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Hija y compañera
Alejandra Santucho, integrante de HIJOS Bahía Blanca, fue la primera testigo en declarar en el juicio contra 25 imputados por crímenes de lesa humanidad.
Categoría: Derechos Humanos

Alejandra Santucho, integrante de HIJOS Bahía
Blanca, fue la primera testigo en declarar en el juicio contra 25 imputados por
crímenes de lesa humanidad.

Dos audiencias se llevaron
a cabo entre los días martes 2 y miércoles 3 de septiembre 2014 en lo que
refiere al juicio que se está llevando a cabo contra 25 represores acusados por
crímenes de lesa humanidad.
Es el tercero que se desarrolla en Bahía Blanca y el actual corresponde a la
causa número 1103, conocida como “Armada Argentina” y caratulada como
“Fracassi, Eduardo René y otros…”. Dicha causa comprende los delitos de lesa
humanidad cometidos durante la última dictadura militar bajo el ámbito de la
Armada Argentina, específicamente en la Base Naval Puerto Belgrano.
Son 25 los imputados y finalizada la lectura de la acusación y otorgado la
palabra a los acusados, se pasó a la etapa de los testimonios aportados por las
partes y fue Alejandra Santucho quien dio inicio a esta etapa del juicio. Ella es
integrante de la agrupación H.I.J.O.S. Bahía Blanca y es una de las caras más
conocidas de los Organismos de Derechos Humanos locales.
Fue llamada a declarar por los secuestros que sufrieron su tío y su abuelo,
ambos llamados Miguel y de apellido Ginder pero en la historia de Alejandra esos
sucesos se entrelazan con la terrible persecución que sufrieron con su familia.
La familia de Alejandra estaba compuesta por su papá, su mamá, su hermana de 14
años y un hermano que al momento de los hechos tenía 2 años mientras que
Alejandra contaba con 10. Vivían en Ingeniero White, mientras que sus padres,
durante la década del 70, militaban en la Juventud Peronista, primero, y en
Montoneros, después.
Entre los años 1974 y 1974 los Santucho comenzaron a ser perseguidos políticamente.
En el 74 sufrieron un allanamiento de Prefectura en la casa de Ingeniero White
a raíz de un episodio ocurrido en el puerto. Por la noche, estando la familia
ausente, la vivienda fue destruida: “Ahí empezó la persecución a mi familia”, declaró
Alejandra ante el tribunal.
En 1975 los papás de Alejandra deciden irse de Bahía junto a sus hijos y
terminan viviendo en La Plata, allí se encontraban cuando el 24 de marzo de 1976
se produjo el Golpe de Estado.
Contó Alejandra que en una comunicación que tuvieron con sus abuelos de White,
se enteraron del secuestro de su tío y abuelo. La desagradable noticia se
completó cuando les dijeron que el abuelo Miguel había sufrido un infarto al
momento del secuestro.
 “Era peligroso llamar”, señaló Alejandra
y agregó: “Cada vez que llamaban (los familiares) nos decían que nos estaban
escuchando”.

La abuela, otra víctima
Describió Alejandra ante el tribunal que a fines de 1976, exactamente el 3
de diciembre, en una casa de Melchor Romero, La Plata, distintas fuerzas montaron
un operativo y tirotearon una vivienda: “Yo estaba jugando afuera y la mamá de
la nena con la que estaba jugando nos mete adentro de la casa”.
En ese momento secuestraron a su hermana “y fue la última vez que la vimos a
Mónica”. Sus papás fueron asesinados como consecuencia de ese mismo operativo.
Años después, se pudo saber que los cadáveres de los padres fueron ingresados a
un cementerio lo cual consta en un acta del 4 de septiembre que así lo
confirma. En el documento faltan los nombres pero figura la descripción física
y los domicilios.
Alejandra y su hermanito volvieron a Bahía para vivir con sus abuelos: “Ahí
sigue nuestra vida”. En la primera época, todas las noches un auto estacionaba
junto a la casa. Su abuela le contó que habían sufrido muchos allanamientos
durante el 76: “Mi abuela siempre contaba de los malos tratos y aparte de los
robos”, al respecto Alejandra continuó: “Cada vez que se iban, le faltaban
elementos de la casa”.
Ya en democracia arrancó la búsqueda por Mónica y fue en el juicio a las juntas
militares en donde declararon los primeros testigos que estuvieron con Mónica
en centros clandestinos de La Plata. Todos los que la habían visto estuvieron
secuestrados durante el 76, no hay testigos que hablen de Mónica del 77 en
adelante.
En 1985, falleció Catalina, la abuela de Alejandra: “Es otra de las víctimas de
la familia”.
Durante el cautiverio su tío Miguel, le preguntaron por la familia. Supo que a él
lo detuvo Prefectura, lo llevaron a la sede de White y luego a la Base Naval. Tenía
entre 18 y 19 años y después de su liberación solo hablaba con sus cercanos
acerca de los allanamientos pero no mucho más.
En una oportunidad, Alejandra le preguntó a su tío Miguel qué le habían hecho y
él se puso físicamente muy mal: “Nosotros sabíamos del secuestro de él en mi
casa”.
Desde la querella se le preguntó a Alejandra sobre las consecuencias que los
hechos trajeron a su familia: “No es fácil haber vivido una vida sin toda mi
familia”, contestó al tiempo que señaló que lo más complicado se dio en los
momentos posteriores a los sucesos por las situaciones sufridas por sus abuelos.
Alejandra también hizo una destacada mención a la importancia de compartir la
historia con sus compañeros de H.I.J.O.S.
 “Para que la justicia sea completa
necesitamos que sea en cárceles comunes y efectiva”, concluyó Alejandra.
Su mamá tenía 35 años, su papá 40 y trabajaba como estibador en el puerto de
Ingeniero White. Su tío había terminado la secundaria y su abuelo vendía
pescado.
Alejandra hoy declara, hoy habla, hoy hace justicia. Luchadora y compañera.

