«¿Cuál es la potencia de un patrimonio? ¿En dónde radica su capacidad de
transformación? ¿Puede una obra reproducirse a sí
misma?», estas fueron algunas de las preguntas que dirigieron el proyecto
«Se lo ponemos después» del artista Guido Poloni.
La Bienal Nacional de Arte convocó a artistas locales y nacionales para
participar con sus proyectos, el evento que se realiza todos los años
intercalando la convocatoria regional y la nacional promueve el ingreso de
instalaciones, objetos, fotografías, entre otros lenguajes artísticos.
«El trabajo tiene que ver con una línea de pensamiento que vengo
trabajando, está relacionada con el tema del patrimonio» contó Poloni en
charla con EcoDias. La pregunta conductora de Poloni fue qué valor tiene el
patrimonio de una institución pública, «qué pasa alrededor de eso, cuáles
son las ideas de uso del patrimonio, de conservación y qué proyectos se tienen
alrededor de él».
Materia
El elemento árbol de los Museos de Arte es parte del patrimonio material y
arquitectónico, donde se incluyen otras áreas, «el patio no es cuidado por
el museo sino por la municipalidad, cómo esos vínculos patrimoniales pueden
señalar un montón de decisiones». Según Poloni, el patrimonio de un museo
es fundamental, como así también generar una colección que se va a conservar en
el tiempo, y que requiere una serie de acciones en relación a cómo se difunde y
cómo se edita.
El artista planteó un proyecto interesado en los oficios y la práctica de
actividades, «la idea de que sea la transformación de algo, de un recurso
cercano». El olivo dice presente desde el trabajo para hacer el aceite,
históricamente, vinculado a la aparición del jabón. «La incorporación del
árbol a la colección del museo intenta señalar la relación conflictiva de la
institución con su propio patrimonio, un vínculo signado por la falta de
espacio físico y de condiciones y formas adecuadas de conservación de las
obras. La inclusión del árbol al acervo del museo también interpela las
prácticas habituales y las formas de trabajo de quienes son responsables de
cuidar, estudiar y exhibir el patrimonio» explicó. De esta forma, Poloni
pretendía instalar la tensión entre la durabilidad del patrimonio que se
conserva y lo efímero de lo que produce y es útil, y también repreguntar sobre
la relación entre patrimonio y trabajo, «a partir del uso, explotación del
árbol, recurso natural y su condición de obra, a ser conservada, surge la
propuesta de pensar el patrimonio como potencia y posibilidad».
La investigación que implicó el proyecto fue variada, la información contenida
en el mismo llegó del boca a boca, también con datos de internet, más
publicaciones de instituciones públicas. «El aceite de oliva tiene una
historia cultural muy grande, el origen del jabón data en Siria, son un montón
de temas que se tocan, en realidad, están de fondo, lo principal es esta opción
del hacer y la posibilidad de transformación de los recursos». De acuerdo
a datos del INTA, la región se caracteriza por excelentes condiciones
climáticas y de suelo para producir oliva, además, hay registros que prueban la
existencia de proyectos de forestación con la intención de producir aceite
dentro de la ciudad.
Procedimiento
«Varias veces comí aceitunas en salmuera o tipo griegas, que habían sido
recolectadas de ese árbol. Un ex trabajador del museo, Claudio Redolfi, me
contó muchas cosas acerca de sus propiedades y de cómo prepararlas»,
recordó Poloni, y agregó que su propuesta fue producir aceite de oliva con los
frutos del olivo que se encuentra en el patio trasero de los Museos de Arte,
asimismo, tener en cuenta este árbol como parte de la colección patrimonial de
la institución municipal. Para concretarlo desarrolló y fabricó piezas y
elementos necesarios para la recolección de la aceituna, y los posteriores
procesos de molienda, prensado, filtrado y envasado del aceite, más la
destilación del aguardiente que se realiza a partir del residuo de la
producción.
«Al incluir al árbol como parte de la colección artística de los museos,
estaría generando un cambio en la responsabilidad de cuidado y mantenimiento
del árbol: ya no será responsabilidad del área de espacios verdes, sino de un
vínculo entre ésta y los empleados dedicados a la conservación del
patrimonio», replanteó el artista. La intención fue generar la necesidad
del resguardo del árbol por parte del museo, que tiene alrededor del patrimonio
una serie de situaciones particulares como la falta de espacio y el estado
inapropiado de conservación. Dentro de las especificaciones técnicas describió
los materiales a utilizar: aceitunas, moledora de granos, prensa, bandejas y
media sombra sobre caballete; 12 muestras de jabones aromatizadas con lavanda,
pimienta y tomillo, 2 muestras de aceite, 3 vasos con muestras de prueba de
jabón, desechos secos de aceitunas, 2 jabones de prueba y dibujos sobre pared;
batea con agua, toalla, jabonera, mantel, tabla de madera y panera sobre mesa.
La actividad se hizo de manera manual, «invité a personas que me
acompañaran, vinieron mis padres, mis amigos, me parece que la interacción con
gente cercana es importante». Esta participación deja entrever cómo las
familias interactúan en la realización de cosechas de frutos, «sí, no como
un conocimiento sino como: esta es la posibilidad de hacer, en el hacer juntos
se aprende algo, esto genera un vínculo entre las personas», revalorizó el
clima de trabajo.
Poloni destacó que la Bienal generó una muy buena conexión entre colegas
artistas, porque creó el espacio necesario para compartir recursos, charlas y
perspectivas. «Lo que me parece interesante de la Bienal es que en los
últimos cuatro años, desde que cambió el formato, tuvo un crecimiento parejo,
cada año el grupo participante y los trabajadores del Museo están mejor. Está
muy bueno y está creciendo mucho».
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