
Yo pertenecía a la clase media baja, logré estudiar, recibirme de abogado y de algún modo recompensar a mi padre, que sólo pudo conseguir su lugar en el mundo en esta Argentina generosa y salir adelante, en base a su trabajo.
Dediqué cuarenta años de mi vida a trabajar en la Justicia, veintitrés de ellos como Fiscal.
En esos largos años traté de devolver lo que mis padres y abuela hicieron posible. Pero quiero dar más. Me siento en deuda. No puedo permitirme ir a descansar.
Por eso me pongo a trabajar con ustedes y para ustedes” (…)
*Palabras de Hugo Cañón en la carta abierta a la ciudadanía en momentos de presentar su candidatura a Diputado Provincial.
Hasta siempre Compañero
Hugo Cañón fue miembro de la Comisión Provincial por la Memoria desde sus inicios, hace ya casi diecisiete años. Durante más de diez años fue su co-presidente junto a Adolfo Pérez Esquivel. Le dedicó tiempo, energía, capacidad y compromiso, acompañando y orientando a cada uno de los Programas y actividades. Fue un referente activo que hablaba en su nombre, generaba opinión, aportaba ideas, discutía, marcaba posición.
Hugo era un hombre inteligente, formado, seguro en sus posiciones, inflexible muchas veces, tenaz en las direcciones que tomaba. Fue igual en su desempeño como fiscal federal: recto, responsable, sincero, frontal. Con ese carácter y esa integridad enfrentó las políticas de impunidad de las leyes de punto final y obediencia debida y los indultos, cuestionando no sólo las políticas de los otros poderes sino también a la propia corporación judicial. (…) Como fiscal extendió los límites de lo posible, demostrando que cuando hay decisión, capacidad y voluntad la justicia puede ser justa y estar al lado de los más débiles. De ello pueden dar fe las decenas de víctimas que lo tuvieron cerca. Así, desde los principios de la justicia universal, alentó en tiempos de impunidad los juicios en España, aportando pruebas y testimonio.
Hugo iba a las cárceles, tanto en su rol de fiscal como en su carácter de referente de los derechos humanos. Sentía el dolor de los demás como propio, se indignaba, y solicitaba la indignación de los otros, como gesto primario para impulsar esa sociedad más justa por la que es necesario pelear. Pero no sólo era compasión, también desplegaba su capacidad al opinar, criticar y proponer políticas de estado, intervenciones judiciales, presentaciones públicas. Era hábil como comunicador, para cuestionar el sentido común y las orientaciones punitivistas y represivas como modos de regulación de la vida social.
Hugo iba a las escuelas, a las universidades, a promover la discusión, a acompañar en el territorio a las organizaciones. Hugo iba a los juicios a acompañar a los familiares y a las víctimas, tanto de los delitos de lesa humanidad como de la tortura y la violencia institucional de hoy. Hugo descubrió archivos de la represión y promovió su resguardo, como el fondo de la Prefectura Naval hallado en Bahía Blanca, inestimable en cuanto prueba judicial e histórica, que hoy custodia la Comisión.
Como miembro de la CPM defendió a ultranza la autonomía y autarquía de nuestro organismo, como condición indispensable para la lucha por los derechos humanos y la memoria.
(…)
A pesar de que se había alejado momentáneamente de las tareas cotidianas, nos seguía acompañando como consultor académico.
Hoy nos toca despedirlo sin superar aún el golpe de su repentina y traumática pérdida. Teníamos mucho para hacer juntos: ideas, proyectos, ganas. Nos aferramos con esperanza a que él estará presente en nuestra institución, siempre, en las marcas que su andar dejó, en las enseñanzas que se preocupó por legar, en las direcciones que nos señaló, en cada momento que compartimos. Algunos muy duros, donde su paso firme fue definitorio.
Nos hará falta. Ahora y siempre.
En nuestro inmenso dolor, acompañamos a su familia, en el desgarro de su pérdida y de Santiago, su amado nieto.
