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Una foto revive la memoria del arroyo Napostá
La incorporación de la imagen de una pareja a orillas del arroyo Napostá en 1950 enriquece la muestra permanente del histórico museo. La fotografía simboliza la conexión afectiva de los bahienses con el curso de agua, ahora resignificado tras las recientes inundaciones.
Categoría: Cultura
Una foto revive la memoria del arroyo Napostá 2

El sábado 26 de abril, el Museo y Archivo Histórico de Bahía Blanca abrió sus puertas de Saavedra 951 para una jornada especial. Vecinos disfrutaron de una merienda, charlas sobre la ciudad y la presentación de una nueva fotografía mural donada por la familia de Andrea Romero. La imagen, que retrata a una joven pareja en las orillas del arroyo Napostá a mediados del siglo XX, se sumó a la exposición permanente junto a un audiovisual explicativo.

La directora del museo, Ana Miravalles, guió a los presentes a través de un recorrido por la historia urbana bahiense, en la que los arroyos han sido protagonistas tanto del desarrollo como de los conflictos de la ciudad. «El año pasado comenzamos a diseñar la muestra pensando en cómo fue creciendo Bahía Blanca», explicó Miravalles. «Al revisar los planos del siglo XIX, notamos que la ciudad se desarrolló originalmente entre dos arroyos, pero con la llegada del ferrocarril y sus terraplenes a fines de ese mismo siglo, quedó como encorsetada».


Los cinturones que moldearon una ciudad

El análisis histórico revela cómo Bahía Blanca creció condicionada por lo que Miravalles denomina «cinturones»: «Por un lado los arroyos, por otro el ferrocarril, y luego los terrenos que pasaron al Estado Nacional, ocupando lo que hoy son calle Cuyo, Boulevard Chaco e Indiada». Esta configuración inspiró los posibles títulos que el equipo del museo barajó para la muestra: «Entre dos arroyos», «La silueta de la ciudad» o «La ciudad desahogada», este último haciendo referencia a cómo el crecimiento urbano finalmente superó esos límites a partir de los años 90.

La fotografía recientemente incorporada -una donación de la familia Romero- adquiere especial significado en este contexto. Captura un momento íntimo de una pareja recién casada a orillas del Napostá, cerca de la calle Casanova. «Sus hijos y nietos estuvieron presentes en la inauguración y compartieron la historia detrás de la imagen», contó Miravalles. Lo que en su momento fue un registro de un paseo familiar, hoy se transforma en un documento que habla de la cambiante relación de los bahienses con sus arroyos.


Cuando el agua escribe la historia

La reciente inundación de marzo, la más severa en décadas, dio un nuevo significado a esta fotografía y a toda la muestra. Miravalles recordó que «después del evento estuvimos en el museo prácticamente tres semanas limpiando. Por suerte no se dañó nada del patrimonio, pero tuvimos que sacar barro hasta del último rincón».

Este episodio no fue un hecho aislado en la historia local. La directora enumeró las grandes inundaciones que marcaron a la ciudad: «Desde que se construyó el ferrocarril, hubo eventos serios en 1884, 1914, 1915, 1923, ¡dos en 1933! y en 1944 la última grande». Fue precisamente después de la inundación de 1944 que se aceleraron las obras del canal Maldonado, que comenzó a funcionar a pleno en 1951. «Durante setenta años cumplió muy bien su función», reconoció Miravalles, «hasta la lluvia de marzo pasado que fue totalmente excepcional».


Lecciones del pasado para el futuro

Ante la pregunta de si se podía haber evitado el desastre reciente, Miravalles fue clara: «Creo que no hay registro de una lluvia tan copiosa en tan pocas horas. Quizás si hubieran estado mejor los desagües el agua hubiera drenado más rápido, pero es verdad que una lluvia como esa hubiera sido imposible de evitar completamente». Sin embargo, la historiadora hizo hincapié en la importancia de aprender de los patrones del pasado: «Cuando se estudia la historia de la ciudad, se ve que podía pasar. Los cinturones están ahí, y siempre existió la posibilidad de que revienten».

La nueva fotografía del Napostá, más que una simple imagen nostálgica, se ha convertido en un símbolo de esta compleja relación. Muestra un arroyo apacible, casi domesticado, en contraste con la fuerza destructora que demostró tener meses atrás. «El museo no solo preserva objetos del pasado», concluyó Miravalles, «sino que nos ayuda a entender los desafíos del presente».

Mientras Bahía Blanca debate cómo convivir con sus arroyos en el siglo XXI, el Museo Histórico sigue cumpliendo su rol como custodio de la memoria colectiva, recordándonos que las respuestas para el futuro pueden estar, muchas veces, en las lecciones del pasado. La muestra permanece abierta al público, invitando a los visitantes a reflexionar sobre esta relación que, como el curso de los arroyos, sigue marcando el pulso de la ciudad.

Autor: Redacción Ecodías

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2025-04-30 15:57:02
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