“Los cuentos
en kamishibai son una
manera de contar, de la forma tradicional de cuentos, así se cuentan en Japón”,
asegura Claudia Lima, narradora y artista plástica que nos cuenta la magia de estas
historias.
Kamishibai significa “teatro de papel” en japonés. “A través de un
teatro de papel, de madera que se llama butai, se cuenta la historia que está dibujada y corre a través
del papel”. Las narraciones orales cobraron auge en estos años, con diversidad de
técnicas y formatos siguen el curso de la expansión. El kamishibai se suma a esta práctica reveladora de las narraciones
de Japón y otros países de un mundo lejano a Bahía Blanca. “Estamos volviendo a
la narración oral. Estamos agotados de tanta tecnología, y los chicos necesitan
escuchar voces y contacto visual, creo que esa es una razón y porque necesitamos
cariño humano somos humanos”.
Palabras dan historias
Los relatos son de Japón “y yo trato que haya de otros
países, voy con un mapa mostrando los lugares porque a los chicos les gusta saber
de dónde viene la historia y cómo llegó a Bahía. A veces elijo lugares lejanos y
a ellos les llama mucho la atención”. Los cuentos son populares y siempre están
dirigidos a niñas y niños, que saben disfrutarlos mientras comparten un momento,
juntos. “Lo mejor es que me encontré con chicos con necesidad de fantasear, imaginar,
que a veces estamos creídos que los chicos son mini adultos que deciden. Realmente,
es un momento donde vuelven a ser chicos, imaginan, preguntan y hablan. Eso es muy
interesante. A veces en estos eventos hay más adultos que chicos, así que les cuento
a los niños interiores y a los niños”.
Las narraciones parten de láminas que contiene texto en
la parte posterior, por eso, se requiere de un intérprete o un contador de lo escrito,
mientras los asistentes contemplan las imágenes. El narrador coloca las láminas
en orden sobre un soporte o teatrillo de tres puertas, de cara al auditorio, los
dibujos anticipan los avances de la historia. Mientras, una tras otra las láminas
se deslizan la narración se va completando. La conexión que se genera entre el narrador
y los pequeños es instantánea, se provocan preguntas, reacciones, gestos, adelantos
de que pretenden ir más allá de las propias palabras del responsable del butai. “Las láminas están elaboradas por mí, estos son generalmente
libros álbum, tengo mis dibujos propios. Estos que he mostrado hoy son libros álbum,
reconocidos y estudiados, que son hermosos y creo que hay que compartirlos, la mejor
forma de hacerlo es en kamishibai”.
Momento creativo
Finales de los años ´20 encuentran a Japón sumergida en
una crisis económica. El kamishibai fue una forma de combatir el desempleo. “Se inicia en
el Japón después de una crisis económica donde las personas adultas de la familia
que no tenían trabajo deciden ir a vender golosinas y contar esta historia como
enganche.” Estos hombres recorrían los lugares en bicicletas, detenían su marcha,
armaban su puesto de venta y colocaban el kamishibai, tras la representación de la historia, las golosinas
solían venderse más y se ofrecía un servicio a cambio de esta venta.
La magia del kamishibai se traslada a muchos otros países del mundo como España,
“que tiene auge hasta en las escuelas, a a tal punto
que se utiliza como el kamishibai pedagógico para la enseñanza de idiomas y de valores”
explica Lima. Estas narraciones recuperan la tradición oral, brindan la posibilidad
de contar cuentos a otras personas sin tener en cuenta su edad ni ocasión. Con ellas
se despierta la imaginación y la fantasía, constituye una forma de entusiasmar a
la lectura y a la escritura, como otras expresiones artísticas como el dibujo, la
actuación. La sesión de narración brinda muchos condimentos vinculados con la interpretación
y la creación de los asistentes, además, que los chicos aportan sus pareceres sobre
los dibujos, sumando los comentarios de otros niños.
Si tiene la suerte de toparse con un momento de narración
kamishibai verá que frente al despliegue de las láminas llegan los
gritos, las dudas, los rostros de suspenso. Muchas de estas narraciones que realiza
Claudia Lima se hacen en conjunto con otras personas. “Hoy participaron Marilina Gianelli, Marcelo Airbal y Germán Aceituno”, quienes aportaron una cuota musical
con el suspenso, la gracia, las voces moduladas, matizando las narraciones. “Para
mí nació como una necesidad” confiesa Lima, “leí un una nota en una revista que
decía que los chicos no leen cuentos, entonces dije yo tengo que hacer algo. Como
soy artista plástica, comencé a dibujar historias y aquí estoy, hace ya dos años”.
Antes que Claudia termine, una pequeña del público asegura con voz firme y libro
bajo el brazo, “y colorín colorado, este cuento ha terminado”, mientras los más
grandes reímos por el cuento y el final, que es del público.
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