Con 25
tortas para los 25 Años del Museo del Puerto se realizaron los festejos junto a
cuarenta cocineras, instituciones y grupos de trabajo de Ingeniero White y
Bahía Blanca, que habitualmente forman parte de la Cocina del Museo durante los
fines de semana.
Toda una tarde de sábado bajo la premisa: «En este museo pasa de
todo», porque además del feliz cumpleaños, sonó el teclado de la profesora
Sara Cappelletti, el acordeón de Salvador “Chiche” Ursino, “Los Nonos de
Atilio”, nietos del pescador Atilio Aversano, que interpretarán canzonettas
acompañados en el baile por Fiorella Álvarez Vleminchx. También se presentaron
“De la T” con otras bandas invitadas, todos músicos de rock de la localidad
portuaria que participaron del proyecto “Canzonettas y Rock”, como así también
Rubén Darío Monzón y el grupo La Alianza.
Saludo y una porción de torta
«Por este museo han pasado muchas personas, trabajadores y amigas, y
han conseguido algo extraordinario. Hace 25 años hablar de un museo comunitario
era imposible. Hoy en esta fiesta, en esa cuadra llena de tortas, en el patio
lleno de gajitos de otros tantos patios, esa idea no sólo se hace posible si no
que es una realidad», aseguró Raimondi, titular del Instituto Cultural.
«Son 25 años de mucho esfuerzo, de enojos, de alegrías, de trabajo, 25
años de una dinámica constante de articulación con la comunidad. Un museo
comunitario tiene que tener siempre una oreja para escuchar a la sociedad en la
que está inmerso. Que la receta de la abuela o una maceta hecha con una
cubierta sean hechos culturales fundamentales, que los relatos de los
inmigrantes sean parte de la historia de la ciudad, en definitiva, que un
pueblo tenga un museo que hace historia de sus vecinos, hace que sea un pueblo
donde es mucho mejor vivir», concluyó en la presentación que homenajeó a
quienes han trabajado y trabajan en la institución.
En una fiesta popular, la cuadra se llenó de colores y olor a bizcochuelos
decorados con chocolate, estrellas y banderas, gracias a los aportes de las
cocineras: Graciela Arcuri, Gladys Carlan, Flora Rossi, Liliana Villalba,
Lorena Magallanes, Lorena Eberzhardt, Mónica Villagran, Rodrigo García,Valeria
Barbé y Paola Marino, también dijeron presente las docentes Nancy Clementis y Silvia
Gamero, el Centro Castellano y Leonés, la Asociación Irlandesa de Bahía Blanca,
Los Montañeros de Santa María, la Escuela de Enseñanza Técnica N° 1, las
cocineras de Las Cantinitas, el Centro Croata Bahía Blanca, el Centro Laziale,
la Asociación Cooperadora del Centro de Salud Leonor N. de Capelli, la Casa del
Niño en White, el Centro Pugliese Bahía Blanca y región, SUTEBA, la Sociedad de
fomento del Barrio Boulevard, Club Atlético Comercial, Hogar Rincón de Nuestros
Sueños I. White, Asociación Vecinos Barrio Saladero, La Siempre Verde y la
Escuela de Enseñanza Secundaria N°1 “Gral. E. Mosconi”. Todas las instituciones
bahienses y whitenses fueron representadas por sus miembros, que cortaron y
repartieron torta a los asistentes del megacumpleaños.
Coronó el evento, la torta de la Asociación Amigos del Museo del Puerto, con
tres pisos de deseos para quienes apoyan y sostienen la organización cultural.
Una excelente costumbre
Una visita al Museo del Puerto, una pasadita para ver las novedades o
convidar a algún amigo con un buen chocolate y una porción deliciosa de torta,
suelen ser las excusas para “ingerir un trozo de historia local y nacional”.
