El 28 de junio de 2011 tiene desde hoy el más profundo y emotivo
recuerdo en esta larga lucha por buscar justicia. Pasaron 35 años de los
sucesos en que una dictadura sangrienta arrancó del seno de esta sociedad a
jóvenes de un enorme valor en la búsqueda de un país mejor, un país que nos
contuviera a todas y todos. Pasaron 25 años desde que iniciáramos el camino de
la justicia de los tribunales, para lograr la justicia para tanto horror.
Pasaron 20 años de impunidad otorgada por un amplio sector de dirigentes
políticos. Pasaron casi 6 años desde que llegó un presidente como Néstor
Kirchner, quien decidió que hubiera una política de Estado para resolver por la
justicia tanta brutalidad cívico militar. Pasaron casi 2 años desde que fue elevada
la primera parte de la causa a los genocidas del Quinto Cuerpo de Ejército, un
tribunal oral local actuara por la impunidad y que nos volviéramos a rebelar
hasta lograr que abandonaran su operatoria desvergonzada y cómplice. Llegó al
fin el día.
Hoy esa señora vendada sobre un pedestal, decidió descender del mismo con más
tranquilidad que otras veces e ingresar al ámbito de la Universidad Nacional
del Sur, que aún cobija en su seno a profesionales que supuestamente educan a
nuestros jóvenes y que fueron actores relevantes durante el exterminio de una
generación. Entonces hablaron los jueces. Los genocidas debieron entonces
inclinar su testa llena de soberbia en otros tiempos. Los primeros 19, aunque
hubo sólo 17 puesto que uno se profugó por obra de aquel otro tribunal local, y
porque uno de los miembros más perversos y crueles de aquella asociación
ilícita para el Terrorismo de Estado va caminando a su muerte (que ojalá se
atrase hasta la condena), por una enfermedad condenatoria para él. Debieron
escuchar de qué los acusamos, no porque no lo supieran, sino porque impunes
hasta ahora ningún poder se los había señalado para advertirles que aquella
impunidad pretendida por siempre, había comenzado su conclusión.
Afuera el pueblo volvía a cantar en la calle. Afuera los jóvenes de estos
últimos y cercanos tiempos, sumados a la lucha, abrazaban a nuestras Madres
como lo hicimos muchos durante años y años, reivindicando la lucha de miles
ausentes pero presentes desde esa fuerza manifestada.
Estuvimos juntos, los que no están después de mucha lucha porque resolvieron
tomarse su descanso, pero con su presencia permanente siguen señalándonos el
camino marcado.
Hubo palabras, de todas, aún las que parecieron olvidar el motivo básico y
esencial del encuentro para entrar en sus propios y viejos dogmas que
parecerían no entender que el país ha cambiado, y que todos merecían respeto
por expresarse también desde sus ideales. A algunos les faltó respeto hacia el
otro, cuando ese otro recordó al ex presidente Néstor Kirchner merecidamente.
Ese mismo dogmatismo, necio y sordo, descargó su violencia estúpida sobre otros
para darle pasto al facismo vernáculo que espera ver esas expresiones y
estigmatizar a la política. Parecería que les interesa quedar bien con esa
empresa de medios de la oscura Bahía del Silencio, o que son funcionales a su
operatoria nefasta de diario del genocidio hasta estos días.
Pero así y todo nada empañó la fiesta popular, que expresaba su satisfacción
por este primer logro obtenido. Por este primer objetivo concretado. Porque con
la política aparecía en escena, quizá renga y desvencijada, la señora vendada
del pedestal. Que ingresó en una universidad hasta ahora cómplice del
exterminio, para decirle a ese primer y pequeño grupo de seres abyectos
manchados de sangre, que la Memoria fue y es la herramienta de los tiempos de
cambio, que la Verdad no tiene fronteras ni impedimentos cuando busca salir a
la luz, y que la Justicia aún golpeada pero en recuperación, se apoya en ellas
para decir aquí estoy, y mi peso caerá sobre las cabeza de los infames
traidores a la Patria que se atrevieron a apuntar sus armas contra el pueblo
para masacrarlo. Que así sea.
Eduardo A. Hidalgo, ex Detenido
Desaparecido, secretario general de la Asamblea Permanente por los Derechos
Humanos de Bahía Blanca.
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