*Palabras de la Comisión Provincial por la Memoria
Hace treinta años que te conocí personalmente. Pensaba que increíblemente durante mucho tiempo nos tratamos de usted y otras de vos. Sin embargo siempre te consideré un compañero, que otra cosa podía ser quien tanto nos había cuidado a los sobrevivientes como dijo en tu despedida de la actividad judicial, nuestro querido Tono Abel. Por eso nuestro trato de amistad y compañerismo, ocupó sin dudar el de la seriedad del usted anterior. Fuiste el puntal y pionero, junto a Ernesto Malisia, de la desigual y solitaria lucha en una ciudad donde todavía sobresale la impunidad a pesar de lo mucho que hiciste. Recuerdo cuando en aquel acto en la Plaza, no te permitieron hablar porque según sus organizadores te ibas a aprovechar políticamente porque eras candidato y apoyabas al Proyecto Nacional, como todos supieron siempre. Los mismos que seguramente en algún momento te homenajearan como a Ernesto, desde un profundo cinismo.
Desde aquellos tiempos, esta es la tercera vez que siento la misma sensación de vacío, de haber perdido el sustento para seguir, de pensar “y ahora que hacemos” aunque lo sepamos, de que nos arrancaron el corazón y no vamos a poder seguir viviendo aunque seguiremos. Esto mismo me sucedió cuando partió mi compañero, hermano y amigo Ernesto Malisia, después de una vida de entrega en la que tuve la fortuna de acompañarlo durante 17 años, lo mismo que me pasó cuando se nos fue ese compañero que nos convocó a un sueño al que vos y yo, como millones, nos sumamos, Néstor Kirchner. Ahora me pasa con vos. No puedo aceptar que sea verdad. Nuestros H.I.J.O.S. de Bahía Blanca, sintieron lo mismo como lo expresaron sus palabras, “ahora somos un poco más huérfanos”. Este dolor incomparable sé que durará un tiempo, que no lo puedo evitar, su cicatriz quedará allí imborrable pero también sé que la memoria te traerá con nosotros como hacemos con cada uno de los 30000, y en la continuidad de la lucha que compartimos las palabras de ese poeta popular que se llamó Hamlet Lima Quintana, nos servirán:
“No quiero que me llores ahora que te hablo
mi corazón te crece cuando extiendes las manos
y acaricias las cosas que siempre hemos amado
la libertad y el alma de todos los hermanos.”
¡HASTA LA VICTORIA SIEMPRE COMPAÑERO, HERMANO Y AMIGO, HUGO OMAR CAÑON!
Eduardo A. Hidalgo
Ex Detenido Desaparecido – Ex Preso Político – Familiar de Asesinados por la Dictadura
Secretario General de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos Bahía Blanca
Llegué a trabajar con Hugo de la mejor manera, de la mano de Eduardo Hidalgo y Ernesto Malisia. Y me quedé en la Fiscalía catorce años, durante los cuales no dejamos de tratarnos de usted. Años duros, en los que la impunidad parecía instalarse para siempre. Sin embargo, allí se resistía. Seriamente, con inteligencia e imaginación y, fundamentalmente, con dignidad, soportando persecuciones y agravios de todo tipo. Ahora puedo imaginar lo que padeció, sin que siquiera permitirse pensar en bajar los brazos y abandonar la pelea, con la terquedad de los imprescindibles. Pese a todo, casi podría asegurar que no perdió la fe en la institución a la que honró, posicionando a la justicia siempre junto a las víctimas, a los vulnerables, a los marginados, nunca del lado de los poderosos (sean los de turno o los de siempre). Hugo no se cansaba, no abandonaba. No se distraía. En la búsqueda de alguna o algunas palabras que lo definan, siempre vuelvo sobre las mismas: trabajo, coherencia, integridad y dignidad. Todo eso en una sola humanidad. Si lo comparamos -aún siendo un odioso proceder- con muchos otros miembros de la corporación de la que supo diferenciarse, sin dudas su imagen se agiganta. Ese es su legado para quienes tanto compartimos. Y decir con orgullo «yo trabajé con Cañón», esperando ingenuamente que esa sola circunstancia nos distinga, aunque más no sea por contagio. Con los años, luego que dejara el cargo de Fiscal General, me pareció verlo más feliz, más libre, desestructurado, ocupado de las mismas cosas desde otros lugares, poniendo el cuerpo donde hacía falta. Hugo estaba siempre donde tenía que estar (la última foto pública de él que recuerdo haber visto era acompañando a Martín Sabatella, creo que en la puerta del AFSCA). Nos encontrábamos de vez en cuando en esos mismos lugares comunes, nos abrazábamos y -desde que no trabajamos juntos- nos tratábamos de vos, con el afecto y familiaridad que dan los años y las convicciones compartidos. Más triste e incomprensible es la pérdida porque trasciende largamente lo personal y quiero creer que este sentimiento de orfandad a todos nos alcanza. Cuánta falta le hace a esta bahía del silencio. Desde que no está, estamos un poco más oscuros y un poco más callados.