Hilda Esther «Chacha» Marino, vicepresidenta de la Asociación Amigos
del Museo del Puerto y de oficio cocinera autodidacta, es co-creadora del
famoso chocolate del museo. Ella como tantos habitantes de la localidad, es
hija de trabajadores whitenses: su madre trabajaba en una fábrica de bolsas y
su padre era capataz de cambistas. Chacha Marino junto a su hija Paola, quien
da continuidad a su oficio, fueron las encargadas de preparar la torta
aniversario y la mesa dulce.
«El museo tuvo tres etapas relacionadas seguramente con distintos momentos
de la historia social y económica del pueblo, del país y del mundo. La primera
tiene que ver con la recuperación de la democracia. Primaba la idea de que
historia tenía que ser contada por muchos, como respuesta al relato único.
También el pueblo empezaba a modernizarse y los vecinos tenían la necesidad de
mantener la memoria de la inmigración, de la calle de tierra que se empezaba a
asfaltar. La segunda etapa del museo viene con las privatizaciones y la
compleja década de los ’90. Se indaga sobre la memoria del trabajo. Se recuerda
ese momento de esplendor, de trabajo pleno en el puerto y la comparación con el
presente. Y finalmente, este que estamos viviendo es otro momento, en el que
está la posibilidad de volver a imaginar, hay un margen para pensar el futuro.
Eso se ve en proyectos como ‘Canzzonetas y rock’, donde los jóvenes se hicieron
protagonistas del museo. Un museo comunitario tiene que tener siempre un oreja
para escuchar a la sociedad en la que está inmerso”, resumió Sergio Raimondi,
anterior encargado del Museo.
En el patio interno del museo, donde se encuentra el paseo de los bidones
compuesto por plantas y macetas de más de 150 patios de White, Saladero y
Boulevard, había cientos de gajitos de esas plantas que dibujaban un gran
número 25. Cada uno de los vasitos de plástico era un gajito-souvenir que los
asistentes a la fiesta se llevaron a su casa. La continuidad de los proyectos,
talleres y reflexiones de la institución, ya tradicional, no se remite a sus
instalaciones, sino que parte y regresa a los vecinos.
Fiesta en el
Castillo
Hace 80 años se inauguró el castillo y Ferrowhite Museo
Taller organiza una fiesta para el día sábado 20 de octubre a las 19 hs.
El Castillo fue la usina eléctrica que por más de cincuenta años fabricó la
energía necesaria para que se encendieran las lamparitas del alumbrado público,
se accionaran las norias de los elevadores del puerto y funcionaran las
planchas, las heladeras y los televisores que fueron poblando los hogares de la
región.
La usina tiene sus particularidades. En su apariencia, emerge desde lejos en el
puente La Niña. En su historia, que comienza con su construcción y puesta en
marcha por parte de las Empresas Eléctricas de Bahía Blanca , en manos de una
filial local de la Compañía Ítalo Argentina de Electricidad. En los años ´40 se
provincializa, y sufre los incrementos en la demanda energética derivados del
desarrollo de la industria nacional en los ’50 y los 60′, para terminar siendo
un ejemplo elocuente de la política de desguace del patrimonio público de fines
del siglo XX.
“80 años del castillo que, a pesar de haber sido declarado monumento histórico
provincial y nacional, aún espera ser recuperado, como lo fueron en estos
últimos años su taller de mantenimiento, su parque y la residencia del jefe de
planta, conocida como La Casa del Espía. Una central eléctrica cuyo
funcionamiento dependió, en lo concreto, del trabajo de muchísimas personas:
150 trabajadores en sus mejores épocas, entre peones, medio oficiales,
oficiales especializados, capataces, jefes de sección y de turno, que se
encargaban de trabajos específicos, aunque relacionados entre sí, dentro de las
secciones de máquinas, calderas, electricidad, regulación, laboratorios de agua
y aceite, taller regional, carpintería, pintura, hojalatería, almacén”, cuentan
desde el Museo taller. A los festejos se invita a todos quienes hayan trabajado
en él y a quienes apoyan su puesta en valor.
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