Desde junio hasta diciembre se realizaron encuentros de malabarismo,
crecimientos que triunfan para sumar más gente.
“Nos fue muy bien en los encuentros”, dice Matías Barral, uno de los
integrantes de Sintonía Malabar. El grupo de jóvenes organizó durante todo el
año 2018 encuentros para lograr intercambios de habilidades, conocimientos y
abrir el debate sobre este arte o deporte.
Destrezas
Sin dudas al ver a un joven en la vía pública haciendo volar las clavas
entre los automóviles nos remite a una historia de la Edad Media, donde los
juglares hacían sus shows de destrezas. El malabarismo se ha convertido en el
centro de interrogantes de muchas personas que lo practicaban en solitario, y
que lograron hacerlo junto a otras en estos eventos que se celebraron una vez
por mes. La primera sede fue el club La Esperanza, y una vez que los días se
alargaron y el calor habitó la ciudad los espacios públicos invitaron a
curiosos y paseantes.
Las habilidades implicadas en su práctica están vinculadas con la agilidad, el
equilibrio, los lanzamientos, “hay que mantener el equilibrio de uno o varios
objetos, una vez lanzados al aire marcan un desequilibrio y el compromiso de
recogerlos con elegancia”. Visto como un deporte, los integrantes de Sintonía
Malabar lo relacionan con la concentración, el pensamiento positivo, la
coordinación, la mejora de la autoestima, “compartimos esta visión con muchos
de los que se suman a los encuentros”. La práctica marca la autosuperación, la
colaboración con otras personas y la actividad genera un efecto antiestrés. Sintonía
Malabar emprendió el camino de un arte que cada vez se conoce más y se practica
más. “Podés hacer malabarismo hasta con un cepillo de dientes, el momento en el
que se hace malabares con diferentes técnicas como el lanzamiento, el contacto,
manipulación con cualquier parte del cuerpo, equilibrios, desde este punto se
está generando el malabar”. El juego de creatividad es el secreto, “y el malabarismo
puede llegar con objetos que nunca te hubieras imaginado, va más en la
habilidad y la capacidad para inventar”. Los malabares están al alcance de toda
persona que quiera practicarlo, “incluso he visto mediante redes sociales, una
persona que no tiene brazos y lo practica con los pies, y en este sentido, hay
que reconocer la existencia de los malabares terapéuticos, como método para que
casi cualquier persona puede hacer algún tipo de malabarismo”. Sin edad, sin
distinción, el arte de las clavas, los aros, entre otros objetos, deja la
posibilidad de iniciarse en cualquier momento, “si lo ves como deporte es de
bajo impacto, es un esfuerzo mínimo, hay malabaristas muy buenos en el mundo,
algunos de ellos tienen 70 años y lo hacen todavía, tienen un montón de
habilidades que les permite no exigirle tanto al cuerpo y realizar una
performance buenísima”.
Balance
Desde las presentaciones al aire libre el ámbito ha cambiado mucho,
“impactó en los espacios públicos, de repente, en el Parque de Mayo había gente
que estaba transitando por el lugar y se quedaba a ver qué sucedía, esto es
buenísimo”. Uno de los atractivos del último evento se centró en los malabares
de fuego, que impactan desde lo visual y son considerados por el público como
uno de los más arriesgados. “La gente piensa que son muy peligrosos, lo que es
cierto es que requieren medidas de seguridad, hay que tener recaudos a la hora
de manipular fuego”, la seguridad está dada por la prevención en la rapidez de
apagarlo si la antorcha se cae sobre el pasto seco, donde el artista deberá
atender la situación en una rápida respuesta, por ejemplo, apagar el pequeño
foco con los pies. Otra cuestión es atarse el cabello para que no se queme, no
derramar el combustible en extremidades del cuerpo o en la ropa, y también la
manipulación cambiará a lanzamientos de un giro completo, “hay que estar
consciente de hacer lanzamientos precisos”.
Respecto a los logros de los encuentros, Barral apunta que “la integración de
más personas interesadas nos obligó a incorporar más juegos y variaciones,
también el hecho de que se extendieron los días con los días de primavera y
calor, esto nos hizo estar más tiempo y generar más cosas”. La actividad cerró
con una fogata, “el año que viene tenemos ganas de organizarnos más, y generar
más propuestas nuevas, con talleristas de afuera, hacer alguna jornada aparte
de los encuentros, también pensamos hacer un seminario o un encuentro del año
con mayor repercusión, hasta es posible crear un espectáculo”. Beneficiados por
el Fondo Municipal de las Artes, el malabarismo transformará los espacios
verdes en el 2019, promete mayor presencia y formación. Mientras tanto, Barral
junto a Gonzalo Ramborger iniciarán un viaje por el sur de Chile, “nuestras
vacaciones consisten en ir a trabajar allá, veremos qué podemos aprender y qué
podemos ofrecer”. Los malabares vuelven a Bahía Blanca en el mes de febrero.
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