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Aquellos años en el diario de los Massot
Uno de los testigos que declaró en las audiencias por los asesinatos de Heinrich y Loyola fue Manuel Jorge Molina, compañero de las víctimas que trabajo en La Nueva Provincia hasta 1977.
Categoría: Derechos Humanos

Uno de
los testigos que declaró en las audiencias por los asesinatos de Heinrich y
Loyola fue Manuel Jorge Molina, compañero de las víctimas que trabajo en La
Nueva Provincia hasta 1977.

El
tercer juicio a represores que se realiza en Bahía Blanca tuvo sus últimas
audiencias durante el 14 y el 15 de octubre de 2014. En esos dos días
testimoniaron hombres y mujeres por los asesinatos de Enrique Heinrich y Miguel
Ángel Loyola, trabajadores gráficos de La Nueva Provincia e integrantes del
Sindicato de Artes Gráficas. Ambos fueron secuestrados, torturados y
permanecieron desaparecidos hasta que sus cuerpos fueron hallados en La Cueva
de los Leones.
Hasta aquí hubo 38 años de impunidad y también de silencio en este caso de
parte de la familia Massot, dueña del diario donde los trabajadores
desempeñaban funciones. Una pequeñísima columna fue todo lo que publicó el
diario respecto a las muertes de los trabajadores aunque también es cierto que Vicente
Massot fue citado en dos oportunidades por estos asesinatos, para declarar ante
el juez Álvaro Coleffí. No solo eso sino que Massot deberá volver a hacer lo
mismo en el mes de noviembre.
Pero volviendo al tercer juicio a represores, el mismo investiga delitos de
lesa humanidad cometidos bajo el ámbito de la Armada Argentina. El último
testigo de la extensa jornada del martes 14 de octubre fue Manuel Jorge Molina
quien durante años se ha convertido en una pieza fundamental en esto de que en
Bahía se conozca qué pasó durante la dictadura ya que él fue compañero muy
cercano de Heinrich y Loyola.
Pero legalmente su testimonio vale en un juicio y así y por fin pudo hacerlo
Molina quien contó ante el tribunal que ingresó a trabajar a La Nueva Provincia
el 12 de mayo de 1976 hasta el día de su renuncia, el 30 de abril de 1977: ”Fui
compañero de trabajo de Enrique Heinrich y Miguel Ángel Loyola y compartí
tareas en el sector del taller de dicho matutino”.
También tuvo con ellos, responsabilidades sindicales las cuales se dieron entre
1974 y 1976 “como cuarto vocal suplente y fui delegado del taller ante la
empresa”.
Explicó Molina que Heinrich era segundo maquinista de la rotativa del diario
mientras que Loyola trabajaba en la estereotipia y sabía realizar tareas en la
rotativa en caso de ausentarse algún compañero.
Por su parte, Molina era armador y también, entre 1968 y fines de 1973 estuvo a
cargo de una imprenta que La Nueva Provincia tenía para trabajos internos: “Me
daba una entrada de dinero que servía para sobrevivir entre los magros sueldos
que pagaba el diario”.
Esos trabajos consistieron en unos negativos para el semanario Paralelo 38 que
sacaba el diario, impresiones de boletas de caja de los avisos clasificados más
otros trabajos para LU2 y Telenueva, radio y canal de los Massot
respectivamente: “En algunas oportunidades algunos trabajos especiales tanto
para la directora el diario como para su hijo Vicente Gonzalo Massot”.
Preguntado por esos trabajos especiales respondió que para Diana Julio de
Massot tuvo que hacer una revista de cocina más una publicación de la vida de
Yrigoyen: “Con respecto a Vicente Gonzalo Massot hice dos tapas de la revista
Cabildo”.
En cuanto a la actividad en el gremio y dentro del diario, Molina describió: “Cuando
yo entré al diario el 12 de mayo del 66 la mayoría por no decir el cien por
cien de los trabajadores gráficos estaban expulsados del gremio gráfico por
actividad antisindical, no haber acatado un paro. Yo venía afiliado como otros
compañeros que entraron a posteriori, entraron una camada de jóvenes que sí
venían afiliados y se pidió a referencia de Enrique Heinrich, Miguel Ángel
Loyola y Luis Martínez, la afiliación al Sindicato de Artes Gráficas dado que
La Nueva Provincia en algunas cosas hacía incumplimiento de convenio colectivo
de trabajo”.
Entre los puntos que no se respetaban por parte de la patronal estaba la no
entrega de dos mudas de ropa por año y el no darles a los trabajadores la leche
como correspondía para combatir el saturnismo “dado que nosotros realizábamos
tareas con plomo y tampoco pagaba en lugar y tiempo de trabajo.
Todas esas cosas se fueron denunciando ante las autoridades del Ministerio de
Trabajo y se fueron logrando que se recuperaran las cosas como se deben hacer”.
En marzo del 74, las elecciones en el Sindicato de Artes Gráficas ubicaron a
Heinrich como secretario general, a Loyola como tesorero, a Luis Martínez como
secretario de Actas y a Molina como cuarto vocal suplente: “En aquel momento se
elegía la comisión directiva por dos años. Ellos habían sido electos
anteriormente como delegados, Heinrich, Loyola y Gabriel Escamilla y al hacerse
cargo del gremio renuncian como delegados por una cuestión de ética”. Por ese
motivo fueron elegidos otros delegados entre los que se encontraba el propio
Molina.