*Susana Calcinelli
Abogada y Jueza
“Una mirada desde la alcantarilla puede ser una visión del mundo,
la rebelión consiste es mirar una rosa hasta pulverizarse los ojos”.
Alejandra Pizarnik
Hugo contaba que hace unos años, viajando por la ruta 3 hacia Bahía Blanca, recordando las palabras de Alejandra Pizarnik, detuvo el coche, bajó con una cámara fotográfica, se introdujo en una larga alcantarilla y desde allí fotografió los campos cercanos a Azul. La fotografía estuvo mucho tiempo en su escritorio.
Sostenía que la mirada podía ser muy diferente dado que la democracia, la seguridad, la pobreza o los derechos humanos, admiten multiplicidad de observaciones, muchas cargadas de intensa subjetividad, sobre todo cuando se contempla a partir del propio miedo, de un mayor o menor compromiso con el mundo, del acercamiento al semejante y desde el amor o el odio hacia los demás.
Y que otras miradas, más objetivas, advierten la injusticia, la desigualdad, la agresividad, la destructividad, la falta de respeto por la legalidad y, trascendiéndose, buscan vías superadoras.
Hugo ofreció su vida militante ayudando, reparando, cobijando, pero siempre dando la confrontación fuerte y necesaria al lado de los más desprotegidos: los pobres, los niños, los marginados, los presos, las mujeres, los diferentes de todo tipo…
Y fue también el amigo que llevaba en sí todos esos valores conjugados en el afecto.
La magia que envuelve una amistad profunda, las emociones, los sentimientos, son sensaciones difíciles de relatar. La razón dicta palabras y por el corazón pasan infinitamente más.
Hugo fue un ser humano cálido, generoso, comprometido, solidario, defensor de la amistad y de los vínculos afectivos, de temperamento difícil, fue incondicional con los amigos y con las personas que respetaba y admiraba y profundamente sensible no sólo ante las injusticias sino también ante las muestras de cariño o estima.
Puedo afirmar que la amistad con Hugo fue el encuentro conmigo misma, a través de su afecto aprendí a amarme y valorarme y eso trascendió todas las barreras y toda lógica.
Cuando un ser querido se va y ha dejado un legado como el que Hugo nos dejó, perdura en el tiempo y nos impregna de su ejemplo.
Todos aspiramos a la inmortalidad, a quedarnos para siempre, la muerte es mentira, como decía Eduardo Galeano, y vale la pena arriesgarse a creer en la inmortalidad del alma, con todo, es un riesgo hermoso.
Deseamos que todo lo que en la tierra nos llena el corazón y el alma de entusiasmo pueda perdurar para siempre en la memoria de nuestra gente. La memoria colectiva es compartida, transmitida y construida por nuestra sociedad y su generador es el poeta, el artista o un luchador como Hugo.
Y la memoria colectiva se va formando con la suma de nuestras memorias individuales, que se van enlazando para dar lugar a nuestra historia local, la de esta ciudad que lo vio nacer en su entrañable Villa Rosas.
Su legado, los valores y los principios que sostienen la dignidad del hombre, esos, estarán siempre en la memoria de su gente y también su mensaje: vale la pena recorrer el camino de Verdad, Justicia y Memoria, aunque nunca se llegue a un objetivo total. Lo importante es el recorrido del camino. No se agotará el tema que nos angustia pero al menos permitirá apostar por la vida, es decir por la verdad.
Somos sus herederos, los herederos de su compromiso con esta ciudad y con el mundo.
*Ester Venturino
Amiga
Para su despedida escribí: “Cuando la Blanca Bahía (como supo decir Hugo) estaba más oscura que nunca, desde la fiscalía se levanto un faro de resistencia y trabajo. Cuando los dichos de los sobreviventes y sus familiares eran “malas palabras”, en esa fiscalía esas voces tuvieron lugar; cuando la Nueva Provincia, cómplice, se empeñaba en editorializar en torno a “guerra sucia”, mintiendo, negando, justificando “excesos”, desde la fiscalía se planteaba terrorismo de Estado y plan sistemático de robo de bebes, sentando las bases bahienses para los juicios penales que vinieron después.
