En su
tercera y cuarta jornada, el juicio por crímenes de lesa humanidad comenzó a
tener nuevos protagonistas: los supuestos malos estados de salud de los
represores.
“El laucha” Corres seguirá sin asistir a las audiencias y se encuentra
momentáneamente suspendido del juzgamiento. A Mansueto Swendsen “le faltó el
aire”, mientras que los abogados defensores también pidieron por la salud de
todos los imputados.
El juicio a 19 represores por crímenes de lesa humanidad durante la última
dictadura militar en Bahía Blanca, entró en su segunda semana. El pasado martes
5 de julio de 2011, se llevó a cabo la tercera audiencia en el Aula Magna que
la Universidad Nacional del Sur en Colón 80. Obviamente, la intensidad y la
ansiedad que se notaba ante la llegada del juicio, comenzó a bajar y eso se ve
en que la calle no es la misma que en aquel primer día. El juicio se lleva adelante
martes y miércoles, en horarios en que la gente trabaja o estudia y por ende no
puede asistir al recinto como tal vez quisiera, y mucho menos hacer el aguante
desde afuera. Sí, estuvieron, como es costumbre, familiares y amigos de
víctimas del genocidio y también algunas caras que suelen verse en situaciones
como éstas, dando muestras de apoyo e interesándose por el tema.
Se pueden ver, todo el tiempo que duran las jornadas judiciales, las banderas
que representan a la Comisión de Apoyo a los Juicios y otras, entre ellas una
con gran cantidad de fotos de desaparecidos. Las mismas están atadas a las
vallas de seguridad, a la vista de cualquier vecino que transite por la primera
cuadra de avenida Colón.
En materia periodística el juicio va perdiendo cierto interés a juzgar para la
escasa cobertura de los medios de comunicación de la ciudad. Únicamente tres
participaron del inicio de la tercera audiencia, mientras que fueron dos los
que estuvieron en la cuarta, pese a que hubo circulación de alguna noticia
importante de la audiencia en algunos portales de Internet pese a que no
estuvieron presentes. En el caso de la televisión, los canales suelen darse una
vuelta por Colón 80 durante el transcurso de la mañana y la tarde para grabar
móviles respecto a lo que está sucediendo.
Día 3
La audiencia del martes tuvo un comienzo especial. Primero se hizo mención
al represor Miguel García Moreno, quien se encuentra prófugo y para quien se
revocó la excarcelación. Y luego se pasó a la situación de Julián “Laucha”
Corres quien no asistió a ninguna de las jornadas debido a su presunto mal
estado de salud. Ni bien iniciado el tercer día de juicio, se habló justamente
acerca del imputado y de su imposibilidad de presenciar su juzgamiento. Se dijo
que se encuentra internado en el Hospital Militar de Capital Federal,
habitación 206, acompañado de su esposa, que una laparotomía exploradora
realizada el 30 de julio de 2010 detectó una adenocarcinoma de estómago
irresecable y que posteriormente se le efectuó una yeyunostomía de alimentación;
cáncer, en definitiva. Se señaló que Corres está haciendo sesiones de
quimioterapia y que se lo considera un paciente terminal con respuesta parcial.
Se dijo que presenta mal estado en general y pobre estado nutricional pesando
54 kilos, pero que a la vez está hidratado, lúcido y colaborador con el
interrogatorio. Corres, se describió, conserva su autonomía psíquica y su
aptitud para comprender los alcances del proceso. El informe fue firmado por el
dr. Raúl Ferreres, médico forense, mientras que el doctor Marcelo Raposeiras
quedó en enviar su informe por separado. Al mismo tiempo, un tercer médico no
se presentó a la hora convenida por el tribunal para confeccionarlo. Por todo
esto, se prosiguió, Corres se encuentra en condiciones de prestar declaración
desde el hospital no pudiendo, por sus problemas físicos, afrontar el juicio.
Según palabras del juez Jorge Ferro, se resolvió la separación momentánea del
juicio en el debate, solicitándose informes bimestrales sobre su evolución,
manteniéndolo detenido como hasta el momento.
EcoDias dialogó con Walter Larrea, abogado querellante junto a Diego Czerniecki,
para clarificar está situación. Larrea señaló que se debe hablar de suspensión
y no de separación debido a que por “el artículo 365 del Código Procesal Penal,
hasta tanto se cuenten con todos los elementos de análisis para determinar el
grado de estado de salud del imputado, el tribunal tiene hasta diez días para
suspenderlo momentáneamente pero esa suspensión evaluará después si se lo
aparta del proceso o si se implementa algún tipo de mecanismo tecnológico tipo
video conferencia como para que el imputado más allá de su situación de salud
pueda ser anoticiado de la requisitoria fiscal y demás”.