El día que le borraron el día
A Perla Ethel Méndez le costó muchísimo caminar hasta la silla donde debía
testimoniar frente al tribunal. Tanto le costó que necesitó de ayuda para
hacerlo. Y también le costó declarar porque el dolor en estas oportunidades se
ve que hace lo suyo. Perla tiene 82 años y es la mamá de Graciela Susana Sebeca.
Su hija Graciela hoy tiene 60 años y fue la siguiente persona en declarar frente
al tribunal para contar su historia.
Hija de un civil de Marina, Graciela fue secuestrada por miembros de esa fuerza
en el 76 en Ushuaia junto a su hermana Gabriela debido a que los secuestradores
andaban confundidos respecto a los nombres.
Ellos querían información de Jorge Tulli, aún hoy desaparecido, quien fue novio
de Graciela. Cuando lograron descubrir que Graciela era la persona que
buscaban, Gabriela fue liberada. A Graciela la dejaron en un calabozo: “sin
nada, con lo puesto”.
Al otro día la trasladan en un avión de la Armada con todo el pasaje completo
el cual fue avisado que viajaba “una subversiva”.
La bajaron primera en Espora, fue llevada a un descampado donde esperaba un
Fiat 600: “Ahí me pusieron una capucha, me golpearon un poco, me tiraron en el
asiento de atrás del Fiat y salieron.
Ya en una oficina le preguntan sobre su relación con Tulli. Graciela no sabía
dónde estaba Jorge. Su siguiente destino fue el buque 9 de Julio. La metieron
en un camarote pequeño con una cama al costado y el marco de un espejo
inexistente sobre una pared. Allí apoyaba sus manos en cada requisa diaria en
la que la palpaban y manoseaban: “Ahí empezó el calvario”. Comida horrible,
falta de cubiertos, gritos, ráfagas de ametralladoras, duchas en un sitio
grande con tuberías se repitieron durante algo más de 45 días.
Graciela también mencionó a Altamirano quien le aconsejaba hablar y a través de
quien intercambió una carta con su mamá. Una noche la trasladaron en la caja de
un camión con otra persona de la que solo sintió el roce de sus manos.
Ya en el V Cuerpo de Ejército solo tuvo comunicación con el nombrado capitán
Freire quien un día le permitió quitarse la capucha. Graciela no quiso, tenía
miedo a que la mataran. En otro momento lograron convencerla de hacerlo.
Al tiempo Graciela fue liberada. Su militancia, dijo, era pintar paredes y
charlar con la gente en la villa. Su militancia también fue, agregó, con Jorge
Tulli en la facultad de Arquitectura de La Plata, en la Juventud universitaria
Peronista. Por Jorge le preguntaban en el 9 de julio “En ese momento creo
escuchar la voz de mi tío, es el cuñado de mi papá”.
Oscar Conti, su tío era de la Marina y del Servicio de Inteligencia y cuando
Graciela fue con su papá a verlo fue imposible porque Conti “no recibía
subversivas”.
A Graciela le decían “Negrita” y no recuerda cuándo fue liberada. Lo que no se
olvida es que la secuestraron un 13 de marzo de 1976 con 22 años de edad: “Ese
día 13 fue borrado de mi vida”.
Más tarde declararon la hermana de Graciela y Juan Carlos Tulli, hermano de
Jorge.

Don Gutiérrez y sus preguntas
Al momento de declarar Alejandra Santucho, el abogado por la defensa
Mauricio Gutiérrez, le realizó algunas preguntas las cuales por el tono y por
el contenido cayeron muy mal a muchos de los presentes.
“¿Qué es ser Montonero?” le preguntó Gutiérrez a Alejandra, despertando el
enojo y abucheo de los asistentes. El tribunal no permitió la pregunta por ser
fuera de lugar.
Seguidamente, le consultó a la testigo si sabía distinguir un soldado de cada
fuerza mientras que no conforme le preguntó por los uniformes de los soldados
de los allanamientos. El repudio fue generalizado.

Los testigos del 2 y 3 de septiembre
Además de los mencionados en la nota, entre el martes 3 y el miércoles 4 de
septiembre atestiguaron Miguel Ángel Fuxman, Jorge Izarra, Néstor Giorno, Ana
María Oppedisano, Norma Gabrilco, Susana Baranda,
Argimiro Dodero, Amalia
Vázquez y Angélica Vázquez.
El acusado José Luis Rippa realizó una ampliación respecto a su declaración en
el juicio.

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2014-09-08 00:00:00
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