Hugo cañón y un equipo de personas comprometidas como él, trabajaron incansablemente para sacar a luz los crímenes perpetrados por la dictadura cívico- militar- eclesiástica, recuperar la memoria y llevar ante la justicia a los genocidas responsables. Continuó Trabajando en ese sentido hasta el final”.
Para la sociedad, Hugo Cañón fue de los imprescindibles que señaló caminos, dejó huellas e iluminó a otros para que hicieran el suyo.
Cuando haber permanecido con vida, en más de una oportunidad se constituyó “un acto sospechoso” y la desconfianza de los”otros” te devolvía al centro clandestino una y otra vez, personas como Hugo Cañón, Ernesto Malisia habilitaron las voces de los sobrevivientes. Hugo insistía en que el testimonio era indispensable para saber lo que pasó. Pero si se trataba de sanear nuestra sociedad, el testimoniar era una condición necesaria, no suficiente; para eso invocaba a la Justicia y a nosotros como testigos y querellantes en momentos en que los juicios eran utopías más que lejanas. Por eso, en lo personal tratarlo fue un antes y un después, no sólo para mí, también para mi familia, especialmente mi madre.
A sabiendas que pocas palabras no pueden sintetizar la existencia de una persona, quisiera honrar su memoria con al menos tres que lo identifican: Coraje, valentía y compromiso con la justicia y con la vida.
Hugo Cañón: ¡Presente, ahora y Siempre!
Con profunda tristeza por su pérdida y otro tanto de alegría por haberlo conocido. Patricia Irene Chabat
Imposible hacer una crónica de la vida de Hugo sin caer en algo no dicho, no expresado en estos días, por tantos de los que tuvimos la suerte de caminar, aunque mas no sea un rato, a su lado, con su ejemplo y enseñanza.
Por eso, nos parece importante hablar desde lo que significó la presencia de Hugo, fundamentalmente en esta particular Bahía Blanca, para nosotros, para nuestras familias, para nuestro surgimiento como agrupación.
Cuando en la Argentina recuperamos la democracia en los años 80, nuestro pueblo y nuestras familias se hallaban impregnados de dolor, pero pronto comenzaron a surgir las esperanzas, al principio de hallar con vida a nuestros seres queridos y luego, al confirmar los presagios que teníamos, la esperanza era de al menos hallar Justicia y Verdad.
Allí es cuando nuestras familias comienzan a contactarse con los Organismos de la ciudad, específicamente la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos de Bahía Blanca, cuya figura emblemática era el querido Ernesto Malisia, que junto a Eduardo Hidalgo, fueron los primeros que registramos los Hijos en nuestra memoria en la búsqueda de la verdad, de la mano del peregrinar de nuestros abuelos y abuelas. Allí se sumaría a nuestro conocimiento de personas confiables, que le daban batalla a la impunidad en una ciudad por demás hostil, el fiscal Hugo Cañon casi sin acompañamiento de parte de sus pares de la Justicia. Es así que por aquellos años nos enteramos de su firme decisión de impugnar por inconstitucional la Ley de Obediencia Debida, allá por el año 1987, siendo el único fiscal que lo hizo, demostrando su compromiso y valentía, sobre todo ante quienes querían disciplinarlo como a casi el resto de la gran familia Judicial, corporación que aun padecemos en nuestra ciudad, hasta nuestros días.
Años más tarde, cuando ya los Hijos estábamos conformados como Agrupación desde principios de 1996 y la sociedad en su conjunto parecía no querer recordar nada de lo ocurrido y mucho menos indagar en saber los detalles, como una surte de amnesia colectiva, Hugo Cañón fue el Fiscal Acusador en los Juicios por la Verdad en nuestra ciudad que se inicia en el año 1999, y que tenían como finalidad llevar adelante todas las investigaciones de lo ocurrido pero sin efectos punibles, sin pena, solamente con la meta de saber la verdad de lo ocurrido, saber el destino final de los desaparecidos y el de los bebes nacidos en cautiverio, ya que se encontraban en plena vigencia las leyes de Impunidad, la de Obediencia Debida y Punto Final. Estos juicios se llevaron a cabo en muy pocas ciudades, y en Bahía Blanca, su impulso se lo debemos a Hugo, a las APDH de Neuquén y Bahía Blanca principalmente, y al gran trabajo de la Abogada Dra Mirta Mántaras.
