La Biblioteca Pajarita de Papel convocó
un nuevo encuentro de narradores locales, regionales e internacionales.
Jornadas de talleres, intercambios, visitas a escuelas y jardines de infantes
con el cuento a flor de labios.

De la mano de Maryta Berenguer, destacada narradora de cuentos, fundadora
de la biblioteca popular Pajarita de Papel y escritora de Literatura Infantil,
se realizó la VII Cita de Narradores orales. Este año fue internacional, ya que
contó con la participación de invitados oriundos de España, Perú y Japón,
muchos de los cuales residen en la ciudad de Buenos Aires, donde trabajan y se
animaron a aportar sus conocimientos y formas de contar.

Inauguración
“Estamos a punto de un viaje de retorno, estamos a punto de un viaje sin
retorno, de donde se puede mirar a la Medusa sin convertirse en estatua, a un
mundo paralelo donde todo es posible. Señoras y señores estamos a punto de
ingresar a un mundo de cuentos, a la séptima cita Internacional de narradores orales.
Tan importante acontecimiento único y maravilloso, tan importante como los
acontecimientos más importantes del Planeta. Miren esto, mirense entre uds,
otra que Hallowen y Hollywood”, presentaron Teresa Prost y Mike Pohle,
narradores locales que supieron hacer sonreír a los asistentes, invitados y
público.
Entre mesa y mesa, los narradores locales comentaban las herramientas
necesarias para que la narración oral sea el deleite del público, de los más
chicos y grandes. “El momento de narrar es maravilloso, lo hago una vez por
semana en la Pajarita de Papel, para los chicos que vienen de visita, para los
que se acercan, es un orgullo poder hacerlo”, afirma Mike Pohle.
A diferencia de recitar un texto, el narrador no lo dice de memoria, conoce el
contenido del cuento. En un primer momento, invita a los asistentes, juega con
ellos y entusiasma con espontaneidad, gestos, pausas y expresiones adecuadas.
No actúa. Entusiasma. Narrar no es igual a leer, el narrador inventa imágenes
para que el que escucha trascienda el espacio que habita y se deje llevar.
Suele llegar de la mano del humor, de la confusión para empezar el camino, que
suele desembocar en la emoción. «La jornada se extendió este año porque
fuimos a narrar a jardines de infantes, escuelas y se ofrecieron espacios
abiertos a todo público para disfrutar de las narraciones», contó Marisa
Nuñez, otra especialista local que no faltó a la cita. Las jornadas
representaron el trabajo del Círculo de Narradores del Sur y fue auspiciado por
el Instituto Cultural de la ciudad.

Momento emotivo
Los talleres se desarrollaron en la sede cultural de la Cooperativa Obrera,
como hace años. En la misma se inauguró la actividad y se dió la bienvenida a
María Teresa Andruetto, escritora, José Campanari, narrador y escritor, Chusa
Pérez de Vallejo- narradora, actriz, pedagoga española-, Flor Canales Bastidas,
animadora sociocultural de Perú, Amalia Sato- docente de la carrera de Letras
en la Universidad de Buenos Aires, traductora, miembro fundador del Club Argentino de Kamishibai,
directora de la revista Tokonoma, José Luis Gallego, narrador y actor.
Además, se realizaron actividades en el Centro Histórico Cultural de la
Universidad Nacional del Sur, donde fue posible ver a narradores locales,
nacionales e internacionales intercambiando posibilidades, recursos y temas. La
narración oral es la necesidad de contarnos cara a cara, está basada en una
característica humana imprescindible y distintiva, la comunicación mediante la
palabra. La voz del narrador de cuentos es la que rememora y hace renacer las
voces de los cuenteros de la tribu, de la ronda familiar para relatar los
hechos próximos, la historia de los que ya no están, es recuerdo y memoria. El
cuerpo, los gestos son llamados y los tonos se adelgazan o engrosan en la voz del
narrador especializado. “Los narradores internacionales son geniales,
aprendimos mucho de ellos, por suerte los van a disfrutar todos en el cierre,
emocionan, conmueven, hacen magia con lo que cuentan”, afirmó Carina Zabaloy,
bibliotecaria y narradora.
El cierre de la entrega se realizó en el Museo Histórico de la ciudad, parte
del complejo del ex hotel de inmigrantes de la calle Saavedra. “Si alguna vez
te toca contar en un patio pintado de rosa, con columnas verdes sobre el césped
ponte el micrófono a metro y medio”, comenzó José Campari, con una pronunciada
tonada española. El momento de cuentos a los cuatro vientos se sucedió con
narraciones que transportaron al recuerdo de abuelos, la infancia de
travesuras, personajes sencillos y exagerados, padres y niños se enredaron en
historias de siempre pero que en esas voces fueron una instantánea
inconmensurable. Lo raro, lo mejor es que la narración rescata la mirada sobre
las cosas que los niños tienen, incluido el narrador y el público, que por
alguna razón se olvida. “Soy contador de historias por casualidad, porque a
diferencia de muchos contadores y contadoras de historias, a mí nunca me
contaron nada. Yo que cada vez que voy a los festivales me encuentro con esto
de que a mí me contaron cuando era pequeño, en mi escuela me contaron. A mí no.
Tenía una abuela que vivía en mi casa y sería la encargada de contar estas
historias, que lo que sí hacía era cantar canciones mientras pasaba la escoba
por la cocina. Y digo que cantaba canciones mientras pasaba la escoba por la
cocina porque mi abuela nunca barría la cocina. Ella se levantaba muy temprano,
salía en camisón como estaba, atravesaba la cocina, llegaba al patio, agarraba
la escoba, se la oponía al hombro, pasaba la escoba por la cocina”. Campari
arrancó sonrisas en una tarde que anochecía en el patio del Museo Histórico,
que se adormeció con más voces y historias hasta el próximo año.