Donde hay personas hay proyectos y si esto ocurre en Ferrowhite, surgen ideas,
proyectos y realidades de las mejores.
El verano está asociado al descanso, si se aprovecha, también acarrea la
tranquilidad suficiente para generar una proyección para el año. En la
comunidad Ferrowhite, la efervescencia atiende lo inmediato y más allá.
“En el Prende, se reanudan los encuentros de mujeres para imprimir y coser
cartucheras y bolsas que portan la pregunta ¿Qué pasa que no pasa? Por momentos, el taller se vuelve una
escuela de oficios”, cuentan en el blog del museo municipal a la hora de
describir qué ritmos se definen en el rincón más nuevo del Museo Taller.
Recordemos que la propuesta de Prende se desarrolla en una de las salas del
Castillo, la ex usina eléctrica, bajo la mirada de San Jorge. La experiencia
compartida entre trabajadoras, integrantes de la Asociación de Amigos y Amigas,
las niñas y niños de los barrios aledaños y sus familias cuenta con una larga
trayectoria, la sala propia fue inaugurada en el año 2015.
La organización, el orden y el balance son parte de este momento de mayor tranquilidad,
por lo tanto, las Amigas del Castillo contabilizan los materiales del taller y
también los alimentos, que son parte de las jornadas de sábado. Al momento de
la costura, los conocimientos sobre el oficio son aportados por las
colaboradoras frecuentes, “Analía llega con sus herramientas de trabajo y junto
con ellas trae la experiencia de trabajo en Torello, donde fabricaba
pantalones. Es la encargada de poner en marcha la remalladora que recibimos
como contraprestación de un trabajo de impresión de remeras para la Delegación
de Ingeniero White. Yesica y Julieta reciben las primeras clases de costura y
entre todas se estudia cómo hacer el dobladillo o a qué distancia poner las
correas. ¡Eureka, tenemos el prototipo de la bolsa!”. Las tareas cotidianas
representan una sumatoria de experiencias y aportes, de saberes de antes, de
ahora y para después, la solidaridad de estos saberes compartidos son la
esencia de la creatividad en el Museo Taller. Uno de los aprendizajes
potenciados fue el taller de mesa lineal, dictado el año pasado, que hacen que
Stella, Camila y Silvia corten e impriman cartucheras a dos colores. La hora
del mate y del descanso dejan un espacio para evaluar la situación de la
familia Celaya, quien perdió su viviendo en un incendio, “las Amigas del
Castillo y del Prende seguimos pensando colectivamente cómo ayudarlos”.
Los cuidados necesarios
El Museo Taller permaneció abierto en el mes de enero y seguirá su
trayectoria de muestras, invitaciones y trabajos durante febrero. Las visitas
escolares y el jubileo de los fines de semana estarán aplacados hasta marzo, “sin
embargo, debajo de esa aparente calma, hay un movimiento incesante”, confiesan.
La posibilidad de ser visitado por locales y extranjeros sigue vigente, “en estos días recibimos turistas de Bariloche, Tandil
y Buenos Aires, de Tornquist, Neuquén y Costa Rica, de Comodoro Rivadavia,
Ushuaia y Corrientes. Nos visitan quinceañeras que eligen al castillo como
locación para una sesión de fotos y también llegan del Registro de Imágenes de
Buenos Aires en busca de sitios de interés turístico de la provincia”. En
cuanto a los residentes próximos, Leonardo Schawm, ex trabajador de la usina
eléctrica llevó a sus familiares que llegaron a la ciudad, recorrieron la
muestra y Schawm recordó las anécdotas de los tiempos activos.
Por su historia y la preservación como sitio recorrible, el Museo Taller
requiere de cuidados vinculados al mantenimiento y la atención de los problemas
inmediatos. Un desperfecto eléctrico fue atendido por el “Gringo” Mazzucatto,
quien trabajó en la termoeléctrica y ahora presta servicios para la
municipalidad. El percance estuvo relacionado, según Electricidad y Mecánica y
Alumbrado Público con un cortocircuito, “una zapatilla en corto y un cuis que
mordió el cable de alimentación, son los resultados de la investigación; en
ellos resuena el eco de los gatos que había que espantar del castillo por temor
a que, intentando cazar palomas, cayeran arriba de un transformador y dejaran a
la ciudad a oscuras”. De esta forma, una historia actual lleva a otra,
pretérita, y ambas entretejen la vida de una institución. En el techo, “Jonatan
y El Ruso soportan en las alturas el reflejo de la membrana asfáltica”, que
pide reparación desde hace un tiempo. El amplio jardín verde es regado por
Roberto y Zulema, también cortan el pasto y riegan cuidadosamente los rosales
hasta tanto se repare el riego eléctrico, mientras que Emilia averigua desde la
oficina proveedores y presupuestos para realizar esa tarea. “Es el momento de
fumigar y desratizar, de descongelar heladeras y freezers, de ordenar
estanterías y alacenas”.
¿Qué se proyecta para el 2019, que recién empieza? “Incubamos algunas ideas
para este año: un mueble de archivo de transparencias para el Prende, un taller
comunitario de baldosas, un mural dedicado a Celestina, la Reina del mar”.
¿POR QUÉ MUSEO TALLER?
Bajo la denominación
de Museo Taller, nació como “un lugar en el que las cosas, además de ser
exhibidas, se fabrican, por eso, se generan herramientas, útiles para ampliar
nuestra comprensión del presente, y por lo tanto, nuestra perspectiva del
futuro, forjados en la labor con objetos y documentos del pasado”. También, las
muestras y las labores impulsan una experiencia vital con “cientos, miles de
trabajadoras y trabajadores que forman parte de él, y le dan forma a esa
historia”.
LA CELESTINA
Las historias forjan la identidad de una localidad, Ingeniero White cuenta
con un capital de mitos y vidas que se compaginan y entremezclan. Una de ellas
es La Celestina, que fue rescatada como historia en la memoria de Atilio Miglianelli
y Pedro Caballero, colaboradores del museo y grandes contadores de historias
reales y fantásticas. “La novia del mar, una mujer que durante cuarenta años
venía todos los días, hiciera calor o frío, a la playa al lado del castillo y
desde allí miraba el mar, -dicen algunos- esperando o llorando a un novio que
la había dejado”. Según el relato de Atilio y Pedro, la reina del mar se
llamaba Celestina Gómez, que lucía como una mujer grande, “no, no era vieja…
era vieja por la vida que llevaba”, aseguraban. La historia aún recorre la
memoria de mujeres y hombres whitenses, y forma parte del archivo oral del
museo, rememora un Ingeniero White de cara al mar, sitio que fue balneario y
lugar de lavado antes de ser industrial. El viaje en el tiempo de La Celestina
quedó plasmado en una canción realizada por Gabriel y Leo Vecchietti, ellos la
inmortalizan en “La reina del mar”, capaces de describirla como “llanto de agua
y de sal que dibuja fantasías marinas”.
> Directora
Valeria Villagra
> Secretario de redacción
Pablo Bussetti
> Diseño gráfico
Rodrigo Galán
> Redacción
Silvana Angelicchio, Ivana Barrios y Lucía Argemi
> Difusión en redes sociales
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> Colaboradores
Claudio Eberhardt
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