Los Juicios por la Verdad, nos generó a los HIJOS una gran contradicción, ya que era muy difícil asistir a audiencias donde los genocidas se explayaran libremente de acuerdo a su conveniencia, dijeran lo que querían, ocultaran otro tanto y hasta se burlaran de nosotros para luego se retirarse a su casa como si nada hubiera pasado. La Mayoría de los genocidas decían no saber, no recordar, o no tener ni idea ante el destino final de los desaparecidos y todo lo ocurrido en los Centros Clandestinos. Mientras que las víctimas, dejaban su tremendo testimonio, de manera desgarradora, sin programas de contención profesional, como si ocurre ahora en los juicios de Lesa actuales (programas que el actual gobierno de Cambiemos ha empezado a desarticular, con la gravedad que eso implica) con Psicólogos y profesionales que cuidan a las víctimas. Todo era muy duro para los testigos y parecía que los Genocidas no tenían nada que perder. El Juicio por la Verdad permitió conocer aspectos desconocidos del funcionamiento de la represión en Bahía Blanca, fue una vía alternativa para conocer los mecanismos de la Represión, ante la imposibilidad de un juicio punitivo debido a las leyes de impunidad. Y así nos lo decían a nosotros, tanto el mismo Hugo Cañón, como Ernesto Malicia de la APDH, quienes nos aseguraban que debíamos aguantar lo duro de ese momento, ya que era muy probable que toda esa prueba sirviera para un futuro, donde las leyes de impunidad pudieran ser derogadas y ahí si poder juzgar y encarcelar a los culpables, teniendo como prueba mucho de lo aportado por estos juicios. Algo realmente impensado para nosotros en ese momento, que creíamos que la Impunidad no iba a poder ser erradicada y nuestra única herramienta válida seguía siendo el escrache. “Si no hay Justicia hay Escrache”, se había convertido en nuestra única premisa.
De más está contar que tal cual como nos lo habían anticipado tanto Hugo, como Ernesto, así sucedió. Y todo el material declaratorio que se produjo en el año 1999 y 2000 en esos juicios, sirvieron para abrir nuevamente las causas de Bahía Blanca cuando en el 2003 en la presidencia de Néstor Kirchner, se derogaron las leyes, se reabrieron los juicios en todo el país y comenzamos a juzgar y condenar Genocidas, con las leyes y los jueces constitucionales y democráticos.
Hugo permaneció en la fiscalía bahiense hasta el año 2009, el primer juicio de Lesa en Bahía Blanca llega recién en el año 2011, luego de muchísimas trabas y dilaciones que en su mayoría se las debemos a la Corporación Judicial Bahiense, donde actores judiciales, abogados defensores y genocidas supieron mezclarse entre charlas de café y lugares comunes.
El primer juicio de Lesa Humanidad en Bahía Blanca marcó un camino de Justicia del cual no se puede volver atrás, significó la concreción y el resultado de muchísimos años de lucha incesante en la cual Hugo fue imprescindible en nuestra ciudad. Y luego vinieron los otros dos juicios de Lesa también impregnados por su trabajo para alcanzar la verdad y la justicia.
Hugo fue, como lo pudimos expresar en su despedida, allí en la Comisión Provincial por la Memoria, nuestro referente, una de las personas en las cuales confiábamos a la hora de pedir un consejo, una palabra que nos indicara el camino a seguir.
También supimos defender su trayectoria y sus principios, cuando algunos oportunistas “proyectando sus propias intenciones”, según las palabras del propio Hugo, quisieron deslegitimar su oratoria sin dejarlo hablar en un acto donde su presencia era primordial, argumentando posibles réditos políticos, aunque hoy, esos mismos oportunistas lo homenajeen.
Pero como sabemos, en la historia y la memoria del pueblo, quedan los que como Hugo, han dejado una huella y un gran ejemplo; y aunque en el primer momento, el sentimiento repetido para nosotros, de orfandad, fue inevitable, hoy lo podemos empezar a llenar con todo su enorme legado, que sin duda será lo que nos ayudará a seguir en estos tiempos difíciles que se nos acercan y que tanta falta nos hará su presencia.
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