Referentes de la lucha
En aquel tiempo se confeccionó y entregó a la dirección de la empresa un
libro de reclamos para notificar algún incumplimiento por parte de La Nueva
Provincia: “Ese libro de reclamos tuvo muy poca vida si se me permite el término”,
calificó Molina quien dijo que alguna vez el libro fue firmado por Diana Julio
de Massot mientras que en otras estampó su rúbrica Federico Massot como
Asistente de Dirección.
Para 1973 se llevó a cabo una comparación de salarios con otros diarios similares
en cantidad de tiraje y de centímetros de publicidad. La diferencia entre los
sueldos, señaló Molina, era abismal siendo negativa para los trabajadores
bahienses. La situación derivó en que se eleve un petitorio por mejoras
salariales. Pasados siete meses no hubo respuesta de la empresa y comenzaron
los paros y quites de colaboración: “Esto llevó a consecuencia que la empresa
negó todo tipo de actualizaciones salariales e hizo suspensiones, lockout
patronal y pasamos todo el mes de enero del 74 en la calle”.
Igualmente el diario sacó algunos ejemplares pero con muy mala confección.
“La lucha dejó de ser por mejoras salariales y la lucha fue por reintegrar el
cien por cien de la gente dado que la empresa no atinó después del lockout
patronal, después de la intervención del Ministerio de Trabajo, de tomar a
todos los operarios sino a 21 y al resto lo indemnizaba. La lucha fue por el
reintegro de todos los compañeros”.

Logros
Uno de los objetivos se logró ya que todos los trabajadores fueron
reincorporados “pero lo que no se logró fueron aumentos salariales”.
Consultado por el fiscal, Molina afirmó que Heinrich y Loyola eran la cara
visible del gremio.
El volver al diario no fue fácil ya que les fueron quitados los pocos
beneficios que tenían al tiempo que los que eran encargados de alguna sección
fueron sacados de ese lugar.
El conflicto arrancó en diciembre del 73 y se extendió durante todo enero del
74 pero en julio los reclamos continuaron, esta vez en conjunto con el
Sindicato de Prensa: “Elevamos un petitorio por mejoras salariales, hicimos
quite de colaboración, paros y logramos un pequeño aumento los trabajadores
gráficos. No así los de Prensa porque los suplantaron enseguida con la gente
jerarquizada”.
En septiembre de 1975, se realizó una multisectorial con todos los gremios
involucrados en el multimedios de los Massot: “Hicimos un pedido de
actualizaciones salariales pero más que nada aplicación del convenio colectivo
de trabajo dado que había un convenio colectivo que amparaba nuestra actividad
y había un artículo que era el Franco 4 x 1 que la empresa se negaba a aplicar”.
Las consecuencias para la empresa fueron la no salida del diario más allá de
que en algunas oportunidades se publicó pero no de la manera correcta. Por otro
lado, el trabajador Luis Alberto Martínez, ya fallecido, recibió amenazas y por
eso presentó su renuncia y se fue a trabajar al sur de nuestro país.
Molina mencionó a Diana Julio de Massot, al abogado Jauregui, a Federico Massot
y en el último período, a Vicente Gonzalo Massot como los actores principales
de la parte patronal con los que había que discutir.
Fue el mismo diario el que en otros diarios de su amistad publicaba el
descrédito hacia los delegados y sindicalistas con calificativos tales como
subversivos o izquierdistas: “Lo más delicado que La Nueva Provincia nos decía
a los militantes gremiales era peronistas”.
En ese momento la organización terrorista paraestatal Triple A se encontraba en
plena vigencia con lo cual, sostuvo Molina, las exposición que hacía La Nueva
Provincia de los trabajadores ponía en riesgo sus vidas y las de sus familias.

