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Entre expresión y conductas
Damián Loreti participó como panelista de la presentación en Bahía Blanca del libro "Cuentas Pendientes - Los cómplices económicos de la dictadura" de Horacio Verbitsky y Juan Pablo Bohoslavsky, libro en el que él también colaboró.
Categoría: Derechos Humanos

Damián Loreti participó
como panelista de la presentación en Bahía Blanca del libro
«Cuentas Pendientes – Los cómplices económicos
de la dictadura» de Horacio Verbitsky y Juan Pablo Bohoslavsky, libro en
el que él también colaboró.

Desde fines del año pasado venimos publicando en EcoDias las
disertaciones que se dieron en el marco de la presentación del libro “Cuentas
Pendientes – Los cómplices económicos de la dictadura” de Horacio Verbitsky y
Juan Pablo Bohoslavsky.
Damián Loreti, abogado y doctor en Comunicación quien a la vez también
participó en las investigaciones que luego se plasmaron en el libro.
En su exposición, antes de adentrarse en lo referido al libro, se ocupó de comentar
sobre un problema ya planteado en su momento por el fiscal Miguel Palazzani
cuando fue su turno de hablar. Y el tema tiene que ver con el tipo de enseñanza
que se brinda en las universidades de Derecho de la Argentina: “
Es un problema más serio y
no solo de la Argentina. Se ha inventado que el Derecho que importa es el
Derecho Privado y de los negocios y que cuando nos enseñan Derecho Público nos
enseñan cómo el Estado no tiene que molestarnos. Y eso lo que genera es una
discusión en ciernes pocas veces dada y cuando la dimos en una candidatura en
el Colegio Público de Abogados, perdón por la auto referencia pero fue ahí
donde lo vi en carne propia, es que lo que hay que discutir es cuál es el
paradigma del abogado exitoso que generalmente es el abogado de los ricos y
famosos que salen en las revistas. Ahí yo planteaba cuándo va a ser el
paradigma del abogado exitoso, el abogado de los organismos, los del Ministerio
Público, los querellantes en las causas de derechos humanos, los defensores de
los trabajadores o los defensores del Estado cuando al Estado quieren
esquilmarlo. Eso se vio clarito en las audiencias del caso Clarín de qué
implica estar de cada lado y con qué grado de solidez. Así que en ese plano, el
agujero es bastante más grande y esto lo cuenta un profesor norteamericano que
plantea este tema a niveles un poco más gruesos”.
Más tarde, Loreti, refiriéndose al libro, trazó un paralelo entre lo que
significa la línea editorial de los medios de comunicación y la conducta propia
de esos medios que, a través de dicha conducta, podría recaer en un delito.
Esto viene a cuenta a varios editoriales argentinos durante la dictadura que se
amparaban en la libertad de expresión cuando en realidad caían en, por ejemplo,
acompañar y alentar delitos de lesa humanidad. Un claro caso lo tenemos en
Bahía Blanca: “Cuándo los contenidos se transforman en algo que excede la
discusión de la línea editorial y se transforma en un acto criminal. Es la
difícil barra para los que estudiamos temas de libertad de expresión, entre la
expresión y la conducta. Y eso es bien complicado en la teoría general de la
difusión de la libertad de expresión. En ese debate hay cosas, ésta es una que
va a hacer escuela”.
Señalaba un editorial de aquella época: “La Argentina es una nación occidental
y cristiana y se debe erradicar el aparato subversivo, el sacerdocio
tercermundista, la corrupción sindical, los partidos políticos, la usura
económica y la cultura y contracultura izquierdizante. Al enemigo es menester
destruirlo allí donde se encuentre sabiendo que sobre la sangre redentora debe
alzarse a segunda república”. Consideró Loreti al respecto: “No es expresión,
está claro que es conducta”.
“Dicho esto, si no tuviera el tema que contiene el libro sería algo así como un
rito imposible de soslayar y diría que cada vez que se reúnan personas
alrededor, en función del libro, sería lo que los antropólogos llaman rito de
pasaje. Lo que pasa es que el tema es mucho más que eso pero no se puede
discutir más de cuestiones vinculadas a derechos humanos si no se pone cabeza
en el tema de las complicidades”.
Loreti continuó citando publicaciones pero esta vez del presente: “Hace poco
murió Saint Jean y un diario publicó: Murió el ex gobernador de la provincia de
Buenos Aires, se reconoce de él un gran apoyo a la gestión de los municipios.
Hay una batalla discursiva fuerte para dar, casi diría imperativa y casi desde
la escuela. Porque el modo de decir y de no decir es lo que empalma con cosas
como “Nuevo gobierno”, titular de un celebre matutino importante de la ciudad
de Buenos Aires. O “Las Fuerzas Armadas asumen el poder. Detúvose a la
presidenta”. Eso es privación ilegítima de la libertad de acá a cualquier libro
de Derecho Penal que a mí me quieran inventar”.
En su relato, siguiendo esta diferenciación entre expresión y conducta, Loreti recordó
los titulares de apoyo al Golpe y lo que ocurría en la realidad:
“Fue la de ayer una jornada de absoluta
normalidad en Córdoba
: Carros de asalto circulando llenos de militares por
toda la ciudad.
Hubo absoluto orden en la Capital Federal:
Yo me acuerdo que ese día no fui a la escuela, recién estaba por empezar el
secundario y vivía cerca del Automóvil Club Argentino, ahí en avenida
Libertador. Ustedes no se imaginan lo que era el aparato militar instalado
dentro del edificio del Automóvil Club donde yo iba a llamar por teléfono
público porque en esa época era complicado tener teléfono. El Automóvil Club
era la mayor central de comunicaciones no militares de la Argentina y estaba
atestado el día de plena normalidad.
Tranquilidad en el sector universitario,
titulaban, Normalidad en todo el país.
A los pocos meses en la asamblea de ADEPA del año 76, sus directivos
manifestaron en reunión con la Sociedad Interamericana de Prensa, que la
libertad de expresión en Argentina era una realidad, octubre de 1976”.

