©Todos los derechos compartidos

El aparecido
Roberto Antonio Bonetto, denunció la presencia de tumbas NN en el cementerio de Timbúes Santa Fé, el 22 de junio de 2006. Más de un año después, la justicia ordenó excavar el lugar y se encontró un cuerpo enterrado sin identidad. El militante santafesino Néstor Sánchez, en ese momento se desempañaba como presidente comunal y relató el hallazgo.
Categoría: Derechos Humanos

Roberto Antonio Bonetto, denunció la
presencia de tumbas NN en el cementerio de Timbúes Santa Fé, el 22 de junio de
2006. Más de un año después, la justicia ordenó excavar el lugar y se encontró
un cuerpo enterrado sin identidad. El militante santafesino Néstor Sánchez, en
ese momento se desempañaba como presidente comunal y relató el hallazgo.

“Siempre existieron y
existirán mitos, relatos y otras yerbas místicas sobre apariciones; algunas de
suma belleza, angelicales y cercanas a Dios y todos los santos, y otras (como
todo en la vida) demoníacas, fantasmales, maléficas, siempre con luces
despampanantes y cercanas siempre a cementerios.

Esta es una historia de una
aparición, porque quien la protagoniza es un desaparecido.
Desde chico siempre me atrajeron esos lugares sembrados de cruces donde reinaba
el silbido, que como me decía el viejo era la brisa o el viento a través de los
estilizados coníferos con un verde siempre de luto, invierno o verano, que se
llaman ciprés. Qué destino el suyo hacer la música del cementerio, la canción
de las ánimas en los llamados campos santos? Digo yo: ¿será también santo el
cementerio donde están los Camps, los Masera, los Videla? Qué contradicción, si
hasta se da en las mismas tumbas. Unos con simples cruces de palo, otros,
verdaderos monumentos con columnas y ángeles velando el sueño… ¿serán distintos
los cadáveres, los gusanos, o los huesos de ricos y pobres?
Con estas definiciones que parecen más de un sofista o curandero convencido,
porque están los otros, los que engordan su faltriquera y que a su vez también
están convencidos, pero de hacer algún chelín más y tener el monumento con
columnas y ángeles, porque realmente necesitan que vele su sueño.

No sé si me causo angustia,
dolor lacerante o tal vez una sensación de paz y meditación tan profunda que
solo se acompaña con el agudo y monótono silbido de la brisa entre los
cipreses. La misma sensación de haber cerrado la última página de un buen libro
o el final de una historia. Ya no era un desaparecido, ahora era -no
identificado- o N.N.
A sólo quince o veinte centímetros de húmedo suelo había salido a la luz,
aparecido. Pensé que hasta la madre tierra fue impía con sus restos frágiles y
caídos… después me di cuenta que no; la Pacha Mama, lo cobijó, absorbió su
esencia y la conservó durante 30 años; tal vez fuera la única en merecer su
sangre y calmar su horror.
Estaba boca abajo con las manos a la espalda como lo marcaba el óxido del
alambre que ataba sus muñecas al momento de su final.
Era de los setenta, podía ser cualquiera de nosotros, así lo decía la lona
verde de sus vaqueros patas de elefante, de los que todavía quedan sus anchas
botamangas; y parte de la cintura. Con la rapidez de un rayo cruzaron por mi mente
todos los sucesos acaecidos en aquella época, desde que fuimos los jóvenes del
sol según el gran líder y pasamos por todos los escalas para terminar siendo
imberbes perseguidos.
Las manos del antropólogo, no sin sensaciones ajenas al momento, giraban (con
vastísimo cuidado y toda ternura) el roído cráneo buscando muestras de su
ejecución o dentaduras que lo ayuden a identificar.

Consumía el décimo
cigarrillo y la realidad me revolvía las entrañas cual bandada de negros
buitres.

Con la delicadeza de quien
cambia a un bebé de pecho, uno por uno los especialistas fueron recogiendo los
restos y depositándolos en un recipiente de frío metal.
El silencio era absoluto, hasta el piar de los gorriones había cesado por la
solemnidad del momento, sólo los cipreses que en los cementerios nunca dejan de
silbar parecían cambiar el tono, porque ellos interpretan la música que
acompaña a las ánimas y ésta era una de las causas.

Cuando terminaron de cerrar
la caja pensé en cuántos sueños de cambio de libertad, de justicia, o sea de
revolución se depositaron en ella.

A la manera de un cortejo,
mudo y cabizbajo lo acompañamos con los técnicos e incluso el gendarme, que en
gesto de respeto se había quitado la gorra, y la sostenía en sus manos por
detrás de su espalda.
Fue de paz la sensación que tuve al ver alejarse la camioneta de los
antropólogos forenses; a quien llevaban ya era a un aparecido y pronto
recuperaría su identidad… seguramente en algún lugar, algún viejo… si quedaba,
lo estaría esperando para cerrar la última página de “sus historias”.
En el cementerio silbarían símiles cipreses, pero la lápida tendría un nombre”.

facebook
Twitter
Follow
2014-12-09 00:00:00
Relacionados
ESTEMOS CONECTADOS
campañas
144 600x600px (1)
137 (1)
adhesiones
adhesion facundo 600x325px (1)
adhesion lopez 600x325px (1)
última Edición
Cooperativa Ecomedios
Nos apoyan
Nosotros
Ecodías es una publicación de distribución gratuita.
©Todos los derechos compartidos.
Registro de propiedad intelectual Nº5329002

Los artículos firmados no reflejan necesariamente la opinión de la editorial.
Agradecemos citar la fuente cuando reproduzcan este material y enviar una copia a la editorial.

> Directora
Valeria Villagra
> Secretario de redacción
Pablo Bussetti
> Diseño gráfico
Rodrigo Galán
> Redacción
Silvana Angelicchio, Ivana Barrios y Lucía Argemi
> Difusión en redes sociales
Santiago Bussetti y Camila Bussetti
> Colaboradores
Claudio Eberhardt


es un producto de:

Matrícula INAES 40.246. 

Desarrollado por Puro Web Design.

RSS
Follow by Email
Telegram
WhatsApp