Mano brava
Molina hizo alusión a que quince días antes del Golpe de Estado de 1976,
Heinrich, Loyola, Adolfo Constantino, Omar Vaquero y él, fueron llamados a una
reunión en el mismísimo V Cuerpo de Ejército. La excusa era hablar de un
problema que aparentemente había surgido en la obra social: “Nos recibe en el V
Cuerpo un oficial que si mal no recuerdo dijo capitán Fidalgo”. Éste Fidalgo,
después de preguntar sobre la supuesta no entrega de bonos en la obra social,
les advirtió “que nos dejáramos de romper las pelotas que la mano venía brava”.
Al respecto, Molina reflexionó: “Hoy en día después de analizarlo en estos 38
años muchas veces, yo pienso que lo de los bonos fue una excusa, para mí el
habernos compulsado a concurrir al V Cuerpo era para vernos las caras”.
Sumado a esto, Molina hizo mención a un trabajo del servicio de inteligencia de
Prefectura donde figuraba el personal a ser “raleado” de La Nueva Provincia.
Los tres primeros lugares de la lista los ocupaban Heinrich, Loyola y Molina.
Fue por esos días de la reunión en el V Cuerpo que La Nueva Provincia decide
echar a 17 trabajadores.
Y finalmente, el 24 de marzo de 1976 llegó el Golpe de Estado tan ansiado por
el diario: “Yo ese día tenia el franco pero recuerdo que al día siguiente
teníamos la costumbre, yo era armador, de esperar la salida del diario y me
acuerdo que el personal que había una mezcolanza entre personal de vigilancia y
porteros me arrojaron el diario. Como me lo arrojaron así cayó al piso y nunca
más me quedé a esperar el diario. Sí me enteré por otros compañeros que
desfilaron por la sección Talleres, la señora Julio de Massot con uno de sus
hijos con la bandera”. Ese fue el modo de festejar el inicio del Terrorismo de
Estado por parte de los Massot.
Sobre los secuestros de Heinrich y Loyola, Molina testimonió: “Cuando fui ese
jueves a trabajar me lo comentaron los compañeros que los habían secuestrado”.
Agregó que Carlos Heinrich movió cielo y tierra para encontrar a su hermano: “Se
había instalado un temor pero nunca pensamos que un conflicto salarial tuviera
como represalia el asesinato e Heinrich y Loyola. Jamás pasó por nuestra cabeza”.
Respecto a si los asesinatos de los trabajadores tuvieron que ver con su
actividad sindical, Molina fue categórico: “No me queda la menor duda”.
De la aparición de los cuerpos se enteró por un compañero y recordó que el día
6 el diario publicó la noticia en una columna de 18 líneas: “Es todo lo que
publicó en 38 años”.
El aviso fúnebre, comentó Molina, fue pagado por Carlos Heinrich. La costumbre
del diario era pagar ese tipo de avisos cuando fallecía, por ejemplo, un
familiar de algún empleado. No fue este el caso.
El miedo por lo sucedido era grande y por eso Molina hizo que su mujer y sus
hijos se vayan a vivir a San Luis.
Un compañero del Sindicato de Prensa de apellido Larrondo fue amenazado por
teléfono: “Ya matamos a dos rojos, ahora te toca a vos”. Larrondo también se fue
de Bahía Blanca.

El delito de defender compañeros
Molina siguió yendo a trabajar al diario pero el problema es que después
del Golpe de Estado dejaron de asignarle tareas y lo mantenían sentado en un
escritorio: “Marcaba la tarjeta a las 20 y se iba a las 2 de la mañana”.
En ese lapso, Federico Massot lo llamó varias veces y le preguntaba qué iba a
hacer: “Yo le decía que yo no había cometido ningún delito, que el único delito
mío fue defender a mis compañeros…” Su historia dentro del diario finalizó con
su renuncia el 30 de abril de 1977.
Consultado sobre la presencia de personas armadas dentro del diario, Molina
respondió: “Era normal ver gente armada dentro de La Nueva Provincia”.
El propio Molina en el 74, en la calle fue víctima de las balas por arrojar
volantes en contra de los llamados rompe huelgas.
Otra intimidación de La Nueva Provincia era a través de un escribano público: “En
la entrada de los respectivos turnos indagaba a los trabajadores si iban a
realizar algún trabajo a convenio, quite de colaboración, paro o algo similar”.
Entre los que hacían ostentación de armas dentro del diario, recordó al oficial
Ramos “que cuando hacíamos quite de colaboración contaba las balas de su arma.
Yo recuerdo que era un revolver, se ponía a contar las balas como una forma de
amedrentarnos”.
El propio Vicente Massot se mostró armado en el diario: “Tengo conocimiento por
un compañero, Hugo Martínez, de que sí vio a Vicente Gonzalo Massot pasar con
armas por la sección Talleres”.
“La Nueva Provincia no permitió jamás en 38 años que se afiliaran los
trabajadores gráficos al Sindicato de Artes Gráficas. Es más, con la opción de
la ley de obras sociales impuso a todos los trabajadores gráficos que trabajan
dentro de la empresa del monopolio que optaran por la obra social de prensa”.
Para la época, Molina vivía en Alem casi Eduardo González: “Había un badén muy
pronunciado y cada frenada de los coches que había pensaba que venían a
buscarme”.
En 1997, Molina recibió amenazas de Eduardo Reyes, militar y cuñado de Loyola
en oportunidad de que se había conseguido que se pongan los nombres de los
trabajadores asesinados a dos calles de la ciudad.
A Molina no lo intimidaron las amenazas y esas calles quedan a unas cuadras del
barrio de prensa que lleva por nombre Federico Massot.

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2014-10-26 00:02:00
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