Complicidad atroz
Loreti se refirió a un famoso comunicado, el número 19, mediante el cual se
castigaba con prisión perpetua o por tiempo indeterminado a cualquiera que
ofendiera a miembros de las Fuerzas Armadas: “En ese caso sí estaba claro que
estamos hablando de expresiones y no de conductas”.
Pero la cosa no quedaba ahí. Para los medios de comunicación se había
establecido lo que se llamó Servicio de Lectura Gratuita: “El servicio de
lectura gratuita era una gentil oferta del gobierno militar, dicho con toda la
ironía del caso, a un montón de medios a los cuales tenían que proponerles los
contenidos que iban a publicar para que se los autorizara. A cargo de esto
había un señor que se llamaba Pablo Carpintero.
El caso es que el servicio de lectura gratuita dejó de hacer falta por el grado
de autocensura que los propios medios establecieron y se recuerdan algunos
casos de páginas en blanco. Hay uno muy famoso, el diario El Día de La Plata,
un recuadro en la tapa fue su modo de protesta porque hubo un artículo que no
le autorizaron.
Ahora, institucionalmente estos mismos medios plantearon en el año 77,
nuevamente ante la Sociedad Interamericana de Prensa que en la Argentina no
había problemas con la libertad de expresión”.
Refiriéndose a la complicidad económica, Loreti contó ciertas dificultades con
las que se encontraron en la investigación: “Convencer a los editores que era
muy difícil encontrar muchos negocios, porque el libro tiene que ver con
complicidad económica, fue un esfuerzo. Dos mastines como Verbitsky y Bohoslasvky
fueron muy exigentes en la edición.
Eran difíciles de hallarlos (los temas)
porque la complicidad era más ideológica que de los negocios. Entonces yo cuanto
más buscaba, más editoriales encontraba y los negocios eran lo que eran pero no
solo en términos generales, Papel Prensa que es un negocio que generó una
enorme discusión dentro de el propio mundo periodístico. El diario La Prensa
fue invitado a participar pero no quiso entrar y denunció en varios ámbitos
internacionales de la prensa que ese tipo de negocio iba a llevar al
silenciamiento del periodismo argentino por la complicidad económica. Eso fue
rebatido obviamente particularmente por el diario La Nación en una asamblea de
la SIP del año 78, diciendo que la SIP no tenía porque meterse en cuestiones de
intereses y no de principios.
De la mano con eso la SIP mandó una delegación en el año 78 de dos periodistas
norteamericanos, donde hicieron un relevamiento de la situación de la libertad
de expresión en Argentina y ellos le informaron a la SIP que el grado de
connivencia que existía entre los empresarios argentinos y el gobierno militar
sobre todo por la vinculación económica emergente de Papel Prensa, hacía que se
privilegiaran los negocios y la seguridad por sobre la libertad de expresión”.
Otro aspecto de negociación económica llegó en 1980 con la discusión de la ley
de radiodifusión: “No de casualidad se prohibió que cualquier cosa que no fuera
radiodifusión en sentido de sociedad comercial iba a estar prohibido. Eso
implicó arrasar con las cooperativas, eso implicó que las universidades
tuvieran que, en las pocas que tenían medios, transformarse en sociedades
comerciales. Pero al mismo tiempo que se decía que la información tenía que ser
veraz, objetiva, adecuada y oportuna a criterio de estos señores que yo les
comenté recién que eran los dueños de vida y pasión de los medios de
comunicación, decía que no podía privilegiarse ningún discurso violento. Una
vez planteó un empresario que no se podía haber pasado ni siquiera Robín Hood
porque se decía que de ningún modo se puede articular un mensaje violento
destinado a que triunfe en algún momento algo sobre el orden constituido.
La violación a la doctrina de seguridad nacional era causal de caducidad de
licencia pero al mismo tiempo renovaron automáticamente todas las licencias
vigentes o vencidas. Y no entraba más nadie”.
Al mismo tiempo, dijo Loreti, se prohibía que los medios gráficos incursionen
para poseer medios electrónicos pero no modificaban la situaciones de aquellos
que ya los tenían: “Otro dato paradigmático era la excepción general al IVA
pero al mismo tiempo era la cuotificación del papel y los aranceles de
importación con el objeto de el mayor desarrollo de una industria sustitutiva
de importación de papel de diarios.
Esto generó que hasta Roberto Aleman publicara en el diario editado en alemán
de nombre impronunciable, la crítica al gobierno por la cerrazón a la libertad
de expresión y que a Aleman lo hicieran acallar aún siendo secretario de
Hacienda.
De esto hay editoriales de La Nación diciendo que el señor Aleman debería
moderar sus críticas al modelo económico en esa parte”.
Al cierre de su exposición, Loreti señaló la necesidad de reconocimiento
público por parte de los medios respecto a su comportamiento y complicidad
durante la dictadura: “Hay muchos medios que en la Argentina tendrían que hacer
algo parecido a lo que hizo el diario O Globo de Brasil, de reconocer
públicamente, como han hecho otros varios estamentos de la sociedad argentina,
qué es lo que hicieron y cuál es el costo que provocaron con eso”.

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2014-02-10 08:03:00
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