Mientras dure la suspensión, no hay proceso contra Corres. Si la suspensión se
levanta se le deben leer las correspondientes requisitorias fiscales para que
todo siga con normalidad.
El fiscal Abel Córdoba hizo reserva de Casación ante la resolución adoptada,
recurso que fue acompañado por la querella porque, inclusive, aún falta uno de
los peritos que la misma querella ofreció como perito de parte.
Como en su casa
En la cuarta jornada del juicio, llevada a cabo el miércoles 7 de julio
todo transcurría con normalidad. La secretaria del tribunal se encontraba
leyendo una de las acusaciones, tal como viene sucediendo desde el primer día,
hasta que pasadas las 10 de la mañana, el represor Jorge Enrique Mansueto
Swendsen se levantó de su butaca y acompañado por un efectivo policial, subió
al escenario y se retiró de la sala por uno de los laterales del mismo.
Para esto no pidió autorización alguna al juez.
Finalizada la lectura del caso que justamente involucraba a Mansueto Swendsen,
uno de los abogados defensores informó que al represor le “faltaba el aire” y
por eso necesitó salir. Adujo que esto se debió a que se estaban leyendo
acusaciones que tenían a Mansueto Swendsen como protagonista y pidió un receso
de 20 minutos hasta que se reponga, “por razones humanitarias”.
El receso fue otorgado por el tribunal, Mansueto Swendsen fue atendido por
personal médico y a la vuelta al juicio se lo pudo ver en perfectas
condiciones, muy locuaz y hasta de pie varios minutos hablando con sus
abogados.
Al final de la primera parte de la audiencia, pudo observarse cómo caminaba
casi libremente, cruzando el ancho del tribunal para pedir dialogar con un
colaborador del tribunal, con quien habló durante algunos minutos. Este fue el
comienzo de lo que parecen ser las artimañas que los genocidas de todo el país
suelen poner respecto a sus supuestamente deteriorados estados de salud.
Nuevamente en juicio, otro de los abogados defensores, solicitó la palabra y
pidió por la salud de los represores. Acerca de Mansueto Swendsen, pidió que se
profundicen los estudios médicos pertinentes a los efectos de evaluar la
conveniencia o no de su permanencia en el debate. Luego habló en nombre del
represor Osvaldo Bernardino Páez para quien solicitó mayor celeridad para
realizarle una revisación teniendo en cuenta, dijo, la precaria situación desde
el punto de vista urológico y cardiológico que tendría.
Citó también al imputado Hugo Delmé quien padecería de hemorroides, y por
último se refirió al acusado Héctor Goncálvez, quien sufriría una afección
oncológica.
Para los cuatro nombrados así como para todos los represores, se solicitaron
evaluaciones periódicas debido al “estrés permanente” que produce el traslado
de un penal a la sala de audiencia, lo cual, afirmó el abogado, puede
verosímilmente agravar la precaria situación de salud que presentan por su
ancianidad.
Como respuesta, el juez Jorge Ferro señaló que la situación de estrés
argumentada es la misma que vive cualquier detenido en cualquier punto del país
por lo cual ese pedido no va a ser contemplado. Sin embargo, el tribunal aceptó
que se efectúen revisaciones periódicas a los cuatro represores mencionados por
el defensor.
Consultado sobre este tema, el abogado querellante Larrea señaló ante EcoDias:
“Comentábamos con los colegas de la querella que este asunto de empezar a
aparecer problemas de salud no era descabellado y así pasó. Confiemos en que el
tribunal, yo personalmente confío, dé todas las garantías de atención de salud,
pero además todo el rigor procesal para que no empiecen a haber chicanas de
este tipo”.
A los 17 represores presentes en Colón 80, se los puede ver muy lúcidos, muy
conscientes. Algunos durmiéndose durante la lectura de acusaciones, otros
tomando nota de cada cosa que se dice. Están fuertemente custodiados pero
ninguno se retira esposado, e incluso alguno se va de la sala sin solicitar
autorización. Gozan de todas las garantías procesales para su juzgamiento. Sin
embargo, ya empezaron a pedir clemencia por su ancianidad. La fábula del
abuelito…
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